TODOS SOMOS SUSANOS.
María Susana es un pueblo. Queda en la provincia de Santa Fe, tiene menos de 4.000 habitantes y según cuenta la leyenda, desde acá salieron todos los susanos del programa de la diva Susana Giménez. Para el equipo Antigourmet, además, se transformó en el lugar con el nombre más divertido del mundo, porque nadie en su sano juicio puede quedarse serio cuando le dicen: «Yo soy de María Susana».
Obviamente que al enterarnos surgieron miles de preguntas, pero la más importante fue:
¿Quién era María Susana y cómo carajo hizo para tener un pueblo con su nombre?
Porque estuvimos averiguando por todos lados y podemos afirmar que:
– No existe la Villa JP
– No hay rastros de la Comuna Dr. Pait
– Ni siquiera encontramos un Paraje Facu Vozzi
Nos parece algo totalmente injusto. A nosotros también nos encantaría tener un pueblo con nuestro nombre. Pero bueno, será cuestión de fundar alguno dentro de un par de años.
Otro daño colateral de habernos topado con María Susana, es que lo tenemos como loco a Matías tratando de averiguar quién fue el tipo que se paró adelante de sus vecinos, en una asamblea, y dijo:
A ver loco, la hacemos corta, le ponemos María Susana y listo.
Claramente es una mente brillante, que merece el Premio Nobel a la Simpleza Nomenclatural. Como no podía ser de otra manera, dar con el paradero de esta persona, se ha transformado en una de las prioridades de nuestro reseñador.
En fin… María Susana existe en Wikipedia.
Eso significa que existe posta y nosotros ya somos fanáticos de ese pueblo.
Por esas casualidades de la vida, en los últimos meses nos tocó conocer a dos susanenses. El primero de ellos se llama David Carroza, es músico y lo conocimos cuando hicimos el Anti-Tour a Rosario. Se apareció junto a su novia Roxx Musa y nos cagamos de risa toda la noche con sus anécdotas.
La segunda persona, se llama María Pagano y es periodista de La Nación. Nos contactó para hacer una nota, le dijimos que no había drama y ella levantó la apuesta con la siguiente frase:
Joya, pero me gustaría ir a comer con ustedes.
Así fue como un miércoles del mes de Julio de 2015, nos apropincuamos a la Cantina Il Vero Mangiare para hacer lo que hacemos siempre: conocerla, vivirla, comerla y contarla; pero esta vez, en presencia de una susanense. Y esto fue lo que pasó…
DE UNA TEORÍA ENERGÉTICA BASTANTE PALPABLE.
Siendo las 20:45 entramos a Il Vero Mangiare.
Siendo las 20:50 ya habían pasado unos 5 minutos desde nuestra entrada.
Y siendo las 20:55 sabíamos que nos iba a encantar el lugar.
A ver… si un día vas, ojalá que te pase lo mismo. Para nosotros esa sensación de comodidad fue automática y no es algo que nos pase muy seguido. Normalmente, uno tarda en acomodarse, en entender el lugar, en sentirse bien atendido, en decir «estoy como en la casa de la Abuela Rosa».
Pero acá no. Entramos y al toque ya estábamos chochos de la vida. Había mucha buena energía en el ambiente y eso siempre nos predispone mejor para disfrutar la salida antigourmetera. Y vaya que teníamos razón en sentirnos así. Sigamos.
NOS ENCANTÓ ESTE BELLO SALÓN,
TIENE UN PASTERO Y UN BLANCO TIBURÓN.
Entrás por la esquina de Batalla del Pari y Manuel Rodríguez. Vas a poder dejar el auto tranquilo porque sobra lugar para estacionar, no hay trapitos y cuando nosotros fuimos había un policía cuidando la cuadra. Una joya la ubicación.
Entramos y estábamos dejando las camperas cuando cayó Fabián, uno de los dueños del lugar. Estuvimos charlando un ratito, conocía Junín así que eso ya nos cae bien desde el vamos y nos dijo que hoy no se podía quedar a cenar con nosotros pero nos dejaba en muy buenas manos.
Esas buenas manos son las de Rodrigo. Es el encargado del local y sobrino de Fabián (todo en familia parece funcionar por acá). El tipo te saluda, te acomoda y está toda la noche disponible para vos.
Atrás de donde se ubica Rodrigo, hay un mostrador con una fiambrera hermosa, y a partir de ahí, si le prestás atención a las estanterías vas a encontrarte con el Museo Don Valentín. Deben tener 500 botellas colgadas. Andá a saber, capaz que tienen algún TOC con el lacrado.
Justo debajo del mostrador, está la mesa con todas las entradas. Así que podés ir chusmeando lo que después vas a pedir, pero aguantá un toque que la reseña recién empieza y ya vamos a llegar al morfi.
A la derecha de las entradas (si tomamos como referencia Rusia, y mirás para abajo, hacia donde está Australia), te vas a encontrar con una mesa de madera que tiene unos cuantos años, arriba de la mesa están los fucciles que te vas a comer después y una hermosa pastalinda.
Hay lugar para unas 60 personas.
El piso, es mosaico de granito cosecha 1948, que es el año que se fundó esta cantina.
En las mesas hay individuales de papel…
Con una especie de pátina. – dijo Facundo, sorprendiendo a todos los imprenteros del mundo con su violentísima acotación.
Y una vez que te aclimatás, la vista se te va directamente a las paredes.
Ahí está el verdadero tesoro de este lugar. En una recorrida rápida vas a encontrarte con sus fundadores, sus empleados, los amigos de la cantina y los famosos que la visitaron a lo largo de los años.
Entre ellos: Pichuco, Juan Duarte, Aníbal Troilo, José María Contursi, Enrique Cadícamo, Tita Merello, Evita, Gianolla (pusimos a Gianolla al lado de Evita, porque podemos), Georgina Barbarrosa, Cabré en cuero a los 20, Patricia Palmer y la queridísima Catherine Fulop, ostentando una sonrisa con más de 200 dientes.
La O.M.A.I.G.O.D.* nos informa que un tiburón blanco tiene 7 hileras con 30 dientes en cada una y los cambia constantemente a lo largo de su vida porque tiene un excelente plan dental. Por lo tanto, hay altísimas probabilidades de que la Fulop, en realidad, sea un tiburón. Ojo la gente que veranea cerca de ella.
* O.M.A.I.G.O.D.: es la Oficina Muy Altamente Improductiva y Generadora de Olvidables Datos. Está manejada por José Zampalanca y tira datos de color que normalmente no sirven pa’ nada.
ENTRADAS
Ya estábamos sentados, cuando hizo su entrada María. La invitamos a sumarse a la mesa, le dijimos que disfrute de la noche y al toque, llegaron los primeros platos. Un datito es que podés pedirte una bandeja de pan de pizza; la verdad es que está muy buena para acompañar (aunque sale $40).
PICADA: es lo que nos recomendó Rodrigo para empezar. Fue genial porque cuando nos traen la bandeja y María ve el tamaño de la porción, solamente atinó a decir:
¡Qué grande! ¿Cómo hacen para repartirla?
Y mientras decía estas 6 palabras, la muchacha fue testigo de la destrucción total del plato por parte del equipo Antigourmet. No quedó nada. Nadie le tuvo una gota de compasión a la invitada. Era un ataque violento al plato desde todos los flancos posibles.
Claro, no era momento de hablar, contar cosas sobre el proyecto o reírnos con alguna anécdota. Era momento de comer. Y nosotros teníamos hambre. Y cuando tenemos hambre, sacamos el profesionalismo de adentro, y te destrozamos el bodegón.
María entendió todo. A partir de ese instante, cada vez que llegaba un plato, dejaba la lapicera en la mesa, le sacaba punta a los codos y se habría paso hasta alcanzar la comida. En ese preciso instante, María se convirtió en Antigourmet.
Pero volviendo a la picada… en la carta figura que es «para 1 persona», pero pueden picar 3 o 4 tranquilamente. Viene con berenjenas, tomates secos, garbanzos, tortilla de verdeo, «los queridos zapallitos rellenos» (gracias Maglione), salame picado grueso, aceitunas negras y verdes, chambotta y queso. La bandeja es generosa y los 6 pudimos picar bastantes productos. ¡Lindo comienzo!
MUZZARELLA BURRATA: ¡Es una bocha! A ver si nos entendemos bien… una bocha de cancha de bochas. La ves llegar y te dan ganas de agarrarla, medir la distancia que te separa de la cabeza de algún comensal pelado y ejecutar un tiro de campeonato para arrimarle el bochín.
Muyyyyy complicada para compartir.
No pasa por el tamaño, ni porque cueste dividirla. El tema es que cuando probás el primer bocado, el espíritu de Gollum se te mete en el cuerpo y la vas a querer toda para vos.
Empezás a mirar para los costados, orando para que nadie se de cuenta de que apoyaron el plato en la mesa. Pero claro, todos están orando. Y se pone peliaguda la cosa cuando el primer tenedor se aproxima a la burrata.
Ahí es cuando aparecen frases del estilo: «Ey, ¿A vos no te enseñaron a compartir en el jardín?». ¡Y se arma!
Esta belleza viene acompañada de tomates secos y berenjenas. Pero la jodita está adentro, con el tremendo relleno de crema (de bufala, nos acotaron al paso). Una verdadera bomba para arrancar.
LENGUA A LA VINAGRETA: como en la picada no había lengua, Facu solicitó la incorporación de la misma en otro plato. Cuando llegó, todos comimos un par de rodajitas, le pusimos un 9 general y con eso podemos decir que sobran las descripciones sobre la misma.
Pero, cuando miramos para el lado femenino de la mesa, la vimos a María con el platito limpio. Nos sorprendió su actitud porque, como caballeros que somos, le habíamos dejado dos rodajas de lengua en el platito y la tipa no las registró. Al toque le preguntamos qué onda y ella nos contó la siguiente anécdota…
DE UN VIAJE A PURA LENGUA
Hace unos cuantos años, María iba en un bondi sentada del lado de la ventanilla. A su lado iba un flaco. Y en el pasillo, paradito, viajaba un amigo de ese flaco. Iban conversando normalmente, cuando de repente se escuchó el siguiente diálogo:
¿Querés ir picando algo? Me agarró hambre. – dijo hombre/sentado.
¡Y bueno, dale! – retrucó hombre/parado.
El hombre/sentado saca de su mochila un pan flauta y se lo alcanza a hombre/parado. Acto seguido, hace su aparición un tupper con lengua a la vinagreta que despedía una baranda importante.
Un gourmet te lo vendería como:
Músculo bucal con emulsión de tres ajos, añejado en barrica de Colombraro.
Imaginate a la pobre María, sentadita del lado de la ventana, sin poder escapar y respirando ese hermoso aroma. Es como una descarga en la nariz del nuevo Poett Ajo Zarpadamente Silvestre. ¡Irrespirable!
La cuestión es que los muchachos arrancaron la sanguchada y la gente se empezó a asustar. Claro, además del olor, no tenían cubiertos. Así que el procedimiento consistía en que hombre/parado metía los garfios en el mejunje, levantaba un cacho de lengua, chorreaba asientos, apoyabrazos, pisos y personas, para luego depositar la feta en el pan y darle duro al diente.
Además, la lengua estaba cortada con una motosierra – dice María horrorizada.
Con eso nos demuestra el grosos del tentempié y podemos imaginarnos a los dos muchachos mordiendo como dos leones prendidos al culo de una cebra.
Desde ese día, María no come más lengua a la vinagreta. Y no es para menos.
(Esta anécdota a nosotros nos vino bárbaro porque hicimos desaparecer automáticamente las dos rodajas que le habíamos guardado).
LAS BELLAS ARTES ANTIGOURMETERAS Y EL NACIMIENTO DEL FUA!
Una vez liquidadadas las entradas, se apropicuó a nuestra mesa el gran Rodrigo. Le empezamos a consultar sobre los platos principales que podíamos pedir y sobre la historia del lugar.
Quédense tranquilos que dentro de un ratito viene el nieto del fundador y les cuenta todo. – nos contestó amablemente.
De todos modos, algo raro le pasaba. Lo llamamos un par de veces más y cada vez que le preguntábamos algo, el tipo nos contestaba; pero mirando a la pared del fondo donde estaba el televisor.
Lo hizo 3 o 4 veces, hasta que el demente de Matías no aguantó más y le preguntó: ¿Loco, te gusta el partido, no? Y ahí nomás Rodri nos contó su secreto…
Soy profesor de tenis, así que desde que entré a la gastronomía, pongo todo el día deportes en aquella tele. No me importa nada. Miro rugby, fútbol, handball, squash, pesca con mosca o campeonatos de payana. Me encanta la gastronomía, pero extraño mucho ser profe, así que con esto me desquito.
Nos conmovió su sinceridad, y desde ese momento, cada vez que necesitábamos algo le bloqueábamos la visual al televisor y conseguíamos el 100% de su atención. Por ahí nos arriesgábamos a que nos corra a raquetazos limpios, pero por suerte Rodri es un capo y nos tuvo paciencia. ¡Crack!
Si hacemos un poquito de memoria, dijimos que apenas entrás te topás con la mesa de las pastas. Bueno, justo detrás, paradito, criando felices várices, con una semi-boina blanca, delantal azul, camisa negra, barba tupida y una sonrisa constante… te vas a encontrar con los ojos de Pablo.
Pablo Heredia, es el pastero. Se encarga de preparar los tagliatelis, los panzotis, los ravioles, los fucciles y toda la variedad de pastas de Il Vero Mangiare.
Me lleva 40 minutos preparar una fuente de fucciles.
Dato bastante importante si tenemos en cuenta que de una fuente, ¡salen 2 porciones!
Si, si, si. Cuarenta minutos de laburo para 2 platos. Y esto es lo que hace que nos vivamos sorprendiendo y aprendiendo a valorar el trabajo que hacen todos las personas que nos dan de morfar.
Pablo es todo un personaje y cuando empieza a hablar no para. Nos dijo que entre fuente y fuente tiene que elongar los tendones de los brazos porque se le cansan, que no puede amasar más de 2 kilos por vez porque no logra el mismo sabor, que todo lo hace sin agua porque para él una masa sin carácter no es atractiva para los comensales, que es oriundo de Ushuaia, que llegó a la semifinal de «Buscando al Cocinero Argentino» y que además, es Productor Musical. Todo junto. Así como te lo contamos.
Pero hay algo que nos llamó más la atención todavía y fue cuando nos contó la historia de cómo se había convertido en pastero del lugar.
Yo era un comensal más, así como son ustedes. Me gustaba tanto venir a comer acá que un día le dije al dueño: «alguna vez quiero estar del otro lado de la barra», y bueno, acá me tienen.
Pablo estaba estudiando cocina en lo del Gato Dumas y, faltando poco para recibirse, pasó caminando por esta esquina, vió al dueño sentado comiendo algo y o encaró. Así fue como desde hace 4 años forma parte de la gran familia de Il Vero Mangiare. De comensal a pastero. Genialidad.
Pero acá no termina el desfile de personajes. Porque atrás de la barra de los fucciles se encuentra la puerta que te lleva a la cocina del lugar, y desde allí, hace su entrada Pedro. Sale para saludarnos, con su delantal multicolor y gorro blanco (porque es el Jefe de Cocina y labura acá desde hace 13 años), se ríe un poco con nosotros, nos pregunta sobre lo que hacemos y un minuto después, como si nos conociera de toda la vida, dice:
Yo era guitarrista en Perú. Era un muy buen bolerista, tocaba en Radio Nacional, me encantaba trabajar de la música. Pero después, creció la familia, tuve que salir a mantenerla, a buscar nuevos ingresos y bueno… simplemente cambié de arte.
Y cuando Pedro te lo cuenta, no te está chamuyando. El tipo te mira a los ojos y te lo dice; fuerte y claro. Si cocinar es un arte, Pedro es un artista con todas las letras. Él lo siente así y a nosotros con eso nos alcanza y nos sobra, para admirarlo y felicitarlo por meterle tanta pasión a lo que hace.
Pedro y Pablo son dos exponentes de las Bellas Artes Antigourmeteras.
Tipos que se expresan a través de la comida. Gracias a personas como ellos, salir a comer y continuar con este hobby/proyecto tiene sentido y nos llena de satisfacción. Esa era la energía que sentimos apenas entramos. Porque hay cosas que no se pueden explicar, pero cuando pasan… por algo es.
Ellos le meten un plus, un extra, un fuaaaaa!!!! a su trabajo.
Vos te preguntarás… ¿qué carajo le pasó a Matías que escribe un «fuaaaaa» en la reseña?
Bueno, acá te lo explica mucho mejor un visionario y guía espiritual antigourmetero.
Es así nomás. No hay que rebuscarse tanto. Y mientras vos te empapás de esta energía, proyectás ese extra hacia el universo y gritás como un poseso… nosotros nos preparamos para darnos una panzada memorable. Porque cuando das el Fua, ese es el verdadero Fua. FUAAAAAAA!
PRINCIPALES – TOMO I
Pedro y Pablo nos sugirieron arrancar con 2 especialidades de la casa, que ellos están muy contentos de poder cocinar y que nosotros supimos disfrutar:
RANAS TORO A LA PROVENZAL: el ranero (así se le dice al tipo que cría y vende ranas) es cordobés, por lo tanto las ranas tienen una tonada muy particular y les gusta el ferné. Según Facu, eran pata/muslo de ranas. Vaya uno a saber dónde estudió anatomía ranística el hombre, pero vamos a darle la derecha.
Es un plato raro, que obviamente no estamos acostumbrados a pedir, pero que nos pareció abundante (para los estándares generales de provisión raneana) y muy sabroso. Si andás con ganas de darte un gustito y probar el batracio, es un muy buen lugar para hacerlo.
CHIVITO FRITO A LA PROVENZAL: nótese el fundamentalismo del provenzalismo. O sea, lo podíamos pedir así nomás, pero no señores. Acá es todo a la provenzal, y después se duerme culo con culo.
Es un Chivito frito, trozado en pedazos pequeños, para comer con las manos. En ese momento llegó el fotógrafo de La Nación y María terminó comiendo una pata de ambos platos, de parada, apoyada en la puerta del local. Muy estresada la notábamos.
Después de estos dos primeros platos, ya estábamos a punto caramelo para entrarle al resto. La mandíbula ya estaba a una temperatura perfecta para continuar el rally, cuando entró un nuevo personaje a escena.
GENTE QUE BUSCA GENTE
Como bien decíamos, el debate entre María, el fotógrafo, nosotros y Pablo para definir qué pastas íbamos a marchar estaba en su apogeo, cuando se abrió la puerta de un sopetón y apareció este tornado de emociones.
Entró a las zancadas limpias, saludó a Rodrigo, a Pablo, enfiló para nuestra mesa y se nos presentó así:
¿Ustedes son los Antigourmet, no? Mucho gusto. Yo soy Eduardo Magliocco.
Desde ese mismísimo instante, perdimos a nuestro escritor de reseñas. Se olvidó de la nota en La Nación, de María Susana, de los demás integrantes del equipo e incluso del morfi. A los 5 minutos, Eduardo y Matías parecían conocerse de toda la vida. Parecían estar usando el Cono del Silencio del Super Agente 86.
Se reían, se contaban historias, se mostraban fotos en el celular, se miraban, se paraban para ver un cuadro de la pared, se sentaban en otra mesa, se palmeaban la espalda, se presentaban familiares y se volvían a reír. Llovían nombres, fechas, hitos y eventos.
Eduardo no paró de hablar durante una hora. Y Matías no paró de anotar durante esos sesenta minutos.
Al otro día, en el grupo de Whatsapp del Anti y ante la desaparición hasta pasado el mediodía del delirante, aparecieron comentarios de este tipo:
Mati, encontraste a uno de tu planeta – dijo Facu.
Faltaba que aparezca Franco Bagnato nomás – dijo Román.
¿Devolviste el Cono del Silencio? – dijo Martín.
Comprate un Geniol si te duele la cabeza – dijo JP
La verdad es que fue así. El amor que tiene Eduardo por esta cantina, por su familia y por su historia no tiene límites. Claramente, son estos lugares los que vuelven loco al equipo Antigourmet. Pero ojo, que además de apasionarnos por las historias, también nos apasiona morfar.
Y mientras los parientes reencontrados seguían meta cháchara, los demás abrían los ojos como el 2 de oro, con la llegada de los siguientes platos.
PRINCIPALES – TOMO II
Pablo estaba chocho de la vida, y nosotros… nosotros estábamos desbocados. Anotá…
TAGLIATELIS DE ALBAHACA CON TUCO Y PESTO: se escribe Tagliatelles pero a nosotros no nos calienta en lo más mínimo el nombre, sino el gusto. Es una de las especialidades de la casa y, por lejos, el mejor plato que probamos en Il Vero Mangiare.
Cuando le encontrás el punto a la pasta, no querés probar otra cosa. – dijo Pablo, y le damos la razón.
Es probable que después de comerlos, cuando prepares fideos en tu casa le sientas un tremendo gusto a chocoarroz (y todos sabemos que hay pocas cosas peores que ese cacho de telgopor desabrido).
La salsa de tuco y pesto no necesita más nada. Ni queso le pusimos. Un 10 total.
FUCCILES CON TUCO Y ALBÓNDIGAS: los mejores 40 minutos invertidos en mucho tiempo. El maestro pastero labura como loco, pero la satisfacción se le nota en la jeta, cuando ve ingresar un fuccile en tu boca y vos ponés una cara de Fuaaaaaaaa que no la podés creer.
Las albóndigas son mini-granadas. En la fuente vinieron 3, una pegada al ladito de la otra, como para mantenerse abrigadas. Vaya a saber qué condimento le ponen pero tienen un gustito fabuloso. Simple, casero, caliente, abundante. ¡Platazo!
RAVIOLES DE ESPINACA CON SALSA DE CHAMPIGNONES: un plato cuya receta está presente desde que se abrió esta cantina. Eduardo nos explicó que la espinaca tiene un gusto muy parecido a la acelga, pero que no es lo mismo. Sus palabras exactas fueron: «la acelga es la prima pobre de la espinaca, y en muchos lugares te venden una por otra para abaratar costos.»
Como nosotros no entendemos mucho, lo que hicimos fue decirle que sí y dinamitar el plato. Después de eso, podemos afirmar que los ravioles estaban muy frescos, el relleno está bárbaro y la salsa es bien livianita. Ideal para una dama que no quiere entrarle al pesto.
PENNE RIGATI CON SALSA DE MARISCOS: fue el más flojo de los platos de pastas que pedimos. No nos terminó de convencer la salsa y además, como eran fideos secos, tenían otro gustito. Y ya estábamos completamente enamorados de la pasta de Pablo. No obstante, hay que destacar que esta pasta la traen exclusivamente de Italia. O sea, o Pablo te prepara algo ahí, al toque, adelante tuyo, o te lo mandan a traer por UPS desde el Viejo Continente. Y sí, en Il Vero Mangiare no se andan con chiquitas. Tomá pá vo´!
ÑOQUIS: porción generosa, si andás con hambre no es para compartir, pero seguro te sobran algunos. A nosotros no nos sobró ni un mísero ñoqui porque estaban re buenos. Dan ganas de que sea 29 para volver a probarlos.
PANZOTTIS: son 5 y nosotros eramos 6. Por lo tanto optamos por lo más sano. No convidarle a María ya que no forma parte del equipo. ¡No, mentira! Todos lo probamos y luego de ello entramos en un estado de animación suspendida. No podíamos creer lo ricas que son las pastas acá. Gran laburo de Pedro y de Pablo.
El huevo frito de la chomba, después de comer los panzotis, se había inflado como un globo y parecía a punto de explotar. Pero todavía faltaba algo más…
Como dijimos, en la mesa eramos 6 y ya nos habíamos bajado 3 entradas y 8 platos. No hay errores de tipeo. Y todavía nos quedaba un As bajo la manga. Y fue Martín, el que lo tiró arriba de la mesa cuando dijo:
Muy ricas las pastas, pero me estaría quedando un lugarcito.
¡Ahhhh bueeeeeno! Eran como la 1 AM y el tipo tiró esta frase para la posteridad. Esto es dar el fuaaaa!
Las caras de Pedro y de Pablo cuando escucharon semejante declaración de principios no vamos a poder olvidarlas jamás en la vida.
Pedro, creyendo que era una joda, se nos quedó mirando. Y Facu lo apuró diciendo:
¿Qué podés sacar a esta hora? Saliendo de las pastas, porque me faltaría algo más sólido.
El tipo cayó en la cuenta de que no estábamos hablando al pedo, solamente atinó a dar media vuelta, meterse en la cocina y salir al rato con un nuevo platito.
PRINCIPALES – TOMO III
POLLO AL AJILLO: vino 1/2 porción porque ya no estábamos para tanto. Los muchachos que conforman la zaga central del Antigourmet (Facu – Martín) junto con el mediocampista de contención (JP) se hicieron cargo del plato y decretaron que: el pollo estaba muy bueno y las papas con pimentón estaban perfectas. Por ahí le hubiesen agregado una pata extra, pero después de todo lo que comieron (y chuparon) a los demás nos pareció que ya estaban delirando.
Claramente, si estamos inspirados te destrozamos la carta. Llegamos a limpiar los platos tocando, ponchando, distribuyendo, oliendo, masticando, jugando sueltos. Un lujo atrás de otro. La panera siempre al pie (o a la mano, si no querés poner el pie arriba de la mesa). Triangulación, recuperación, volumen de juego. Un comensal se cansa en el ida y vuelta contra los fucciles, pero se queda tranquilo porque siempre llega el relevo al toque. Somos como el Barcelona del morfi.
Después de semejante partido y meter 9 goles, el equipo estaba intacto. Así que mientras esperábamos por los postres, seguimos conversando con Eduardo.
IL VERO BAMBINO Y SU HISTORIA.
Eduardo es un flor de personaje. Durante toda la noche tiró frases memorables, nos hizo llorar de risa, emocionar con sus recuerdos y disfrutar de cada plato. Su forma de expresarse para explicar un plato es idéntica a la del Bambino Veira.
Esos fucciles bajan como un terciopelo – tiró en un momento y nos mató.
Nos contó que su abuelo, Francisco Magliocco, era un tano enorme, que pesaba unos 170 kilos y usaba tiradores (si chusmean un poco las paredes seguro que lo encuentran). Tenía dos puestos mayoristas en el mercado del Abasto y como le gustaba tanto comer bien, decidió que tenía ganas de poner una cantina.
Los compañeros y amigos del mercado lo ninguneaban un poco, porque consideraban que el tipo no sabía nada sobre el negocio gastronómico y dudaban de este «emprendimiento». Y Eduardo recuerda todo el tiempo lo que su abuelo respondía:
¿Y qué es lo que tengo que saber? Para poner un negocio gastronómico, lo más importante es saber comer. Y yo de eso conozco un montón.
Así de decidido, en 1948 el tano Pancho Magliocco le alquiló el lugar a los Crocco, que eran unos torneros del barrio y abrió la Cantina «Il Vero Mangiare» en Guardia Vieja y Gallo. Desde ese año hasta el 73 estuvo en esa esquina. Y en muy poco tiempo se convirtió en un lugar muy popular y reconocido.
Era enorme. Se atendían 600 personas por noche (dos turnos de 300 comensales cada uno).
Eduardo nos cuenta que los ravioles y el relleno que comimos hoy, son de la misma receta que preparaba su abuela Rosa (que se llamaba igual a la abuela de Matías, obviamente). También en la cocina estaba Aída, su mamá, que se encargaba de las salsas.
Había platos que hoy no existen más. Uno de los que más salía se llamaba «Anchoita Riganatti». Otros platos que salían mucho eran las albóndigas de ricota, los niños envueltos, los fideos secos y todo lo que tuviese peperoncinos.
Siempre fue un salón que se destacaba por tener productos de primera calidad, muchos de ellos importados de Italia. La gente pedía picadas, pastas y antipastos. Eduardo nos explica que antes, el antipasto, era otra cosa. Tenía sardinas, pickles, alcauciles con vinagre y peperoncinos.
A lo largo de la charla nos quedó en claro algo: la flia. Magliocco le daba al peperoncino como sordo al timbre.
Il Vero Mangiare era frecuentado por muchos artistas, deportistas, políticos y vecinos del barrio. También caían muchos jockeys, dueños de caballos, los proveedores del mercado y los quinteros que vendían sus productos en el Abasto.
Nos cuenta que Gatica aparecía siempre por la cantina, se bajaba 2 botellas de vino, una porción de caracoles y de acá se iba a boxear. ¡Y ganaba! Por supuesto.
También es muy divertida la forma de atender que tenía su abuelo. En primer lugar, el tipo acomodaba la gente y muchas veces unificaba criterios. Si tenía una mesa para 8, ubicaba a dos familias de 4 personas. A los 5 minutos eran todos amigos. Y eso le daba tiempo para ir a la cocina, ver lo que pasaba y avisarle a todo el salón:
Están saliendo los spaghettis.
Entonces, algunos de los comensales empezaban a levantar la mano como diciendo: «traelos para acá, que no le hacemos asco a nada». Así el abuelo le enseñó a su nieto los 3 principios básicos de la gastronomía (según su forma de ver la cosa):
- Saber comprar
- Saber producir
- Saber vender (anunciar correctamente los platos que están saliendo mejor)
El tipo no para de tirar genialidades en ningún momento y nos enamora cada minuto más cuando saca frases como:
No te pidas los mejillones que hoy vinieron chiquitos. Esa es la definición de Cantina para mí.
Los bocadillos de acelga se hacen en el momento, porque si los hacés al mediodía y los servís a la noche, rebotan contra las paredes como pelota de trapo.
Acá se espera. Cualquier plato lleva su tiempo de elaboración. El que sabe comer, sabe esperar.
Esos fucciles de albahaca bajan como un terciopelo.
La salsa de los ravioles es una montaña rusa de sabor.
La realidad es que hacía mucho que no nos encontrábamos con un personaje tan apasionado. Fue un tremendo placer compartir durante unas 2 horas su mesa, y así conocer un poquito de su vida, su historia y su esencia. Gracias Eduardo por tu tiempo y tu energía. Gracias por tu fuaaaa!
POSTRES
Obviamente, mientras escuchábamos atentamente a Eduardo, fuimos haciendo la digestión. Así que al rato ya estábamos con ganas de probar alguna cosita como para irnos a dormir pipones. María no entendía más nada, pero se mantuvo despierta a base de sifonazos. Así fue como aparecieron arriba de nuestra mesa los siguientes postrecillos.
SAMBAYÓN: eran dos potes, a lo bruto. Bah, eran copas grandes, pero adentro había un montón como para compartir tranquilo. Genial el zabaione. Le meten unas almendras arriba como para decorar, pero ya que estás, te las podés mandar tranquilo. Buena temperatura, no demasiado caliente, ideal para seguir con la línea alcohólica imperante en la mesa.
FLAN: lo pedimos mixto. Facundo dijo algo sobre la densidad pero nadie le dio mucha bola. Eran casi las 2 de la mañana. No es para compartir si andás con hambre. La crema, impresionante. El dulce… también. Pedilo nomás.
BUDÍN DE PAN: también lo pedimos mixto. Pedro le mete una magia interesante al chocolate y lo imaginamos tocando la guitarra mientras lo prepara. Muy buena opción de un clásico.
TIRAMISÚ: hola, soy Matías. Un gustazo. Mientras estoy escribiendo esta reseña, veo la foto, me doy cuenta que pidieron un tiramisú y que no lo probé. ¿Cómo voy a escribir algo si ni siquiera me avisan loco? ¡Gracias por avisar eh! La próxima vez que vayamos anota Montoto, me pido un tiramisú y me lo llevo a otra mesa. (hola, soy JP. Un gustazo. Mientras Matías charlaba con Eduardo, yo sí probé el Tiramisú. Es requeterecontra mil casero, está igual de requeterecontra bueno y si vas, y no lo pedís, no tenés perdón de Dios. Ta luego).
CONCLUSIÓN
Il Vero Mangiare es uno de los lugares con más fuaaaaa del mundo. Una típica cantina de barrio que desde hace más de 60 años prepara las mismas recetas.
La atención es impecable. Eso hace la diferencia.
Rodri, Pedro, Pablo, Fabián, Eduardo, los mozos y toda la gente de la cocina se esmeran todos los días para tratar de que vivas un lindo momento en familia o con amigos. Que las dos personas encargadas de preparar los platos tengan una veta artística tan a flor de piel no es un dato para dejar pasar. Los tipos le meten amor a lo que hacen. Y se nota.
Matías tiró una hipótesis directamente proporcional que debería ser revisada por el equipo:
Más alegría hay la mesa, más comemos.
Y si hablamos del morfi… eramos 6 comensales y en total nos comimos 3 entradas, 9 platos y 5 postres.
Para toda la comunidad gourmet que se llenan la boca hablando de «menú de pasos», bueno… acá está el Antigourmet proponiendo uno de 17 y sin colchón de verdes en ninguno de ellos. Aprendan, amateurs.
Las pastas son el punto fuerte del lugar. Aunque sea una vez en tu vida tenés que probar los tagliatelis de albahaca con tuco y pesto. ¡Posta! No hay forma de comunicar lo ricos que son. Hay que ir y probarlos.
Párrafo aparte para Eduardo. Son cuatro generaciones de cantineros en un solo cuerpo. Escucharlo y verlo emocionarse con cada foto y anécdota nos hace entender mejor para qué armamos este sitio. Y obviamente, también entendemos lo bien que le hace a él seguir manteniendo fuerte el latido de Il Vero Mangiare.
Nosotros terminamos pagando $440 por persona. Una locura total. Pero si te considerás un ser humano normal podés ir a comer tranquilo con unos $200 x pera.
En fin… Il Vero Mangiare: buen morfi, buen salón, buenos precios, buena historia, buena gente y buena energía.
¿Hay alguna mejor forma de terminar esta reseña? Por supuesto que sí.
Con un FUAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
Salud!