ALERTA AL LECTOR: la reseña que vas a leer es del «Preferido» histórico, el de antes, el de siempre, no el que está ahora, al que no fuimos.

DE UN ATERRIZAJE, UNA REVELACIÓN Y ALGUNOS PREFERIDOS.

Antes de salir a comer el equipo se juega un partido de basquet. Despuntamos el vicio de 19 a 20, nos bañanos y salimos a morfarnos la vida. Siempre jugamos en la cancha del Club Palermo, arriba de la Cantina. Y eso está muy bueno porque apenas terminamos ya se comienzan a sentir esas sensaciones que nos gustan tanto: el olorcito a morfi, el sonido de algunos vasos chocando para un brindis y nos topamos con los mozos corriendo (mucho más rápido que nosotros jugando, por supuesto).

La macana ocurrió unos 10 minutos antes de terminar el partidito. El Dr. Pait ya había pedido el cambio porque anda con dolores de espalda. Y el partido estaba parejo. Viste como es. Ponele que era un partido a 20 puntos, íbamos 17 a 16. Viene un ataque rápido, una imprecisión en un pase y la pelota se va picando derechito a la tribuna. Matías la corre y pispea de reojo cuando Román sale disparado como una flecha para el contraataque. La pelota pica en un tablón de la tribuna, Matías la agarra con las dos manos, enfila los pies para el otro aro y a la carrera va a tirar el pase largo para Román, cuando de repente… aparece ella.

Robusta, firme, inmutable, pétrea.

Ella, es la pata de madera que sostiene toda la tribuna.

No se dan una idea lo complicado que es apoyar las palmas para evitar partirse la cabeza, cuando uno tiene la pelota agarrada con las dos manos. La cantidad de veces que el tipo rebotó fue escalofriante. Primero pegó en el segundo escalón con el muslo izquierdo. Luego, el codo derecho en el filo del escalón de abajo. Después, las dos rodillas chocaron en dos tablones distintos. Y por último… la pera. Como si fuese un viejo avión Concorde la iba levantando a medida que aterrizaba. Menos mal que tenía algo (y algo es algo mínimo) de velocidad cuando empezó la caída porque sino todavía estamos buscando los fragmentos de mandíbula.

Obviamente, nadie lo fue a levantar. Estaban todos cagándose de risa, tirados en el parquet, abrazados. Incluso el Nano Molina dijo arrepentido:

Justo estaba de espaldas y no pude ver cuando se hacía mierda; me quiero matar.

Esa es la camaradería necesaria en un equipo para que el mismo subsista.

Después del aterrizaje, dimos por terminado el partido y nos fuimos a bañar. Matías no paraba de quejarse de aproximadamente 19 dolores distintos. Cuando nos estábamos terminando de cambiar en el vestuario, hubo una revelación. Salió a la luz una idea que hacía mucho tiempo se venía maquinando en nuestras mentes, nuestros corazones y básicamente, en nuestros cuerpos: ESTAMOS VIEJOS.

Fue en ese momento cuando Martín se iluminó y dijo:

Vayamos a algún lugar cerca, porque cuando esta momia se enfríe no se mueve más por una semana.

La verdad que un comentario de esta magnitud, viniendo de una persona que se tiene que tomar un Diclofenac para levantarse todas las mañanas… es bastante fuerte, jugado, hasta se diría que es medio golpe bajo; pero se lo dejamos pasar porque Martín es buen tipo.

Todos estuvieron de acuerdo en que no era una noche indicada como para irnos a Quilmes a comer. Entonces agarramos el GPS mental, comenzó el «recalculando» y cuando terminamos de procesar las distintas opciones, nos decidimos por un viejo conocido del barrio.

EL ANTIGOURMET Y SUS COLORES PREFERIDOS

Cuando llegás a Borges y Guatemala, te encontrás con El Preferido de Palermo. Lo primero que te llama la atención es la esquina centenaria, con una hermosa puerta de madera en la ochava (de esas que tienen dos vidriecitos arriba), dos faroles y dos carteles de Quilmes; todo en perfecta simetría.

Este bar y restaurante funciona dentro de un tremendo edificio, de una sola planta, de color…

Y acá se armó el quilombo. Porque justo pasó caminando por la vereda una señora mayor, con otras dos amigas, y mientras señalaba la fachada dijo:

Miren, un estilo así pintamos la quinta, es color watermellon.

Y ahí nomás se pudrió todo. Porque en nuestro caso vemos el mundo en 16 colores, como los monitores viejos que siguieron a los monocromáticos. Nuestro cerebro primitivo es capaz de reconocer el negro, el blanco y los grises. Después siguen: rojo, verde claro, verde oscuro, azul, amarillo, celeste, rosa, naranja, marrón, alguno parecido al violeta y pará de contar.

De la misma forma que nos indigna cuando los gourmets catalogan a una mixta como: colchón de verdes con pepitas tomatinas. O cuando a un helado de naranja le ponen: Orange Cream Gold Pencilbox Chocolatto. De esa misma manera, nos calentamos cuando escuchamos:

Me compré un auto, es color negro noche.

No, loco. No. ¿Cómo me definís a la noche? ¿Estaba estrellada o llovía a reventar? ¿Y si había niebla? No me vas a decir que tu auto negro noche viene con una niebla que lo sigue, como una bruma personal, mientras vos manejás y sos Batman. No mostro, te compraste un auto color negro (o gris en cualquiera de sus variantes).

Esto hizo ponernos a reflexionar sobre el tema y obtuvimos la siguiente lista de colores no aceptados por el movimiento Antigourmetero:

  • Ocre (del latín ochra, y este del griego ὤχρα [ōchra], de ὠχρός [ōchros], que significa: ‘amarillo’)
  • Beige (castaño claro, marrón claro, ocre anaranjado o rosa ocráceo; decidite hermano)
  • Peltre (indignante porque no sabemos ni qué carajo es)
  • Calipso (es el barco de Jacques Cousteau)
  • Ceniza (si, dale, te compraste algo que salió de un volcán)
  • Verde Ceniza (y además era el volcán de Hulk)
  • Salmón (ya está usado por un pescado)
  • Caqui (no)
  • Tierra de Siena Tostada (basta con la gilada)
  • Blanco de Cadmio (ya que él le puso el nombre, que lo use Cadmio solamente)
  • Azul ultramar, Azul cobalto, Azul de Prusia, Azul paquete de vela, etc., etc., etc. (todos azules)

No es así la vida. Todo debería ser mucho más simple y honesto. Uno no puede comprar un paquete de velas y automáticamente ponerle nombre a un color.

Deberíamos haber frenado a esa señora, sentarla en un banco de plaza y explicarle despacito que no existe el color sandía. Así que habiendo definido la situación colorimétrica (?) de la cosa, podemos afirmar que el color de la pared de El Preferido es rosa. Fin.

EL SALÓN, PECES, ARAÑAS Y UNA CARTA COMPLICADA

Entramos por la ochava y estaba hasta las bolas de gente. Pero notamos algo raro, porque había muchas sillas altas y casi todos comiendo picadas. Preguntamos por la mesa que habíamos reservado y ahí nomás nos dijeron que al restaurante se entraba por al lado. Volvimos a la calle, pero con ganas de quedarnos en el bar, porque tiene mil cosas en las paredes como para ir chusmeando mientras comíamos.

Entramos por la puerta que está sobre Borges y nos encontramos con la otra parte de El Preferido. El lado B. Unas cuantas mesas, todas llenas de comensales, bien puesto. Manteles con cuadraditos (que eso suma como loco en el arranque de la noche), copas de vino con el logo del local y unas sillas de las más cómodas que recordemos, tipo cine es la cosa acá.

Nos sentamos en la última mesa y a donde estábamos no llegaba internet. El mozo macanudazo que nos atendió durante toda la noche nos trajo otro Wifi que es el que usan ellos. Esos detalles para nosotros valen mucha guita. Ahí nomás Matías sacó la libretita para anotar el gesto, y generó mucha polémica por el tamaño del elemento anotador (como mucho 5 x 5 cm). JP prometió regalarle una nueva para el cumple.

En el techo, 5 arañas. No es que haga falta bajarlas a escobazos, sino que son arañas de la lú. Todas de color negro (negro, negro) con 8 lámparas cada una de ellas, lo que da un total de 40 elementos lumínicos, de los cuales 6 estaban quemados, mal enroscados o con algún tipo de problema eléctrico que nos excede.

Una pecera, es el elemento más colgado del lugar. La pecera tiene peces y están vivos. Podemos decir que están extremadamente vivarachos. Por eso, varios integrantes opinaron sobre las rutinas alimentarias de los pescaditos, ya que cabe la posibilidad que al sobrar una porción de berenjenas o un plato de fucciles, el mozo revolee el morfi adentro de la pecera. Habría que preguntarles en una próxima visita.

En las paredes tenés colgados dos líneas de escudos. En la superior, los escudos grandotes de las regiones de España, y en la inferior, escudos más peques con los apellidos de las casas. El piso es bipolar. Por un lado hay madera, que está 10 veces mejor que la cancha de basquet donde jugamos nosotros. Y por el otro lado tenés mosaicos. Hay 3 aires acondicionados y un cuadro grandote con la receta de la fabada (que a la postre, el mozo sabía de memoria).

Estuvimos complicados para elegir el morfi, porque la carta es un quilombo en el ordenamiento de platos. Está por ingrediente (ponele). Entonces las tortillas las tenés en la página 5 bajo el título «Papas». Una cosa rara. Así que andá con paciencia, leé mucho porque podés encontrar cosas copadas en cualquier lugar. Un detalle palermitano es que está en inglés. Y un detalle mucho más importante, es que tiene fotos de los platos emblemas del lugar.

ENTRADAS

Apareció Roberto, el mozo que nos tocó en suerte, y nos fue trayendo la bebida y la panera. Pero antes de avanzar con las entradas, queremos hacer un punto y aparte —–> .

¿Por qué? Porque la panera viene con bastante pan y grisines, pero lo mágico es el paté que acompaña la cortesía. Nosotros eramos 5 personas y nos clavaron 3 compoteras contudendentes. El paté estaba muy suave, con crema y mucha manteca. Una genialidad para arrancar que nos llamó mucho la atención y nos apaciguó el hambre automáticamente.

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¿Qué pedimos?

Rabas: acá nos sorprendieron un poco, porque el plato viene 70% rabas y 30% papas españolas. No sabemos porqué, tampoco lo preguntamos, pero es raro. Obviamente nos comimos todo che, pero si uno pide rabas, lo normal es que vengan rabas. El limón era tremendamente jugoso, lo que provocó lesiones en las córneas de 2 comensales de nuestra mesa y de una persona de la mesa vecina. Un poco elevado el precio para nuestro gusto.

Tortilla a la española: viene cortada (bien marcada) en 4 pedazos y babé full full. Algo que nos gustó mucho es que el chorizo colorado, además de tener en abundancia, viene trozado en pedacitos chiquitos. Esto evita que se pudra todo cuando alguno se afana la única rodaja del chacinado. Terriblemente bien hecha la tortilla; mucho huevo y perejil. Comimos los 5 una buena porción y alcanzó bárbaro.

ROBERTO, UN TUCUMANO COPADO

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Gracias Roberto por tu atención

Uno de los puntos altos de la noche fue la atención que nos regaló Roberto. Este tucumano (que es el más chico de 8 hermanos y simpatizante de Atlético de Tucumán), hace 18 años se instaló en Capital y tiene un don para simplificarte la vida. Te recomienda platos y porciones al toque sin tener que preguntarle nada. Atiende rápido, pero tranquilo, aptitudes que a veces no van de la mano. Incluso nos sorprendió porque se sabía de memoria los textos de un cuadro colgado que tiene la receta de la fabada asturiana.

Siempre es bueno encontrarnos con personas como él, que son mozos de profesión y les gusta tanto su laburo. Gracias Roberto querido, por aguantar a esta banda, atendernos 10 puntos y tomarte el tiempo para charlar un ratito.

PLATOS PRINCIPALES

Acá le vamos a tener que hacer un monumento a Facundo. Es raro, porque normalmente es al que más le pegamos por la cantidad de boludeces que se manda, pero en esta noche la rompió toda.

El tipo se hizo cargo de la distribución, acomodación, logisticación y partición de todos los platos que pedimos. Como algunos tenían caldo y muchos ingredientes (como el chorizo colorado) que todos queríamos, Facu se encargó de realizar cortes quirúrgicos para que a todos nos toque un poquito.

Sinceramente, para sacarse el sombrero ante la precisión alemana y/o japonesa del muchacho. Una rodaja de longaniza cortada en 5 partes iguales, no se ve todos los días y lograrlo no es moco de pavo.

Entonces… lo que pedimos fue:

Escalopes a la marsalla: una bandeja de metal tamaño Oficio. Vienen 5 escalopes muy sabrosos y muchísimo puré tirado como a espatulazos. El líquido afloja el empanado al toque, en una especie de reacción abrasiva, por lo tanto hay que manducarlo rápido.

Fabada asturiana: como dijimos, hay un cuadro con la receta en una de las paredes. Es un contundente guiso con porotos, panceta, chorizo, morcilla, papa, cebolla y para Matías tenía batata también (pero nadie lo escuchó). Mucho, pero mucho azafrán. Una sobreabundancia de porotos según Facu. Es un plato que nunca habíamos pedido y estuvo bueno testearlo. La mesa estuvo bien dividida en opiniones, algunos la volverían a pedir y otros sintieron que los porotos no cumplieron las expectativas. Vaya y saque sus propias conclusiones que eso es parte del antigourmetismo.

Callos a la madrileña: si estás distraído o distraída, acordate que los callos son el mondongo. Porque te podés hacer una ilusión enorme acerca de cómo serán los callos y cuando te llega el plato decís: «pero esto es mondongo». Una porción para compartir, en la carta figura para 1, pero es bien generosa (salvo que sea lo único que vayas a comer). Bien caliente. Ojo con el primer cucharazo porque aparecen ampollas al toque.

POSTRES

Natilla: es lo mismo que pedirte un Serenito de vainilla. No.

Panqueques: vienen en una tremenda dupla. Explotan de un dulce de leche muy rico y pegajoso. Pero la joda está arriba. Tiene chocolate rayado y una salsa de chocolate arriba que es para babear una hora y media. Calentito. Muy rico plato para irse a dormir chocho de la vida.

Arroz con leche: el fundamentalista de JP sigue tratando de convencernos con el arroz con leche, con canela y dulce de leche. Y lo único que atinó a decir fue: «está muy bueno». Y no convidó. Así que vaya uno a saber qué otra sensación le brindó. Para la gente que ama el Arroz con leche, como JJ Perdomo, es un datazo porque no hay muchos lugares que lo tengan en su carta.

Y por último, para cerrar la noche, lo que nos pasa siempre…

BAJATIVO

Facundo tiene un TOC. En realidad no sabemos cómo explicarlo, pero el tipo espera a que terminemos de comer la última cucharada de postre para tirar una frase demoledora:

Che, ¿pedimos otro vino?

Sinceramente te condiciona. Porque uno viene como para juntar 3 sillas y acostarse a dormir ahí nomás. El tipo te mete presión y si le decís algo como: «dejate de joder», te tilda de cagón, de amargo, de mal compañero, de llorón y de un montón de cosas más. Te lo pregunta insistentemente hasta que te infla tanto las bolas que terminás pidiendo vos otra botella con tal de que se calle la boca.

En esta oportunidad, Roberto nos salvó. Porque estábamos a punto de pedir otro vinito cuando lo vimos pasar con una botella de Lemoncello casero. Le hicimos seña, nos trajo unos vasitos y metimos un brindis… El primero de varios, porque estaba re contra mil bueno.

Martín y Matías, después de tomarse lo que habían sobrado de los otros vasos, pidieron otra ronda y recién ahí nos dimos cuenta de que estábamos solos en el salón. Todo el mundo se había ido a dormir y nosotros estábamos acaloradísimos y con ganas de arrancar de nuevo a comer.

Roberto nos miró como diciendo:

Yo les alcanzo la botella, les dejo la llave del local y me voy a la mierda muchachos. Cuando terminen me dejan la llave abajo de la maceta y listo.

Nos hubiésemos quedado un ratito más charlando, eso habla muy bien de lo cómodo que nos sentimos en el lugar. Nos rescatamos y emprendimos la retirada. Bien emponchados porque hacía un frío de morirse en la calle, pero con el corazón más que contento por la cantidad de calorías suministradas.

CONCLUSIÓN

El Preferido es un bar/restaurante muy conocido de Capital Federal. Si buscás notas sobre bodegones, cantinas o clubes emblemáticos seguramente te aparezca la referencia al toque. Tiene un montón de años dando de morfar muy bien y lo teníamos que visitar en algún momento.

Acordate que cuando el mozo te da la llave del lugar es el momento de irte. Podés probar salir corriendo con la botella de lemoncello, pero acordate de poner el candado y dejar la llave abajo de la maceta.

No es un lugar de los más barato. Pero todo depende de lo que vayas a comer y, por supuesto, de lo que tomes. Como toda esa zona, es un lugar medio complicado para estacionar. Así que andá con paciencia. Otro dato importante es que la cocina cierra a las 0:30, así que ojo con los horarios.

En el Facebook varias personas postearon que comer en la esquina es más barato que en el salón. Eso no lo podemos asegurar, así que vamos a tener que volver. Total, ahora que sabemos que la fachada es rosa no nos podemos perder.

El Preferido, un clásico en el medio de Palermo. Un lindo lugar para darse un gustito.

¡Salud!