Mila namber chu
Fuimos a comer a la ochava que surge de la intersección de Díaz Vélez y Acuña de Figueroa, en el maravilloso y bodegonero barrio de Almagro.
El dueño de Acuña se llama Matías. Debo decir que no conozco a ningún Matías que me caiga mal. Así que de movida con mi tocayo pegamos buena onda.
Acuña se llama así por algo muy simple, pero… al mismo tiempo… sienta las bases de lo que significa este lugar para sus comensales. Matías y sus amigos son nacidos y criados en el barrio. Jugaron a la pelota, festejaron cumpleaños y dieron su primer beso en las veredas de la calle Acuña de Figueroa.
Hoy, 30 años después, el nombre del grupo de whatsapp de estos pibes se llama ACUÑA. Porque uno es de donde se crió. Y cuando Matías se hizo cargo del lugar en 2017, no dudó ni un segundo, el nombre estaba cantado: ACUÑA BAR. O también podría conocerse como el punto de encuentro de todos esos pibes y pibas, que hoy son adultos, y siguen fortaleciendo los lazos de amistad.
Y se nota. Y se vive. Y se siente.
Porque mientras estábamos comiendo, todo el tiempo entraban y salían los ACUÑA.
Algunos pasaron a saludar.
Un par pasaron a tomar algo.
Otros, se sentaron en la mesa que está al lado de la barra.
Todos entraron y se instalaron como si fuese la cocina de su casa.
Los Acuña son un montón. Porque cada integrante trajo a otros grupos de amigos.
– Te manda saludos Luisito Pagani (me dijo el dueño después de servir las berenjenas de cortesía).
¿Cómo se enteró que estaba comiendo ahí? Ni idea. Pero el hijo del gran Horacio es un Acuña y los Acuñas están todos conectados.
El lugar es chiquito, acogedor y familiero. Cinco mesas adentro y cuatro afuera, con sus respectivos mantelitos cuadrillé.
Acuña se pone lindo cuando uno mira para arriba, porque hay unos objetos espectaculares en la cornisa.
Lindo detalle. Creo que es la primera vez que vamos a un bodegón con libros para manotear y sentarse a leer.
Ojalá se disperse y propague la idea en todos los bares. Yo agarré uno de Michael Moore, el demencial director de cine. En el libro narra con lujo de detalles el día que cerraron Wall Street con RATM. Casi que me pierdo en la lectura, pero llegó el morfi. Y esto… es todo lo que comimos.
Dato clave: vino la quesera con sobrecitos y… una tijerita verde que fue como volver a pre-escolar.
Matías nos dijo:
– En Acuña la bajada de línea es COCINAR PARA LA FAMILIA.
Y en estos pequeños detalles, gestos y atención es donde se ve ese clarísimo norte familiero que persigue su boliche. Nos despedimos de Acuña con 2 altas y 2 bajas.
El flan mixto y el arroz con leche.
La muela de Facu y el pantalón del primo.
El pantalón sufrió un alto percance porque Nico abrió una botella de Cunnington que estaba batidísima y lo bañó completito.
En fin… ¡¿Quién no se manchó alguna vez en un bodegón?!
Gracias amigos de Acuña Bar por recibirnos. Y a seguir por este camino.
Te invitamos a visitarlos, porque para nosotros: TODO EL AÑO ES BODEGÓN.
Salud!
PD: Contanos… ¿En qué bodegón te sentís como en casa?
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