A LA IZQUIERDA DE RUSIA

Santiago de Compostela es famosa por sus peregrinaciones. Hay 12 caminos distintos para llegar, con distancias que van desde los 240 km. a los 940 km. (el camino francés).

Para identificar el Camino de Santiago se utiliza una flecha amarilla que apunta siempre para la derecha.

Matías, que afirma haber cursado Cartografía en Harvard, teorizó un poco y afirmó qué: «si seguimos todo el tiempo esa flecha vamos a llegar en algún momento a Rusia; que siempre está a nuestra derecha».

La conclusión: el 95% de las veces que seguimos la flecha nos perdimos para la mierda. Así que por ahora seguimos en España y Rusia tendrá que esperar.

PARIENTES DEL PTERODÁCTILO

Paula estaba tomando un vaso de vino en la puerta de un restaurante, y de repente se escucha un «Uhhhhh», seguido por un peregrino todo mojado, un par de puteadas y un montón de risas.

Parece que una paloma «la atacó» y la mina, en defensa propia, empezó a agitar los brazos para sobrevivir. Sin darse cuenta que en una mano tenía el vaso lleno de vino.

Pobre peregrino… venir caminando 900 km. y cuando llegás a destino te reciben con un vinazo en el ojo. Calculamos que lo podés tomar como el culo, como una señal o como un milagro.

Ahora estamos preocupados por si hay otro ataque de palomas.

No vaya a ser cosa que en lugar de una copa de vino, la mina tenga al bebé en brazos. Todos caminamos atrás de ella, esperando que lo revolee para atajarlo. Precavidos.

ALGÚN DÍA TENÍA QUE PARAR

La misma gente de Santiago de Compostela dice que acá llueven unos 400 días al año. Una de dos, o nos estaban tomando el pelo o acá manejar el calendario de Nacho el Mimo, que tiene algunos días extras.

NUEVO TOC DE JP

Ahora no solamente te dice que «no vamos a llegar» (sin saber a dónde estamos yendo), sino que ahora le agregó el famoso «está todo cerrado».

A dónde están yendo?

A comer al Mercado de Abastos.

Seguro que está todo cerrado.

Paráaaaaaaa un poooooco! Hay 900 puestos de pescadores, alguno me va a vender algo. Son las 12 del mediodía hermano. No sabemos de dónde le vienen estos ataques, pero seguiremos investigando los orígenes para ver si lo calmamos.

TIRAMOS UNA IDEA OLFATIVA

Acá se come pescado todo el año y, por ejemplo, en el Mercado de Abastos el olor no es a pescadería, sino que es una fragancia muy rica, no muy invasiva, que se parece un perfume.

¡Anotalo Glade!

Por ahí podés sacar una edición limitada «Glade Anchoa Copada» o «Glade Berberechos del Bosque». Una explosión de aromas.

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  1. MERCADO DE ABASTOS

Visitamos el mítico Mercado, donde históricamente los pescadores venden el fruto de su laburo.

Hay que tener dos datos en cuenta: a) los domingos no se trabaja, por lo tanto no se pesca y no se vende pescado; b) los lunes se sale a pescar, por lo tanto recién el martes es cuando cae el pescado fresco.

Es impresionante la variedad que hay. Un montón de bichos que ni siquiera conocíamos sus nombres. Carabineros. Buey de Mar. Bogavantes. Anguilas. Mejillones. Ostras. Cigalas. Zamburiñas.

Nos informaron que si comprábamos el pescado en el Mercado, lo podíamos llevar a cualquier restaurante de alrededor y nos cobraban unos euros por cocinarlo (dentro del puerto €4 y fuera del puerto €6).

Compramos: 2 kg. de buey de mar, 2 kg. de berberechos y 2 kg. de mejillones. y con la bolsa llena de bichos nos cruzamos a uno de los lugares que queda al toque del Mercado.

MESÓN EL HISPANO

Nos metimos a la cocina del lugar para ver cómo cocinaban lo que llevamos y nos volvimos locos con la prolijidad y la limpieza de la cocina. Estaba IMPECABLE.

En una ollita marrón estaban nuestros bueyes de mar, con algo de laurel y sal. En otra los mejillones. La cocinera nos dijo que teníamos que esperar unos 20/25 minutos.

¡Nos mató!

El hambre y la espera hacían estragos en el equipo. Matías y Román se comieron una canasta entera de pan. Facundo se quería comer el pimentón dulce que había comprado. JP se cruzó al mercado a comprar un queso de tetilla, cortaba pedazos con los dedos y los repartía entre los comensales. Neanderthaloides.

Por suerte, llegaron los platazos y nos pudimos dar el gustito de probar el Buey de Mar.

Me parece que hay que dar vuelta el bicho – dijo Vicky. Y se largó una maratón de frases picantes durante 12 minutos que giraban alrededor del tema planteado.

Al margen de la pavada, el Buey está lleno de carne blanca, como si fuese pechuga de pollo y con un saborcito muy rico, que sumado al limón y a la pimienta viaja como trompada de loco.

Los berberechos y los mejillones… vean las fotos. Son increíbles.

Terminamos de comer, pagamos y el equipo se dividió.

LA SIESTA ES SAGRADA

Matías se la pasa durmiendo. El reseñador del equipo necesita, extraña y ama la siesta.

Le decimos todo el tiempo que está en Europa, que tiene que conocer, que tiene que aprovechar el tiempo, que esto, que lo otro. El tipo te responde con un «tenés razón, pero yo me duermo».

Por eso, se quedó en La Alameda, planchado en el pastito, al solcito, retozando y feliz.

Eran las 16:30 y si volvíamos al hotel, había grandes chances de seguir el camino de Matías. Por eso fue que el equipo se decidió a realizar una nueva ronda de bares.

RONDA DE BARES II

Acá va la lista de los que visitamos y lo que testeamos en cada uno. Como el reseñador y su libretita estaban durmiendo, no hay un montón de datos, pero hacemos el intento igual.

– A Taberna da Chorima. Cañas. Sin info de morfi.

– Cueva de los Tigres Rabiosos. La atención no fue muy buena. Para colmo pedimos cañas y nos vinieron sin tapas. De todos los lugares que visitamos, de lo que menos nos gustó.

– Entre Ruas. Acá sale €1,80 la caña y te dan una tapita de algo. Como era medio tarde les quedaban solamente aceitunas, pero estaban ricas. Lindo lugar.

– Bar La Tita. Cañas para todos. Y para comer pedimos unas croquetas de zamburiñas y una tortilla. Vino bien babé, como nos gusta, pero además tenía mucho huevo y arriba de la papa se formaba como una crostita crocante de huevo. Parecía un omelette. De las mejores que probamos en el viaje.

– O Deza 6. Entramos, pero ya estaban cerrando. Facu bajó a chequear las instalaciones y logramos pedir un par de cañas más.

ALGUIEN QUE NOS GRABE UN CD

Con el pedo que cargaba el equipo, era más que claro que en algún momento aparecerían las canciones de cancha. Mientras se caminaba de regreso al departamento y bajo la tutela de Román nació el cántico principal del Anti-Tour.

Y dice…

Pietro, decime que se siente

Tener al Anti en Madrid

Comiendo pulpo y jamón crudo

Y vos escribiendo pa’ Clarín.

Air Europa nos bancó

y los pasajes nos dió,

Alitalia, a vos te reclavóóóó!

Dicen que el tema ya estaría llegando a Bilbao. Un hitazo.

Con una linda mamúa y todos los bares a cuesta volvimos al departamento, nos acomodamos un poco y salimos rumbo a la casa de Armando Blanco; próximo destino cenístico.

DISNEY BABÉ

Otro lugar de esos que «te pagan el viaje». La Casa de las Tortillas está un poquitín alejada del centro, pero es tremendamente Antigourmet.

Si agarramos el plano de la propiedad, el orden de las habitaciones sería el siguiente:

ENTRADA – BARRA – SALÓN – BAÑOS – COCINA – PATIO – CEMENTERIO

¿Cómo es eso de cementerio?

Pasa que Don Armando Blanco tenía más amigos que Roberto Carlos, y muchos quisieron participar en su salutación final, por lo tanto hay una mega-lápida al fondo para homenajear a este hombre, que entre otras cosas fue Alcalde de su comunidad, Embajador de la cultura y gastronomía, Caballero de Honor de los Reales Tercios y sobre todo… buen tipo.

En las paredes hay colgados 231 marcos (el demente de Matías los contó) con todos los logros, reconocimientos, premios, medallas de honor y artículos periodísticos que recorren la vida y obra de Armando Urbano Blanco Martínez.

Te podés pasar la vida leyendo sus historias.

Pero además, hay otra persona que nos enamoró: Evangelina.

La mujer de Armando sigue firme llevando el negocio familiar y lo hace desde donde mejor le sale, la cocina. Una verdadera máquina de hacer tortillas.

Nos permitió entrar en la cocina y ver cómo hacía sus tan afamadas obras. A cada tortilla le mete 12 huevos, que no tienen absolutamente nada pero nada pero nada que ver con los nuestros, y después van los ingredientes que le quieras agregar.

Estábamos meta charla cuando de pronto se abre la cortina que lleva al patio y hace su entrada Don Sergio.

¡Hola Eva! Vengo por una tortilla. De las clasiquitas.

Evangelina lo saludó y se puso a hacer una tortilla para su vecino.

Es así la cosa acá. Los vecinos entran en la cocina, piden su tortilla, dejan la guita arriba de la mesa y se la llevan a la casa.

Nada de delivery. Nada de problemas. Nada de Apps. Nada de espamento. Nada de alaraca. Solamente vecindad y laburo.

Sergio recibió la tortilla, se la autoenvolvió mientras nos recomendaba lugares para nuestro Anti-Tour y se fue con el morfi calentito para su casa.

Volvimos a sentarnos a la mesa y pedimos tres tortillas de papa.

Una con espárragos, una con cebolla y una con chorizo.

Im-pre-sio-nan-tes.

Babé en cada átomo, con un color tirando al naranja por los huevos arrojados, los ingredientes frescos y con un tamaño que nos permitió compartirlas entre todos. A nosotros nos gustó más la de chorizo, porque el sabor es incomparable, pero estaban todas aprobadísimas.

Por las dudas, también pedimos una Carne asada con papines al horno, que tampoco defraudó. Pero habíamos venido por las tortillas, así que saludamos y nos fuimos a cenar a otro lado.

Esto fue solamente una entradita.

Cada día que pasa estamos más desquiciados.

LAS ROTONDAS DEL STRESS Y EL DILEMA DEL CARRITO

El camino desde La Casa de las Tortillas hasta nuestro próximo destino se complicó un poquito.

Otra vez, los 4 copillotos simultáneos que tenemos en el vehículo, hicieron confundir al conductor en una rotonda y salimos para cualquier lado.

(mientras estamos escribiendo esto, acabamos de darle 5 vueltas a una misma manzana en Bilbao; ya nos conocemos todos los negocios de las 4 cuadras).

El carrito del bebé, que va armado en el baúl, ya tiene más kilómetros recorridos que la camioneta misma. Cada vez que doblamos pega contra el lado derecho, pega contra el izquierdo, gira como un trompo, se le desarman los apoyapies y se caen los juguetes del bebé.

Creemos que el carrito va a abrir la puerta y se va a ir a la mierda.

JP barajó la idea de mandarlo a hacer el service, porque seguro que la alineación y balanceo quedó tocada después de la cantidad de golpes que recibe en cada rotonda. Matías insiste en que si lo vamos a mandar, nos aseguremos de retirar al bebé antes de meter el carrito en la fosa. Ampliaremos.

FRUNCIENDO

A raíz del grosero error de cálculo en la rotonda, tuvimos que pegar un rodeo enorme y llegamos al lugar por un camino allternativo. Y decimos alternativo para no decir que vinimos por un camino digno del tren fantasma.

Calle de tierra. Sin luz. Sin autos a la vista. Ni un alma dando vueltas. Las calles se hacían cada vez más angostas, al mismo que tiempo que también se hacía más angosto el upite de cada integrante del equipo.

Matías entró en pánico y afirmó que «Si nos paran los piratas de la tierra, se bajan las mujeres y niños primero», esto fue seguido por múltiples expresiones de preocupación de Román y Nico da a Chispa (como le decimos en estas regiones).

Llegamos hasta el final de una calle y dimos contra un maizal. A la derecha, una boca de lobo. A la izquierda, se divisaba una lucecita a lo lejos. Tenía que ser ahí. A medida que nos acercábamos nos dimos cuenta que estábamos en el sitio tan buscado.

MESÓN O EIXO

Apenas entramos nos topamos con unos viejos jugando al Tuté (o eso parecía). Quisimos sacarles una foto y nos cagaron a pedos. Joder, tío, basta de gilipolleces.

El mesón es hasta el momento lo más parecido que encontramos a una parrilla de Buenos Aires. Tanto por la fisonomía del lugar y el ambiente familiar, como por lo que sirven: churrasco.

El salón es amplio, con mesas de madera y mantel de papel. Estaba lleno y la mayoría de los comensales comía carne con ensaladas mixtas.

Como ya habíamos comido las tortillas, acá nos moderamos un poco y solamente marchamos:

– Pulpo (sí, otra vez, hemos decidido que vamos a comer todo el pulpo que podamos porque es una verdadera maravilla).

– Churrasco con ensalada de lechuga y cebolla

– Langostinos a la plancha

Como nos ha pasado en prácticamente todos los lugares que visitamos, la comida no defrauda. Se come bárbaro en Santiago cuando te alejás un poquito de los centros urbanos. Buenas raciones, a buen precio, con productos frescos y platos típicos muy sabrosos.

Liquidamos estos platos y encaramos unos postrecillos.

Qué tiene la Delicia Celta? – le preguntó Facu a la moza.

No tengo idea tío – fue su contundente respuesta.

Ante semejante falta de información, no tuvimos otra alternativa que pedirla. Porque si algo destaca a este equipo, es su poco miedo a tirarse de cabeza en una pileta sin agua.

Estaba muy rica, y como para demostrar las pelotas que tenemos, además le pedimos a la moza un Patalín (ese helado que comíamos en nuestra infancia, con forma de pata, todo de crema y con sabor a frutilla). Estaba en la heladera desde 1994 y el dueño nos miraba, asombrado de que alguien lo haya pedido.

Nos fuimos rotos, pero dando una cátedra de morfi.

Este día será complicado de superar.

CONCLUSIÓN

Eso es todo por hoy.

Como verán, nos estamos moviendo un montón.

Mañana trataremos de postear todo lo que nos pasó en el camino y con la llegada a La Coruña.

Salud!