EL ANTIGOURMET NO TIENE SPAM.

Desde que comenzamos este arduo laburo de reseñar, nos llegan muchos mails de amigos y seguidores recomendándonos lugares para ir a comer. Mensajes del estilo:

No pueden hablar de bodegones si no conocen tal. ¡Es la muerte!

Se tienen que ahorcar en una plaza pública si no van a comer a lo de tal.

¿Todavía no fueron a lo de tal? Es lo más antigourmet del mundo, tienen que ir y morir.

Lo de tal. Impresionante. Se van a querer matar.

Lo genial de este tipo de correos electrónicos es que todos pronostican la muerte inmediata de los comensales, o sea, de nosotros. Eso nos deja sumamente tranquilos porque significa que se come bien, que se la juegan por ese lugar y que probablemente terminemos mal la noche; tres aspectos que consideramos un montón antes de salir rumbo a cualquier bodegón.

Dentro de nuestra bandeja de entrada, como dijimos, hay un montón de mensajes. Pero lejos, el lugar que más nos recomendaron nuestros seguidores en estos meses fue el Club Ferroviario. Por lo menos, un par de mails por semana nos llegaban con la info de que ahí se comía muy pero muy bien. Y todos tenían un dato en común: «vayan con reserva».

Así que lo pusimos como «Alta Prioridad» en nuestra libreta de almacenero guía-agenda-calendario y en la primera semana de febrero llegó el día. ¡Vamos al Ferroviario!

PRECAUCIÓN: CÓDIGO ROJO.

Román, nuestro RRPPAA (Relacionista Público Alimenticio), llamó el día lunes para hacer la reserva. Y ahí nomás vino la primera sorpresa… ¡LE DIERON UN CÓDIGO!

Desde el vamos, nos descolocó la situación. ¿Un número de reserva en un club? ¡A la pipetuá! Esto se pone más que interesante. La cuestión es que tomamos nuestra libreta de almacenero guía-agenda-calendario y anotamos en rojo: COD 542.

Tururuuuuuuu Tururuuuuuuu Tururuuuuuuu Túru! (claramente es el tema de Misión Imposible, lo sacaste, no?).

Automáticamente nos pusimos en modo «Agente Secreto». Esto se había transformado en un objetivo claro y al recibir el código habíamos aceptado la misión y sus instrucciones: ir, comer y destrozar el lugar. Algo que hacemos bastante bien, de la misma manera que Tom Cruise hace su típica cara de espía confundido o se tira del mismo cable en todas las películas.

Para la misión fueron convocados todos los Antigourmeteros y el miércoles a las 20:30, hora del este, partimos rumbo a Liniers; pagos del Poroto Cubero, el recordado Alfredo Alcón, Pedro Aznar y por supuesto, el pibe que dibuja Macanudo.

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Liniers, que seguramente ama Liniers.

Como era un viajecito, decidimos ir todos en un solo auto. Nadie sabe por qué elegimos el de Facundo. El tipo tiene un C5 largo como una lancha de offshore y lo usa de monoambiente. Te subís y encontrás: zapatillas de basquet, bolsos, una máquina para hacer cerveza, un palo de 1,5 m. que supuestamente lo usa para practicar artes marciales (ubicado en el medio de los asientos) e incluso paltas verdes tiradas en el piso que, según él, están por madurar.

Nos subimos y nos acomodamos como pudimos. El tipo hizo una cuadra y cuando iba a unos 50 km/h agarró una loma de burro ancestral. Se armó un despiplume adentro del auto que ni te cuento. Los que íbamos atrás pegamos las cabezas contra el techo y no entendíamos nada, especialmente JP que terminó con una palta entre el culo y el asiento.

Para ese momento, ya nos habíamos predispuesto para un viaje complicado. Para una misión complicada.

UN JOSÉ RODANTE.

30 minutos DL (Después de la Loma), llegábamos a la cancha de Vélez. Tenés que dar una vueltita de manzana por la calle Gallardo, donde está el famoso telo «El Faraón» y agarrás la calle Reservistas Argentinos.

En este momento estarás pensando… ¿a dónde carajo me quieren hacer ir estos dementes? Quedate tranqui, porque sinceramente no pasa nada: hay buena iluminación, seguridad, movimiento, tenés gente feliz saliendo del telo y cuando estás a punto de chocarte una tribuna del estadio, doblás a la derecha 30 metros y estás en la entrada del Club.

Podés dejar el auto afuera y te lo cuida José. Un genio que tuvimos el placer de conocer. José dormía en un colchón afuera del club, abajo de la autopista Perito Moreno y cuidaba los autos de los comensales. Con el boom del lugar, va tanta pero tanta gente que José, fenomenalmente, se pudo comprar ¡UNA CASA RODANTE! ¡POSTA! La vas a ver estacionada en la puerta del lugar.

Si querés más seguridad todavía, podés meter el auto en la cochera por la suma de $25.

MI NOMBRE ES…

Dejamos el tutú y enfilamos para el club. Ahí el equipo optó por dividirse. Tres integrantes, encabezados por el RRPPAA, se fueron a la entrada. Se toparon con un hombre de seguridad, un agente. Vestido de impecable color negro y con una hoja en la mano, le dijo:

Buenas noches, ¿tenían reserva? – interrogó el hombre misterioso.

Así es. Afirmativo. – contestó el RRPPAA.

Bien. ¿Y cómo es su nombre? – continuó el agente.

Mi nombre es Gourmet, Anti Gourmet. – y mientras decía esto le entregaba subrepticiamente un papelito con el COD 542, siempre en rojo porque es algo peligroso.

Sin que se le moviera un pelo, llamó a una agenta que los llevó hasta la mesa. No alcanzaron a acomodarse que fueron contactados por nuestro espía encubierto en el lugar, el Sr. Héctor Jorge, AKA El Raba.

El Raba es un fiel antigourmetero que nos sigue en el Feibuk y cuando vió entrar a los tres especímentes con un huevo frito en el pecho de sus respectivas chombas se fue al humo para saludar y contarles las cosas a tener en cuenta en el lugar. Una vez entregada la info, se despidió, tiró una bombita de humo al piso y desapareció. El Raba había dejado el lugar.

Anonadados, los tres comensales se acomodaron y quedaron a la espera de los otros dos.

Facundo y yo, habíamos decidido encarar por atrás del establecimiento. Y llegamos a la parrilla guiados por una baranda tremenda y una columna de humo que subía como loca por todos los agujeros de la autopista. ¡Mamadera! Si vas con el vidrio bajo del vehículo y pasás por arriba del club, calculamos que el olor de las achuras se te impregna en los tapizados del auto.

En la parrilla fue donde sacamos esta foto que sirve como prueba irrefutable de la locura que tienen los dueños y el talento que tiene el asador:

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Volvimos a la mesa a las corridas, para mostrarle al resto lo que nos esperaba. Los demás nos pusieron al tanto de la información que nos hizo llegar El Raba. Y justo en ese momento… apareció Karina. ¿La princesita? No. ¿La Jelinek? Tampoco. Apareció Karina, la moza más copada del Club Ferroviario.

Con una sonrisa de oreja a oreja de forma perenne, nos atendió esta buena moza. Hace cuatro años y medio que trabaja en el lugar, desde la época que era un buffet del Club solamente, y se nota en la forma de atender. Maneja un montón de mesas pero nunca te anda apurando, ni tampoco anda apurada. O sea, es una mujer desacelerada y a nosotros nos gusta mucho la gente desacelerada. Kari nos hizo recomendaciones en todo lo que pedimos. Si no fuese por ella, nos hubiésemos vuelto a casa con 4 kilos de asado en una bolsa.

Le pedimos los platos de entrada y mientras esperábamos nos pusimos a chusmear el lugar.

EL SALÓN Y ALGUNOS DATOS DE INCONMENSURABLE VALOR PARA UN ANTIGOURMET QUE SE PRECIE DE TAL.

Lo primero que te llama la atención es que no cobran servicio de mesa. ¡Golazo! ¡De pie y ovación!

Después de esa enorme alegría, nos detuvimos en lo grande que es el salón. Con espacio para 300 comensales sentados, es uno de los lugares más grande que conocemos. Si a eso le sumamos que afuera hay una carpa, que se utiliza los fines de semana, con capacidad para unas 140 personas más, podemos decretar al salón como «una animalada».

Lo genial, es que las mesas no están pegadas, así que los mozos tienen lugar de sobra para moverse y no le pegás con el codo a ningún vecino de mesa cuando querés manotear una rodaja de limón.

Tenés ventiladores de techo, turbos en las paredes y unos aires acondicionados nuevos de aproximadamente 4.000.000 de frigorías que te congelan el pecho y te hacen salir estalactitas en cualquier lugar del cuerpo que apunte hacie abajo. De hecho, Facundo se quejó, diciendo lo siguiente:

¡Acá hace mucho frío, che! Yo quiero transpirar y no me dejan.

Un argumento bastante polémico, pero este grupo no anda poniéndole bozal a nadie. Así que en vez de pedirle que se calle la boca y deje de decir boludeces, directamente optamos por ignorarlo. Los años traen sabiduría.

Como les contaba, el salón tiene muchas similitudes con los lugares que solemos frecuentar: TV con deportes, WIFI, jamones colgados (con la particularidad de que arriba de los jamones había chorizos colgando también), un yacaré, dos bolas de espejos (que suponemos son usadas para algún evento, ponele), tres sandías de dudoso linaje apoyadas arriba de un mueble y un cuadro al óleo del Chango Spasiuk con su acordeón que tendría que estar en el Louvre.

Y como siempre, el salvador, el único… el pizarrón de la pared. Con sus recomendaciones tan fundamentales. En él pudimos leer cosas como: carpincho al escabeche, pato al escabeche, bondiola agridulce, cordero al disco, chorizo a la pomarola, etc., etc., etc.

De repente apareció Karina con 6 empanadas. Fritas, enormes y jugosas. Mucho relleno y muy ricas. Ya estábamos entrando en sintonía con el fenomenal ambiente del Club. Lleno total y con una cola de personas que empezaba a hacerse cada vez más extensa, todas esperando para entrar.

Además de las empanadas, nos trajo la bebida. Vino de la casa, marca «El Californiano», en pingüino de litro y pico. Tinto, bastante dulce. Re contra mil zafa. Pero acá viene una aclaración importante. La carta de vinos es tremenda. Tienen de todo y a unos precios prácticamente similares a los del supermercado. Es el lugar que más nos asombró de todos los que conocemos en este apartado. Podés clavarte unos muy buenos vinazos sin miedo a que la cuenta se te vaya por las nubes.

Soda de plástico, señoras y señores. De litro y medio como para que nadie se queje. Escarbadientes de primera A, esos grandotes que vienen chatos y con buena punta. Y para lo último, dejamos un dato que a veces pasa desapercibido pero es de suma importancia para una buena experiencia gastronómica: te dan servilletas de verdad. No esos papeluchos que en lugar de absorver el agua solamente la trasladan de un lugar a otro. Fun-da-men-tal.

Y entre pito y flauta, llegaron las cositas que habíamos pedido.

ENTRADAS

Lo primero que queremos aclarar en este punto es que son enormes. Las tres entradas que pedimos nosotros nos sorprendieron en ese sentido. Por ejemplo, si vas con tu pareja, tranquilamente se pueden pedir un plato de rabas o un pato al escabeche, y quedan 10 puntos para esperar el plato principal.

Carpincho al escabeche: te tiene que gustar el sabor fuerte de la carne de carpincho. Para nosotros, que era la primera vez que lo comíamos, fue un plato que nos gustó mucho. No le pudimos encontrar comparación con otro bicho, pero si tenés ganas de comer carpincho tenés que venir al Ferroviario. ¿Por qué? Porque el plato viene hasta las manos. Así te sacás el gustito de una buena vez. Con respecto al escabeche, estaba re mil fresco y riquísimo. Tenía: cebolla, zanahoria, cherry (que deben tener plantaciones propias, porque todo viene con cherry), morrón y pimienta contundentemente esparcida.

Jamón crudo y rusa: la rusa es rusa, pero el jamón crudo…. mamadera! El tamaño de las fetas y el corte de las mismas es fabuloso. Prácticamente desgrasado y excelentemente sazonado. Llegamos la conclusión de que el proveedor de jamón crudo es un ferretero y corta las fetas con un serrucho sin afilar.

«Señor, deme un cablecanal, un pedazo de termocontraíble, unos 20 tornillos y 5 fetas de 3mm de crudo.»

Morrones asados CON AJO: así, en mayúscula, para que no pase desapercibido. Algo tan simple y que lo hemos manducado tantas veces puede sorprenderte. Una bestialidad la cantidad de ajo, valga la re-aclaración de la cuestión y para colmo es el más picante que encontraron. Tiene como un chimichurri también que le da un sabor impecable.

UN POQUITÍN DE LA HISTORIA

Originalmente, este lugar era el buffet del Club de Empleados Ferroviarios y solamente estaba abierto para los socios. El Club tiene pileta, tenis, fútbol, un quincho muy copado y muchas actividades más. De hecho, la mayoría de la gente que va a comer son los socios, que ahora pueden quedar bien con todo el mundo recomendando semejante paraíso gastronómico.

Hace unos 8 años, el señor que agarró la concesión se la veía complicada. Así que pidió a la comisión la posibilidad de hacer eventos, recepciones, cumpleaños, etc. (por eso las luces de espejo que están colgadas y que nos llamaron tanto la atención). La cosa seguía media floja, así que negoció la apertura al público en general. Y ahí se fue todo al joraca.

Los sábados hay 2 horas de cola para comer. Así que ni se te ocurra irte sin reserva o te vas a tener que llevar un tupper con alfajores de maicena para mitigar la hambruna. Y de paso un par de auto-definidos para el aburrimiento. Imaginate si tenés que quedarte con la bruja o tu peoresnada, dos horas esperando afuera, con cara de traste y refregándote en la cara que no hiciste reservación. No señor. No señora. Más vale prevenir, que asesinar.

Un dato más: los sábados hay chou. Parece que la onda es variada: tangos, boleros, cumbias y andá a saber que otro género.

PRINCIPALES

Acá tuvimos el asesoramiento de Karina, en el momento exacto donde íbamos a cometer uno de los tantos despelotes antigourmeteros de proporciones astronómicas.

Hay medias porciones chicos, sino me parece que va a ser mucho – dijo en un tono conciliador.

Le hicimos caso y menos mal que así fue. La cuestión es que las medias porciones son las fotos que acá pueden ver, así que imaginen una porción entera de cordero… Guauuuu!

Asado Ancho: ¡TREMENDO! Es una costilla del tamaño de un teclado de PC, con teclado numérico y todo. Cuando la vimos llegar notamos que estaba un tanto roja en algunas zonas, pero no sabemos cómo carajo estaba tan rica. Facundo que es el tipo más rompebolas del equipo en estos temas de puntos de cocción, levantó el pulgar y se encargó solito de pelar la costilla. Un trabajo enorme, pero el tipo lo logró.

Intuimos que si pedís una porción entera, te vienen 2 costillas. Porque si te traen una costilla, del doble de tamaño, no tenemos ni la más remota idea de qué animal puede ser. Uno extinto seguramente.

Cochinillo: también media porción. Tiene un tamaño bulldog francés, esas cositas que están de moda ahora y salen una fortuna. La única parte que estaba seca era la costilla, el resto era un manjar. De todas maneras, el señor Pait limpió y chupó hasta el hartazgo todas las costillas que tenía el bicho. En un momento nos dimos vuelta y casi nos morimos del susto. El tipo estaba levantándole la camisa a un mozo y le contaba las costillas. ¡Lo agarramos justo, menos mal!

Cordero: el punto clave fue el lomito. Casi nos matamos para ver quién lo manoteaba. Estaba de re contra chupete. Bien pareja la cocción, venía acompañado de morrones asados con 1 litro de aceite cada uno. Llevate un bidón y volvé a tu casa con aceite para un año.

Papas a la provenzal: o mejor dicho, ajo a la provenzal con vestigios de papa. ¡Maravillosas!

Ensalada mixta: paradójicamente, la ensalada vino en una compotera minúscula. También puede ser que en perspectiva y mirada desde lejos, la pobre compotera sea chica con respecto a los otros platos. Pero bueno… era ensalada.

Para este momento de la noche, todos los integrantes del equipo estábamos de acuerdo en que el Club Ferroviario es una de las experiencias Antigourmet que más disfrutamos. El lugar, la gente, los platos, la atención, la calidad de la comida, la abundancia, la simpleza. Lo metimos automáticamente entre los 10 mejores que conocemos.

Ojo al piojo: Siendo las 23:10 todavía hay gente haciendo cola para entrar.

POSTRES

Como para no aflojarle, pedimos un par de postres. Estuvieron bien, podríamos haber prescindido de ellos tranquilamente porque estábamos super llenos, pero si hubiese pasado eso tendríamos que dejar de ser el Antigourmet. Vamos a la cancha…

Flan mixto: ¡Un maple entero! Juramos que le meten una docena de huevos al flan. El color es amarillo puro, como sacado de un pomo de témpera che. Un sabor exquisito, casero y para colmo con dos laderos abundantes: el dulce de leche y la crema. Para irse pipón pipón.

Panqueque: apareció el famoso panqueque huérfano. En el plato, solito y solo. Es una observación sumamente importante porque normalmente los panqueques viajan en yunta, se aparean y salen panquequitos. Acá no. Fijate. Estaba quemadito, el dulce de leche una belleza, pero solito.

CONCLUSIÓN

La misión fue todo un éxito y además comprobamos que la información que nos llegaba de nuestros amigos del Feibuk era exacta. El Club Ferroviario es uno de los lugares más Antigourmet que encontramos. Ubicado en un barrio hermoso y si vas por la J. B. Justo llegás al toque.

¡Tenés que reservar! Eso es fundamental porque sino estás frito, angelito.

Todo lo que pidas viene abundante y te conviene hablar con los mozos para que te recomienden las porciones. La atención estuvo super bien y si bien esperamos bastante entre plato y plato, siempre decimos que «el que sabe comer, sabe esperar». Y acá estuvo perfecta la espera porque todos la calidad y la cantidad de la comida es excelente.

La carta de vinos… esperemos que la puedan mantener. Es tremendo el precio que manejan. Y también hay bebidas grandes por si vas con la flia. completa.

En definitiva, un lugar para llevar gente y quedar como un duque.

Volveremos pronto, lo deseamos de todo corazón. Gracias al Club por tan buena atención.

¡Salud!

PD: Jugá el 542 a la quiniela 3 días seguidos porque sale re contra mil seguro. Nosotros te avisamos, si vos no querés ser millonario o millonaria ya pasa a ser un problema tuyo.

PD2: Un punto en contra. Los baños. Si vas al de caballeros necesitás un gomón para entrar. Así que llevate unas patas de rana o fijate si encontrás un árbol cerca. Al de mujeres no entramos.