LA PELEA COMO GENERADOR DE CONTENIDO.

Como generalmente sucede con este grupo de inadaptados, nuestras historias comienzan con una discusión. Y esa discusión usualmente tiene dos contrincantes: Facundo y cualquier otra persona que tenga la pésima idea de estar en desacuerdo con él.

Es así. Facu tiene muchísimas virtudes, todas apreciadas por el resto del grupo. Pero cuando se arma una discusión, el tipo ve rojo. Y no para. No para hasta que gana (o pierde, pero igualmente sigue diciendo que gana), lo que generalmente lleva a conflictos totalmente desproporcionados.

Ha sido parte de grandes confrontaciones a lo largo de su vida. Épicas. Incluso se dice que el combate entre Aquiles y Héctor en la Illíada de Homero está inspirado en una agarrada de Facu y Martín por la última raba de la bandeja.

Que quede bien en claro: en el fondo es un pan de Dios, pero a veces … bueno, se le sale un poco la cadena.

Ese día todo empezó post programa de radio (les recordamos que estamos los viernes de 20 a 22 en radiocolmena.com.ar) cuando propuso que fuéramos a un bodegón en Boedo, cerca de la autopista. Punto desencadenante de la discusión. Porque Román lo contradijo en cuando a la locación exacta del lugar. Que es en tal calle, que es en tal otra; que es de este lado de la autopista, que es del otro lado. Luego todo se desvirtuó y terminaron peleando por la crisis de Medio Oriente y el precio del tomate en la verdulería de la esquina. Uno podría pensar que estamos exagerando, que no es posible que se arme tal quilombo por la dirección de un bodegón. Pero qué quieren que les digamos: somos así.

En fin, después de idas y venidas (varias), por fin llegamos a lo de Martita, que queda de este lado de la autopista (si venís del centro), o del otro lado (si venís del otro lado) en la esquina de Cochabamba y Colombres.

EL LUGAR

Lo primero que hay que decir es que el salón no es muy grande, y por ende suele estar lleno. Es una esquina que debe tener quichicientos años, con ventanales y puerta de vidrio, y una persiana de chapa de los viejos almacenes (de esas subibles y bajables con cadena) que te emociona de sólo verla. Es imposible contemplar esa obra de la ingeniería y no rememorar el negocio de la esquinda donde te llevaba tu abuela a comprar el salchichón primavera para la picada del domingo y vos ibas todo emocionado porque por ahí, como quien no quiere la cosa, te ligabas un chocolatín Jack (con juguetito incluido).

Como decíamos, las dimensiones del local son normales, típicos de esquina, pero tanto Daniel (el dueño), como Marta (Martita, su mujer y musa inspiradora del nombre del bodegón) y Patricia (hija de ambos) tienen un máster en Administración Espacial y Ubicación de Mesas, Sillas y Clientes (lo dan en la Universidad de Cambridge, lunes, miércoles y viernes de 14 a 19 hs.; pueden averiguar más en http://www.cam.ac.uk/). Eso les permite hacer milagros de distribución y encontrar sitio para todos los comensales que tienen la suerte de pasar a visitarlos. Y si la esquematización no cierra, acuden a la colocación de mesas en la calle, donde podés sentarte a morfar re piola sin que nadie te moleste.

Ese día éramos seis, entre los que estaba un invitado correntino, el Pinchi, cuyo padre es un eximio cocinero y él, curiosamente, no come mariscos (esto tendrá relevancia más adelante en el relato, no sean desesperados che!).

Estábamos con La Bestia Sanitaria esperando el arribo de Duffman y compañía, haciendo números, cuentas, dibujos y esquemas mentales, y no encontrábamos forma de que pudieran meter a seis más dentro del recinto. Pero en cinco minutos Patricia sentó a dos en una cabecera, a otro lo mandó a comer a la cocina y a uno le armó una vianda para que nosotros nos podamos sentar tranquilos en una mesa adecuadamente dispuesta al lado de una de las ventanas. Un epetáculo.

En las paredes impera el gris (que quizás en algún momento haya sido otro color) y el blanco. Eso en las porciones que se dejan ver, porque hay un chillón de gorras, fotos de famosos y camisetas de equipos de fútbol que la empapelan de punta a punta.

Si querés ir con los muchachos a ver el partido, quedate tranqui: hay TV LED que te lo sintoniza al toque. Y por el tema refrigeración tampoco te hagas drama, porque Daniel tiene puestos un par de ventiladores y un aire acondicionado gigante como para que puedas entrarle a la comida sin que se te suban los calores.

TODO EN FAMILIA

Como dijimos, Daniel, Martita y Patricia están a cargo del local. Y ellos hacen todo. Daniel está detrás de la barra, Marta y Patricia atienden las mesas, hablan con los clientes y enseguida te hacen sentir que estás en tu casa. Hace más de diecisiete años que están ahí, con planes de quedarse muchos más. Un detalle curioso es que madre e hija estaban vestidas igual: Jean azul y camiseta sin mangas blanca. Y tienen el mismo color de pelo. No nos quedó demasiado claro quién se copió de quién, porque hubo acusaciones cruzadas al respecto.

LOS PLATOS

Como solemos destacar en nuestras reseñas, Martita tiene un detalle que nos parece vital: las recomendaciones están fileteadas en las ventanas. Ya no estamos hablando de un pizarrón, sino directamente de un trabajo artístico en los ventanales de la esquina a donde podés acudir para tentarte con una infinidad de cosas, sin tener que andar perdiendo el tiempo con la carta (que en realidad es un papel impreso con algunas anotaciones en los márgenes; ¡precioso!).

Muchas veces nos pasa que pegamos buena onda con la gente del lugar y entonces les pedimos que nos traigan lo que ellos quieran, como para ir probando de todo. Esta fue una de esas ocasiones y lo cierto es que no le erraron en nada de lo que nos sirvieron.

ENTRADAS

Empanadas santiagueñas: “especialidad de la casa” reza una de las ventanas. Son especialmente especiales, para comer con las patas abiertas. Fritas, rellenas de carne picada con algunos toquecitos secretos, te dan ganas de meterte una docena ahí nomás. Por suerte Patricia nos frenó y dijo que dejáramos lugar para lo que se venía. Imposible no pedirlas.

Muzzarellas con tomate, morrón y albahaca: Es una especie de capresse, viene en un platito como para picar. Más que bien para ir entrando en ritmo. Los morrones, impecables. Los tienen nadando en aceite hasta que se convierten en eximios competidores de los cien metros mariposa. Y tienen ajo. Mucho ajo. Como a nosotros nos gusta.

Langostinos fritos con papas fritas y mayonesa: plato light, bajo en colesterol. Todo frito, creemos que hasta la mayonesa. Importante tamaño de los langostinos, recontra fritos y recontra ricos. Lástima que el Pinchi, invitado especial, no los pudo probar (a nosotros solos se nos ocurre llevar a comer a lo de Martita a un tipo que no le gustan los mariscos).

Torrejas de acelga: también fritas, también muy potentes y sabrosas. Tamaño: impecable, justo para acompañar el resto de las entradas.

Detalle: no hay mucha variedad de vinos; de hecho, prácticamente no hay variedad. Pero tienen los clásicos, y para el Antigourmet eso es más que suficiente.

PRINCIPALES

No estamos demasiado seguros en qué momento pasamos de las entradas a los principales, pero vamos a establecer el punto de quiebre en el momento en que Patricia nos trajo el risotto.

Risotto con champiñones y langostinos: seguimos con los mariscos, el Pinchi sigue pasando hambre. Pero ese risotto era una belleza. Le salían bichos por todos lados. El tamaño de los langostinos es algo para destacar, son los mismos que antes vinieron fritos. Gigantes, riquísimos, con un montón de carne. Recontra recomendable.

Cintas negras con salsa de calamar, camarones y langostinos: parecía que la idea era que el invitado la pasara mal. Seguían desfilando platos con esos animalitos de mar que a todos (salvo al Pinchi) tanto nos gustan. De los langostinos y camarones ya hablamos, así que vamos con la pasta. Negra, hecha con tinta de calamar, eran excelentes. Abundante porción con la salsa que los acompañaba a la perfección. Dato de color: Patricia nos prohibió ponerle queso a esta delicia. Y cuando digo nos prohibió, hubo amenaza con cuchillo parrillero y todo. Ojo al piojo.

Matambre de cerdo a la parrilla con papas españolas: y un día el Pinchi pudo comer. Y le entró al matambre como loco. No era para menos. Estaba tierno, era gigante y las papas acompañaban perfectamente. Buena opción para salir un poco de la marisquería y los frutos de mar.

Fucilles al fierrito con tuco, pesto y una tonelada de queso rallado: parece que todo el queso que no se le puede poner a las cintas de calamar, se lo meten a los fucilles. Señora, pídalos y se va a ir contenta a dormir mirando la pared (ojo con el ajo del pesto, fuerte).

Pulpo a la gallega con papas hervidas: el number one, champions league, the top of the top. La recontra especialidad de la casa. Patricia nos cayó con una fuente gigante, con los brazos del octópodo enteros, sobre una montaña de papas hervidas. Ahí nomás, agarró el pimentón y le empezó a dar duro y parejo hasta que el bicho prácticamente desapareció debajo de ese polvo colorado. Acto seguido, apareció la botella de aceite de oliva. Si cada vez que preparan uno de estos platos le ponen tanto óleo, seguramente Daniel tiene una plantación de olivares en el fondo de la casa. Y ahí nomás, luego de ahogar al animalito, cazó dos cucharas y lo trozó todo en pedacitos chiquititos para que le podamos entrar junto con las papas. Contame de hacer arte con la comida. Creo que a Ringo se le cayó un lagrimón cuando vio lo precioso que estaba ese animal. Después de probarlo nos pusimos a cantar acerca de su jardín. Imposible no quererlo.

POSTRES

Honestamente no recordamos qué postres comimos. Somos los Antigourmet, tampoco vamos a estar tan organizados. Sabemos que hubo un tiramisú, otro de los clásicos de la casa, bien casero, bien pulenta, una locura. Y Daniel después nos trajo una botella de champagne y unas cerezas como para cerrar la noche meta chupi y charla.

CONCLUSIÓN

Martita es un lugar que no se puede obviar en la gira bodegonera. De ambiente familiar, atendido por sus dueños, te hacen sentir en casa. Se especializan sobre todo en mariscos, pero el resto de la carta no desentona para nada. Pareciera que todo lo que tienen son especialidades. La onda de Patricia para atender es impresionante. Vayan, vean, prueben y disfruten de una auténtica experiencia antigourmetera. No digan que no les avisamos. Ah, y en el caso de que se pregunten, el Pinchi no se quedó con hambre.