HISTORIA

Ir a comer al Club Eros es como hacer un viaje 30 años para atrás (si no nos quedamos corto). Apenas entrás vas a ver a tu izquierda una parrilla, que según tenemos entendido, se puede alquilar para hacer tu propio asadito con amigos y aprovechar el lugar. También hay una cancha de voley, por si querés pegar un par de remates antes de salir a la verdadera cancha: el majestuoso salón dispensador de alimentos.

¡Epa, qué nivel! Unas 20 mesas, sin manteles y paneras de plástico (que sirven además como servilletero) en cada una de ellas. Cocina al fondo con un cocinero que es la mezcla exacta entre el Mago Gandalf y el Pibe Valderrama. Mozos jóvenes, buena onda y además, excelentes intérpretes del lenguaje de señas antigourmetero.

Las cortinas… qué ganas de hablar de las cortinas. Color ocre tirando a verde. Jamás en la historia lavadas. Una verdadera obra de arte antigourmet que merece la admiración de los comensales.

ENTRADAS

Picada: mínima vital y móvil. Con toda la furia te tapa un agujerito de la muela.

PRINCIPALES

Sorrentinos con estofado: solamente de variedad muzzarella y el estofado estaba excelente.

Bife Master: una linda mezcla de ojo de bife, huevo frito, arroz y berenjenas al escabeche. Bomba de tiempo, si estás complicado mirá donde tenés el baño.

Bife Turista: muy parecido al bife master, pero en lugar de arroz viene con papas fritas.

Milanesa Porteña: si la vas a pedir, no tenés que comer entrada, ni pan. Cuando te dan el plato no sabés por donde atacarlo, es la milanesa de los espartanos de 300.

POSTRES

Fresco y batata: altor y anchor justos para el plato. Si bien el queso Mar del Plata estaba rico, la batata no tenía gusto. Digamos que es un placebo de batata.

Tarantela con crema: la pedimos para compartir, está bastante buena pero no nos hizo volver locos.