COMO PARA DARLE UN CONTEXTO A LA COSA.

En 1908, nuestro país estaba ubicado en el mismo lugar que ahora dentro del globo terráqueo. Abajo de Paraguay, al ladito de Chile y re lejos de Bangladesh. O sea, que nosotros sepamos, todo eso continúa exactamente igual que en ese año puntual. No estamos 100% seguros, pero ponele que lo afirmamos en un 82%.

Ahora bien, una interpelación que podemos interpelar sería: ¿qué pasaba dentro de nuestro país en ese año?

Pues bien, en 1908:

  • Se inauguraba el actual Teatro Colón, luego de 20 años de obras. Los albañiles mancos que contrató el gobierno de esa época, tardaron bastante en poner los ladrillos, pero la verdad es que quedó joya.
  • En la Provincia de Buenos Aires hay elecciones. La estrella de la jornada fue el fraude y te pagaban 3, 5 o 10 pesos dependiendo el barrio donde vivías. Antes los políticos pensaban en nosotros; ahora no te dan ni un helado de Grido.
  • Figueroa Alcorta era el presidente y como en el Congreso no le aprobaban el presupuesto: lo mandó a cerrar. Así, de una. Luego, justificó su decisión con estas palabras: «La llave la tengo yo, me voy el finde a Cariló y si dejo la puerta sin llave me salta la alarma.»

Como podemos ver, más de 100 años después todo está bastante parecidongo. Continuemos.

VAMOS DE PASEO, PI PI PI, EN UN GLOBO NUEVO…

Pasaban muchas cosas en el país, pero una de las más movilizadoras, era la presencia del Sr. Newbery. El tipo era un ídolo popular. La gente lo seguía en cada una de las hazañas que emprendía. Si en esa época hubiese existido twitter, Jorge tendría como 6 millones de seguidores más o menos.

Newbery, se la pasaba cruzando el Río de la Plata con un globo aerostático. Era fanático del Cuarteto de Nos, La Vela Puerca y No Te Va Gustar. El tipo se iba a un recital de Jaime Ross y volvía perfecto para cenar sin que se le enfríe la comida. En pleno auge de la aeronáutica era un referente para todo el país. Se lo consideraba una persona sin miedo y el prototipo de deportista.

La cuestión es que tenía unos cuantos globos. Primero «El Pampero», después «El Patriota» y por último «El Huracán». Sus viajes en aerostáticos se convirtieron en un símbolo de éxito e inspiró a muchísima gente. Entre ellos, a los 4 españoles que abrieron este fabuloso comedero en 1908 y que bautizaron: El Globo.

Ahora bien, el problema es que los dueños del nuevo establecimiento gastronómico… eran hinchas de San Lorenzo. Claro, ellos le iban a poner El Globo en honor a Newbery, pero no imaginaron lo que el destino les tenía preparado.

Un añito después, en 1909, el Club Huracán (enemigos íntimos con San Lorenzo) le pediría formalmente a Jorgito que los deje utilizar su globo como insignia del club. La respuesta del aviador fue la siguiente:

Al dar contestación a su expresiva y atenta carta, en la cual me solicitan mi conformidad para que vuestro Club pueda usar el distintivo del globo Huracán, doy mi más completa conformidad esperando que el «team» que lo lleve sobre el pecho, sabrá hacerle el honor correspondiente al esférico que de un solo vuelo cruzó tres repúblicas.

Lo peor de todo es que al toque de empezar a usar el globo en sus camisetas, Huracán sale dos veces campeón y llega a primera división. La comisión del club le escribe a Newbery:

Huracán ha cumplido. Logró tres categorías, como su globo cruzó tres repúblicas y así satisfacemos su deseo.

Pobrecitos, calculamos que la calentura de los españoles sería solamente comparable con la temperatura de sus pucheros. Así que cambiaron de planes y en lugar de ponerle «El Globo», le pusieron «Café Victoria», porque antes la calle Salta se llamaba así. Hasta 1949 tuvo este nombre, y ese año se lo cambiaron por el actual. Andá a saber por qué.

UN VIAJE EN EL TIEMPO

Ni bien el equipo Antigourmet traspasó la puerta de El Globo nos sentimos cómodos. Las sensaciones y pensamientos que te pasan por la cabeza cuando entrás en lugares así son complicadas de contar. Es preferible ir, y vivirlas. Pero vamos a hacer el intento.

El salón es enorme. Pero enorme, enorme. Con capacidad para 150 cubiertos y un anexo para otros 80.

El ingreso se hace por la puerta de la esquina. Es una puerta vaivén que debe pesar unos 800 kilos limpios y de una madera fabulosa que puede estar otros 106 años inmutable. Pero en total, hay 3 puertas vaivén que en las épocas de oro de El Globo no dejaban de abrirse y cerrarse (de hecho por eso eran vaivén). La gente venía a desayunar, almorzar, merendar y cenar a cualquier hora. Así que había doble circulación dentro del local durante todo el día.

En los ventanales hay 4 barrales de bronce, con 32 argollas también de bronce cada uno. Con lo que pesan, calculamos que si te robás una de esas argollas te podés comprar un dos ambientes por la zona de Colegiales.

Como dijimos, hay un montón de mesas. Pero todas están armadas con una prolijidad de otra época con dos manteles, uno verde abajo y otro blanco arriba. Del techo cuelgan unas arañas de la edad media que son las encargadas de iluminar el salón. La barra es larguísima y ahí atrás te encontrás con unas cuantas reliquias que no solemos ver todos los días.

El ambiente, al ser tan amplio, es súper tranquilo. Y tenés comodidades como Wifi, aire acondicionado, percheros para perchear tus prendas (debe haber como 4000 alrededor del salón) y por si se rompen los aires unos ventiladores de techo marca ACME que menos mal que estaban apagados porque le volarían la peluca a más de uno. Ah, sisi, todo lo viejo funcionaba tan bien…

Los pisos. Los techos. El típico vitro de café porteño para dividir el salón. Fileteados en madera. Las cortinas. Los mozos. Todo te transporta. No dejen de visitarlo si tienen ganas de viajar en el tiempo.

¡MOZO, TRÁIGAME SU CV!

Apenas nos sentamos apareció Oscar. Un personaje.

Buenas noches. Los voy a atender yo. Soy Oscar, hincha del rojo y no me tiño. – dijo el tipo plantando bandera.

Automáticamente, quién escribe estás líneas, comenzó a indagar en lo importante: el pelo de Oscar. Porque el hombre tiene 60 pirulos y un casco negro en la capocha. Sin agujeros, sin canas, todo perfectamente peinado. RARO. Así que me hacía el boludo y me paré un par de veces para ver si era verdad. Le daba vueltas, le olía el pelo como si fuese un tester de Pantene y estaba a punto de tocarle una patiya cuando dijo:

Como le dije, tengo 42 años de mozo y ni una cana señor.

¡Qué lo parió! Estábamos en presencia del famoso pelo perenne. Era el momento de seguir preguntando sobre el CV de semejante personaje.

Oscar nos contó que entró a los 17 años a trabajar en El Globo y ahora tiene 59. La atención que te brindan mozos como él, hace que uno se plantee pegarle un trompadón a cualquiera de esos mozos palermitanos de 20 años que tardan 45 minutos en traerte un triolet y una birra. Y lo que pasa es que se perdió el tiempo de aprendizaje. Ahora todos vuelan. Un tipo se hace un curso de chef por internet y al otro día sabe más que Doña Petrona.

¡NO SEÑOR! ¡NO SEÑORA!

Jorge estuvo 14 años atrás de la barra y recién ahí, cuando conocía cómo funcionaba todo, le dieron el OK para ser mozo. Fue lavaplatos, pelapapas, lavacopas, fiambrero, pucherero y un montón de mini-oficios más, cada vez con más responsabilidades. Entró en el 71 y recién en el 85 salió a la cancha. Un semillero de talentos como el Club Barcelona eran estos lugares.

De más está decir lo bien que nos atendió. Lo bien que nos recomendó. Lo bien que la pasamos.

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ENTRADAS

Picada El Globo: contiene los siguientes ingredientes, ordenados según la escala de Richter… cantimpalo, salame, aceitunas verdes y negras, ensalada rusa, palmitos, atún, matambre, jamón cocido, jamón crudo y lechuga abajo (que nadie tocó). Está muy bien la cantidad de todo, excepto del jamón crudo que nos quedamos re manijas. La ensalada rusa era un poema y uno de los integrantes declaró públicamente que volvería solamente para comer rusa. No le creímos.

Tortilla a la española: se la pedimos babé y Jorge no falló. La circunferencia de la cosa tenía un tamaño mediano, comparable con una rueda de triciclo o la boina de un abuelo. Los pedazos de chorizo colorado, además de su abundancia, parecían estar cortados con una amoladora. Gruesos y desparejos. Conmovedor.

Lengua a la vinagreta: ahhhh nonono, el tamaño de la lengua! Si algún dromedario está leyendo esto le recomendaríamos que no se acerque a El Globo por su seguridad. Tiernita, buena porción, criolla y vinagre a morir. Tenía tanta, pero tanta vinagre, que inclinamos la bandeja y nos llevamos aproximadamente 7 litros en una bolsa. El vinagre fue utilizado para:

  • Limpiamos los vidrios de los departamentos de todos los comensales, incluyendo los vidrios chiquitos del baño.
  • Pusimos algo en el parabrisas, para que no se genere escarcha.
  • Quitamos manchas de transpiración de aproximadamente 34 remeras.
  • Sacamos el óxido de 4 tenazas, 3 pico de loro y una motoguadaña.
  • Y como seguía sobrando vinagre, le donamos el resto a Mauro Carrú, que labura en el CNEA para que lo utilice en sus experimentos como reactivo, ligando o metabolito.

UN FAMOSO RECORRIDO

Ya sabíamos que a continuación venía el puchero, pero endemientras, seguimos hablando con Jorge sobre una infinidad de cuadros con personalidades famosas que pasaron por El Globo. Y el tipo nos llevó a recorrer el salón mientras nos contaba las historias. Porque acá no sólo se acuerdan quién vino, sino la mesa donde se sentó. Entonces te dicen cosas como: «en la 12 se sentó Mirtha Legrand y se comió un puchero». Y como vos ponés una cara de incredulidad pasmosa, a continuación te muestran la foto que aprueba el comentario y te caés de culo.

Por las puertas vaivén de este lugar pasaron: Serrat, Dyango, Olmedo, Porcel, Pedrito Rico, Moria, Juan Darienzo, Carmen Flores, Chilavert y una infinidad de famosos. Pero algo que llama la atención es la tradición de presidentes… por supuesto que los más viejos estuvieron todos, pero también Alfonsín, Menem, De la Rúa y Kirchner comieron acá. Puchero para todos.

PLATO PRINCIPAL

Olvidate de este problema. Si venís a El Globo podés comer lo que quieras. La carta es enorme, pero el puchero es el puchero. Hay muchas variedades y mezclas que podés hacer. Tenés con cerdo, con pollo, con carne, etc. Nosotros como somos brutitos, pedimos el…

Puchero Completo Mixto: primero Jorge nos trajo la bandeja de las verduras. Para dar una idea nomás, se calcula que toda la verdura que come una familia de 4 personas en un mes, es lo que te sirven acá para el puchero. Una bestialidad la cantidad y la variedad, porque tenía: zanahorias, brócoli, papas, un repollo entero, acelga, zapallo, batata, choclo y un millón de garbanzos.

Ya habían empezado a volar los tenedorazos cuando apareció la otra fuente. Una montaña de carne que incluía 2 matrimonios, cerdo, pollo y vaca. Por supuesto que las opiniones de la mesa se dividieron automáticamente. A algunos les gustó más la panceta, a otros las presas de pollo y a otros la carne.

Se escucharon improperios de un comensal a otro, tales como:

  • «El pollo hervido se come solamente cuando estás internado, dejate de joder.» – buscando que lo internen de un sopapo.
  • «¿Viene floja la costilla o tenés un drama en los premolares?» – criticando el comedor de otro comensal.
  • «Una cosa es la panceta y otra cosa es la panceta esta.» – demostrando, además de saberes culinarios, una capacidad sintáctica fabulosa.

Podemos decir que el plato es re contra mil abundante. En la carta dice que comen 4 o 5, pero tranquilamente comen más. Nosotros fuimos 8 personas y sobró algo de verdura + una morci. Pero metimos entrada contundente, así que eso nos sacó rendimiento pucheril.

Ahora bien… si usted es un lector perspicaz, se habrá dado cuenta que no lo nombramos a ÉL. La estrella de todo puchero. El famoso y entrañable Osobuco. Bueno, tal cual. Cometimos el error de no leer la carta con más detenimiento, para comprender que el osobuco se pide aparte cuando pedís un puchero mixto. Si pedís el Puchero de Carne, ya viene con ese manjar incluido. Pero si vas a pedir un mixto, acordate de agregarlo. ¡Mala nuestra!

POSTRES

Después de la panzada de puchero estábamos a punto de abandonar, pero… olvidaaaaaate… ¡Somos el Antigourmet! Y le entramos a los postres como bicho al foco, como sordo al timbre, como rengo a la muleta, como agua al Titanic o como Axel al verbo amar.

Arroz con leche: lo pedimos con dulce y canela, no era cuestión de andar mariconeando en este momento. Como los amantes del arroz con leche saben, no hay un millón de lugares que lo tengan entre sus postres. Así que anoten un punto más a El Globo por incluirlo y otro punto más por cómo te lo sirven.

Mousse de sambayón: por recomendación del gran Jorge, pedimos este postre. Mamadera qué cosa rica y qué cosa rara. Nadie lo había probado en su vida y había un par de reacios a testearlo. Pero la conclusión general fue: «esto está re contra bueno».

Higos en almíbar: 4 higos, un despropósito porque nosotros al ser 8 casi rompemos todo el salón. Dos comensales terminaron enemistados la noche gracias a este postre. Excelente para cambiar el gusto pucheril.

Manzana asada: otra rareza que este grupo no suele pedir y que tampoco abunda en el circuito bodegonero. Seguramente alguno se acordará de la abuela o tía que le hacía esta delicia, actualmente en extinción. Muy loco que un plato te pueda traer tantos lindos recuerdos. Preciosa manzana.

CONCLUSIÓN

El equipo se propuso investigar aún más y conocer otros lugares como El Globo. Apenas se ingresa al salón uno se da cuenta la carga histórica del edificio y puede comenzar a imaginar todos los cafés que se tomaron millones de personas, los pucheros que llenaron las panzas de tantas familias, la cantidad de proyectos que se charlaron en sus mesas y cómo fueron pasando los años pero el lugar (y su gente) siguen siendo fiel a sus valores.

Hay que conocer El Globo para vivir esas sensaciones en carne propia.

¡Brindamos por otros ciento y pico años de pucheros! ¡Salud!