CLARIFICANDO CONCEPTOS

A esta altura resulta más que claro que Antigourmet se emparenta con la comida tradicional, casera, honesta, esa que encontrábamos en la casa de nuestras abuelas. Y también, imposible negarlo, con la abundancia en los platos. Pero quizás sería bueno hacer una digresión que nos parece importante: esa abundancia no puede suplir la calidad de la comida.

Si nos traen una fuente repleta de rabas, pero están gomosas, o quemadas, o fritas en el mismo aceite que las milanesas y las papas, y por ende resulta imposible saber cuál de las tres estás comiendo, el equipo se indigna. Pero se indigna se indigna. Porque, no jodamos, a nosotros nos encanta morfar, mucho, en cantidades. Pero morfar bien.

Por eso cuando Martín tiró ir a probar un “tenedor libre” hubo caras de “si vas a consumir estupefacientes y no convidar, se va a pudrir todo”. Se armó el debate y lo cierto es que los pergaminos de Tincho hablan bien de sus recomendaciones. Si te dice que vayas a La Pampa a comer empanadas salteñas y una cazuela de mariscos, revisale el aire a las cubiertas y metele pata que seguro vas a comer como los dioses. Así que se optó por hacer el intento, bajo apercibimiento de colgarlo en la plaza en caso de que el lugar fuese un desastre. Porque no jodamos, tampoco somos taaaaaaan buenos.

UN CUENTO CHINO

Cuando a uno le dicen “tenedor libre” inevitablemente piensa en un chino. Es así, no lo van a negar. Salón enorme, muchas mesas, islas de ensaladas y comidas frías y calientes. Con un poco de suerte, algunas estaciones de comida donde podías pedir pescados, pastas, carnes y que te hagan alineación y balanceo del auto. Todo muy grande, todo en exceso. Todo muy noventas menemistas. Todo muy chino.

Fue en esa época que surgió el auge tenedoril y proliferaron a la par de las canchas de paddle (o padel). No estamos seguros si los primeros fueron los chinos, porque hubo de otras comunidades y culturas. Sin ir más lejos, fue un sistema que también los españoles implementaron (si eran o no españoles, es una incógnita; pero decían servir comida española, aunque podías llegar a encontrar sushi en sus bandejas).

Con todos estos preconceptos caímos a El Mayoral, en el barrio de Caballito.

RAÍCES IBÉRICAS

¿Viste todo eso que pensamos que podía llegar a ser el Mayoral? Bueno, nada que ver. Lo cierto es que el nombre nos tendría que haber dado la pauta de lo que nos íbamos a encontrar. Pero creo que nadie se puso a pensar en eso. Nos dijeron comida, buena y mucha, y arrancamos. Mirá si vamos a perder tiempo en analizar la raíz etimológica del nombre del bodegón.

Ahora, resulta que el mayoral es el pastor principal encargado de gobernar una ganadería. Es el capo de los capos. El que tiene cagando al resto de los pastores. El que los manda a laburar mientras se queda tranquilo a la sombra chamuyando con “la china” (que en este caso, no es la misma que la de los tenedores libres o la del supermercado). En definitiva, es el que la tiene más clara que los demás. Ahora, si nos preguntan por qué se les ocurrió ponerle ese nombre a un lugar que tiene tanto que ver con la ganadería como con un taller de tejido a crochet… no tenemos ni idea. Pero bueno, se llama así, no nos pongamos exigentes que el nombre es anecdótico, si se morfa como nos gusta.

Lo único que nos quedó claro es que arrancaron en 1994, que lo suelen frecuentar muchos jugadores de fútbol y entrenadores y que, de chinos (de los orientales eh?), no íbamos a encontrar nada.

Esquina grande, para unas 70 u 80 personas, con manteles, cubre manteles, servilletas impecablemente dobladas sobre los platos, copas, todo muy lindo; lo cual llevó a que empezáramos a mirar raro a Martín (todos, menos JP, que de a poco sentía renacer su faceta gourmet que tanto nos preocupa). Tienen una barra muy linda apenas entrás, con las copas colgadas y en la parte de arriba un desfile de vinos de distintas bodegas como para que te vayas tentando. Y nosotros nos tentamos rápido.

Llegamos en dos tandas, con el invitado de la noche, Gino, hermano de Román, que demostró superarlo ampliamente en lo que a entrarle al diente se trata, aunque luego confesó haber estado a dieta unos días antes, previendo la panzada antigourmetera.

Agarramos la carta que había dando vueltas y nos pusimos a chusmear un rato.

UN PUEBLO LAMADO JULIA (léase Yulia)

Si sos de seguir nuestras recomendaciones, seguro te vas a ir a dar una vuelta por El Mayoral. Y si tenés mucha pero mucha suerte, te va a atender Alberto. Todos los mozos y el personal son unos fenómenos, pero si te toca Alberto, preparate para un sinnúmero de historias.

El tipo te recibe con un jerez, como para entrar en calor mientras vas pispeando qué te vas a morfar. Así que nos mandamos la copita y ya estábamos más como en casa.

Ese sentimiento creció exponencialmente en el momento en que nos dice “muchachos, tranquilos, yo les manejo la mesa”. Que el mozo te reciba así es prácticamente certificado ISO 9001 de que la vas a pasar excelente.

Como siempre, al toque nos pusimos a charlar con Alberto y resultó que el tipo es de Roberts, en la provincia de Buenos Aires, no muy lejos de Junín, así que a los cinco minutos ya estábamos como chanchos con las historias y los conocidos.

Roberts (nosotros estamos convencidos que se llama así porque un tipo vio la película Mujer Bonita y quedó enganchado con Julia, pero parece que el nombre viene de John Roberts, el primer gerente del Ferrocarril del Oeste) es un pueblo de unos 3.000 habitantes que se fundó en 1916 (lo cual echa por tierra la teoría de la película, pero no importa, nos gusta más así) y que centra su economía sobre todo en la agricultura y ganadería (suponemos que habrá mayorales por la zona, pero también es debatible).

La realidad es que de ahí es el genio de Alberto, que trabaja en el lugar desde hace más de 12 años, vive en Avellaneda, es hincha de Independiente y juega a la pelota paleta.

Es uno de los mozos más cuentistas que conocimos. Te traé unas rabas, te cuenta una historia; vuelve con una panera y un vino, meta otra historia. La que más nos gustó es la del partido de fútbol entre los dos equipos de Roberts, que no se transmitía por la radio y por ende nadie sabía cómo había salido. En eso, uno del pueblo vuelve a los gritos que había ganado uno de los dos. Quilombo, fiesta, gastadas para los otros. Hasta que a la hora caen los equipos y se dan cuenta que el vocero del resultado le había errado. Parece que el tipo todavía está corriendo por Lincoln escapando de la horda iracunda que lo quiere amasijar.

Como esas, Alberto tiene un montón. Así que andate preparado para escuchar y divertirte un buen rato.

ARRANCAMOS A MORFAR

Como contábamos al principio, El Mayoral tiene un sistema de tenedor libre, pero ojo, porque es a la carta. Esto es, precio fijo que incluye todos los platos del menú, las veces que quieras, más dos bebidas sin alcohol por persona. Si le vas a entrar al vino, hay que pagarlo aparte. Los vicios son así.

Otro punto importante es que las porciones son para uno, no aptas para compartir. Pero como podés pedir las veces que quieras, y tenés tantas opciones, no vale la pena llenarse con un solo plato. Así que es un punto a favor del lugar.

Y lo mejor de todo es que si te llegás a manchar, como le pasó a Martín cuando quiso hacer un ataque combinado de una cazuela de mariscos con la porción de provoleta (movida estratégica que, claramente, salió mal), el mostro de Alberto te traé el sobrecito de Trenet (¡y chau manchas!). Primer mundo. Ovación de pie.

13

ENTRADAS

Según constató la COPADA* (Contadora Oficial de Platos Aprobados Destruidos por el Antigourmet), en la carta hay doce entradas. Nosotros pedimos once. No sabemos cómo se nos escapó la restante. Está la teoría de que en realidad eran las rabas y estaban repetidas, pero es una de las tantas teorías incomprobables del grupo. Misterio si los hay.

El caso es que nos pedimos esto:

RABAS: Como adelantamos, no vienen muchas, Suficientes para que todos podamos probarlas y concluir que estaban muy buenas. Tiernas y bien fritas, sin ese olor a milanesa / papas / tortilla de papas que a veces impregnan la comida.

MILANESA DE MUZARELLA: Vinieron dos, gorditas, piponas y sobre todo, cocidas como corresponde. Suele pasar que la mila de muzza venga bien en los bordes pero fría en el medio. No es el caso, acá la tienen clara con el tema de la fritanga se ve.

CALAMARETTIS FRITOS: seguimos con lo frito, como para mantener la línea. De película, plato poco común en muchos bodegones, pero si lo saben preparar, hay que pedirlo.

PROVOLETA: Uno de los puntos más altos de la noche. Vinieron tres, tamaño CD (DVD si sos un poco menos viejo), gruesas, bien cocidas, crocantes por fuera, derretidas por dentro. Con una provenzal arriba como para darle un gustito. Es un “sí o sí” del Mayoral.

JAMÓN CRUDO CON RUSA: clásico de los bodegones españoles, es un plato infaltable que no falla. El jamón era de buena calidad y la rusa estaba correcta (nada de esas boludeces de lata).

LECHÓN FRÍO CON RUSA: nosotros insistimos con que todo (o casi todo) queda a la izquierda de Rusia. Y en el Mayoral parece que se coparon con la idea, porque le meten la ensalada de los bolcheviques a todo lo que se les cruza. La ensalada es igual a la que te ponen con el crudo, así que mirá un poco para arriba y vas a ver cómo es. Pero lo vital acá es el lechón frío, manjar de los manjares. Se ve que al chancho lo tienen macerando largo rato en chimi, porque cuando te llega a la mesa está mansito y tierno como para entrarle sin asco. Otro de los platos sobresalientes del lugar.

MATAMBRE: Adiviná con qué viene. Sí, acertaste, ¡con RUSA! Por lo demás, es un matambre de carne de ternera, con huevo, zanahoria, lo que trae el matambre.

QUESO CAPRESSE: Polémica se desató cuando llegó este platito. Para ser honestos, son dos rodajas de muzzarella con dos rodajas de tomate cruzadas y un pesto de albahaca. Por qué le metieron la fantasía con el nombre, es otro de los misterios del Mayoral.

VITTEL THONÉ: Infaltable en cualquier carta de entradas que se precie de tal. Un par de rodajas de pecetto, buena salsa (con mayonesa, eso sí, porque según dicen los que dicen que saben, la salsa original es sin mayo, pero vaya uno a saber), anchoas y alcaparras varias.

CAZUELA DE PULPO: Tenemos dudas si es entrada o principal, pero Alberto lo tiró entre el Queso y el Vittel, así que lo metimos acá. Te vienen unos trozos de pulpo en una cazuelita con una salsa de tomate, morrones y cebolla. Pa’ entrarle sin miedo.

CAZUELA DE PAPA: Apa la papa, ¿y eso? Acá tiraron la fantasía. Te viene una cazuelita con una salsa de crema, cebolla y morrones y adentro te tiran unas papas hervidas. Cualquiera diría que es un engaña pichanga, pero está para recontra chuparse los dedos. Tan bueno que repetimos la vuelta.

Después de probar 11 de 12, el equipo tenía base como para arrancar con los principales, así que le dijimos a Alberto que nos vaya sirviendo lo que le diera la gana. Y el tipo no decepcionó.

PRINCIPALES

BIFE DE CHORIZO RELLENO CON PAPAS FRITAS: Sí, es un bife de chorizo, y sí, viene relleno. Pero no, no lo rellenan con papas fritas, sino con panceta y muzzarella. Así como lo escuchás. Ideal si estás con problemas de colesterol como Martín. Con esto levantás el promedio en seguida.

LOMO AL CHAMPINGNON CON PAPA NOISETTE (o lomo al champiñón con papas nuacet): la carne está buenísima, es un lomo como corresponde. Pero lo mejor del plato es la salsita que baña todo lo demás. Si podés, robate algunas papas del plato del al lado y ponelas a nadar en la salsa que tanto ellas como tu estómago te lo van a agradecer.

SOLOMILLO DE CERDO A LA CREMA DE VERDEO: se sabe que el solomillo es una de las partes más magras del cerdo, suele estar “sequita” y por eso es importante el acompañamiento. Los genios de El Mayoral te tiran una salsa de verdeo que le va de pelos. Se siente el gusto del cerdo y el verdeo va ahí, al ladito, tipo escort (la mina, no el auto), casi sin que te des cuenta, pero está. Otro de los platos para recomendar.

MATAMBRE DE CERDO AL VERDEO: como ya veníamos con el tema del ganado porcino, fuimos a por otro clásico: el matambrito. Plato que no falla. Esté no venía con crema al verdeo, sino con la cebolla directamente arriba. Impecable.

CAZUELA DE PESCADOS Y MEJILLONES: Ahí medio que estábamos bien con la parte cárnica (rojas, digamos), pero Alberto nos dijo que hacían unos pescados que valían la pena probar. “A ver cómo es” dijo Román, fanático de los pescados, y el oriundo de Roberts salió como tiro para la cocina. Al ratito nos trae una preciosa cazuela que llena de pescado y mejillones. Buena porción, muy buena variedad. No te llenás (con ninguno de los platos te llenás, ya te dijimos el porqué más arriba), pero es una excelente opción para cambiar si le venís dando a la vaca como loco.

Abandonamos definitivamente las carnes, pero nos quedaba por ver qué tal las pastas de El Mayoral, así que Alberto nos trajo:

SORRENTINOS A LA MAYORAL: En el plato vienen cuatro, así que el genio nos trajo dos porciones, como para que todos podamos probar sin que corran riesgo las córneas del equipo. La salsa Mayoral es una crema con champiñones y cebolla de verdeo. Suave, tranqui, calza perfecto con la pasta.

SORRENTINOS A LA SCARPARO: Misma cantidad de sorrentinos, un solo plato. Rellenos de muzarella y jamón con la típica salsa scarparo.

A esta altura ya perdimos la cuenta de la cantidad de principales que comimos, pero podemos decirles que fueron suficientes. Si vas a El Mayoral, seguro pero seguro que no te quedás con hambre. De todos modos, el grupo no se amilana tan fácilmente, y pidió la carta para ver qué postres había.

POSTRES

Va el racconto rápido y sin fotografías (a esta altura, el fotógrafo oficial del Antigourmet estaba pasado de vino y morfi).

Pero les podemos contar que comimos un tiramisú, dos bombones (uno suizo y uno escocés, hecho que generó una álgida discusión entre los hermanos Battiato por cuál correspondía a cada uno; discusión que, como de costumbre, terminó en la nada misma), una par de bochas de helado de limón y de chocolate (no podemos recordar quién fue que las pidió, pero si alguien lo sabe, que nos avise porque hay un castigo pendiente) y un almendrado.

Todo eso, regado con un buen lemoncello casero que nos sirvió como bajativo mientras Alberto nos contaba alguna que otra anécdota más.

CONCLUSIÓN

Quizás sea momento de abandonar prejuicios respecto a los tenedores libres. No todos son unos comederos donde todo sabe igual y te atiborran de morfi hasta que te sentís mal. Hay algunos lugares que han optado por el sistema, pero sirven platos bien preparados y de calidad. Dejemos de asociar el término con los chinos, y démosle una oportunidad a El Mayoral, que es una clara muestra de que se puede tomar una buena idea, y hacerla aun mejor.

Al momento de escribir esta reseña el precio por persona era de $195 (con 2 bebidas chicas sin alcohol incluidas).

Fiesta!