Es un chocolate increíble, bien espeso, donde metés la cuchara y a la tipa le cuesta llegar hasta el borde de la taza para reposar. Queda clavada como en un locro pulsudo.

A todos nos hizo acordar a nuestras abuelas, así que algo mágico-ratatuilesco tiene este lugar, y más si te sentás en la terraza de la callecita donde se encuentra (San Ginés, claro).

Los churros no vienen rellenos, y son más largos y más finitos que los que estamos acostumbrados en Argentina. Pero una vez que los mojás en el chocolate todo lo que uno pueda decir pierde total coherencia.

Re contra re mil recomendado y abre todos los días, las 24 hs.