EL EQUIPO AL 60% Y UN PADRINO AL RESCATE.

Esta semana fue algo atípica para el Antigourmet. Los abogados se nos fueron a Brasil de vacaciones, así que teníamos dos bajas importantes. Los tipos se alquilaron un velero (o algún tipo de aparato de flotación parecido) y se tomaron una semanita de descanso bodegonero.

Román es el que elige los lugares, llama, reserva y nos organiza un poco. Y el gran JP es el fotógrafo oficial y la ausencia de su reflex nos limita un montón para complementar las reseñas con buenas imágenes.

Lo bueno es que pese a ser los dos integrantes más formales del equipo, nos siguen sorprendiendo con su grado de demencia. En este caso, con un whatsapp que llegó desde Brasil diciendo:

Quisimos hacer un asado embarcados y casi se nos quema el velero.

Este tipo de acciones nos deja tranquilos, porque consideramos que estamos exportando materia prima antigourmetera de calidad para todo el mundo; y eso no es moco de pavo. Además, si hablamos de la posibilidad de iniciar un incendio en altamar gracias a un asadazo, eso nos infla el pecho de orgullo.

En fin… la cuestión es que acá quedamos 3 y nos era más cómodo mejor salir un jueves (en lugar del clásico miércoles). El quilombo vino cuando tuvimos que decidir a dónde íbamos a comer. Muchísimos idas y vueltas, hasta que Matías se acordó de uno de los primeros seguidores del movimiento Antigourmet: el Sr. Fabián Rubano.

Nuestra querida mascota: Pomodoro Buseca

El gran Pomodoro Buseca

Fabián es uno de esos personajes difíciles de olvidar. Delirante al máximo, buena onda, familiero y lleno de recomendaciones bodegoneras.

Hace un año aproximadamente, creamos la mascota del equipo y pedimos en las redes sociales que le pongan un nombre. El tipo lo bautizó como Pomodoro Buseca y se convirtió en su padrino (en conjunta colaboración con Agus Manna, su madrina; porque no sea cosa que la mascota se quede huérfana de padrinazgo -o madrinazgo-).

A partir de ese momento, seguimos en contacto a través de las redes, las juntadas y la radio. Una vez, estando con el programa al aire, nos empezó a bombardear con fotos de un lugar llamado LA CENTRAL.

La milanga se salía del plato, el dulce de leche era una cascada que pegaba contra uno de los flancos de un indefenso flancito, las papas fritas a la provenzal te hacían poner a pleno las glándulas salivales y además, nos mandaba fotos de su familia con los platos y la cara de felicidad de los pibes era total.

Pero sinceramente, lo que nos terminó de enamorar del lugar, fue una línea del diálogo con Fabián.

Acá va la captura.

rubano

Está clarísimo. La joggineta nos enamoró.

Pero también la simple idea de mamarnos y terminar con un tatuaje en el gluteo producto del boleo de la gallega es algo que nos tentó desde el primer momento. En definitiva, este lugar tenía todo lo que necesitamos los antigourmeteros para emocionarnos hasta las lágrimas. Y nosotros, tenemos la sensibilidad a flor de piel.

PONENCIA: «SOBRE LA SENSIBILIDAD QUE PARECÍA NO EXISTIR Y LA VERDAD ES QUE EXISTE, NO MUCHO, TAMPOCO LA PAVADA, PERO EXISTE.»

Es así. Los Antigourmet somos gente sensible. Por ahí nos ven como un equipo sólido, áspero, determinado, decidido y, cuando de la «gilada gourmet» se trata, un tanto extremista. Pero en el fondo, somos unos ositos de peluche.

¿No nos crees? Probá con mostrarnos un tupper de albondiguitas caseras y vas a ver cómo se nos cae la estantería entera, te abrazamos y te damos besos en el cachete.

Miles de veces nos llega al whatsapp una foto de un amigo haciendo un asadazo y entramos a acariciar la pantalla con el dedo índice, haciéndole un mimito a la entraña o a ese riñoncito tentador. ¡Más tierrrrnos!

¿Quién puede gritar a los cuatro vientos que jamás se arrodilló ante los pies de su madre cuando sacó un pastel de papa del horno? (con quesito gratinado arriba, más vale). La respuesta es: nadie.

Y también somos sensibles a los olores. Al del ajo, especialmente si comiste antes de jugar al básquet. Pero tambíen nos erizan los pelitos del brazo las fragancias provenientes de un guiso pulentoso, un estofado cojudísimo, un buen pollo al disco o el tuco espeso de la abuela los domingos.

Somos sensibles.

Y por eso nos hicimos un test para comprobar si eramos PAS (Personas Altamente Sensibles). La verdad que el test nos pareció una pelotudez oooo-límpica, producto de la mente maquiavélica de un/una gourmet, que se avivó y sacó un libro sobre el tema… pero… además… no somos taaaaaan sensibles.

Hasta ahí nomás. Tampoco la boludez de un emo. Lo nuestro es más cortito, efímero.

¡Ay! Qué emoción esa pizza. Ya se me pasó. Comamos.

Algo así vendría a ser la acción/reacción/sensiblera/antigourmetera por excelencia. Lo bueno es que ser sensibles nos posibilita contar lo que vivimos en cada lugar, y con eso, alcanza y sobra para compartirlo.

Acá les dejamos el link del test por si les apetece perder el tiempo en el laburo. También pueden encontrar miles de pelotudeces de este tipo en Ohlala o la revista de Susana (la preferida de Pietro).

DE UNA AVENIDA DIVISORA, UNA LANCHA CON RUEDAS, LA INEXISTENTE MAFIA DE LOS CAJEROS AUTOMÁTICOS Y UN TIPO MOJADO CON MUCHA HAMBRE.

Llovía.

Dato no menor cuando estamos hablando de una incursión antigourmet. Y llovía lindo, eh. Nada de garúa, chispeo o sirimiri. Vos mirabas para las veredas y podías ver como la gente se mojaba con agua. Una cosa de locos.

Por suerte, nosotros íbamos en el auto de Facundo, que es una lancha prácticamente. El mítico Citroën C5 tiene como 4 metros de eslora, un par de barriles-salvavidas de cerveza en el baúl y un quilombo con el calado (que es lo que se hunde de la embarcación en el agua). Post-bodegón, el calado se complica a niveles asombrosos, producto del aumento en el peso de los comensales y el C5 entra a rozar fuerte en todas las lomas de burro que se nos cruzan.

Pero bueno, por lo menos, no nos mojábamos, y nos encontrábamos saliendo de Capital Federal.

Avenida Crovara. Ese es el nombre que adopta la Avenida Eva Perón cuando cruzás la General Paz. Como nos dijo Fabián, son apenas unas 6 o 7 cuadras para llegar a nuestro destino gastronómico. A La Central te la vas a encontrar a mano derecha, atrás de un puesto de diarios. Dato importante si te estás por mudar y necesitar papel para envolver las copas y platos. Viste que nosotros estamos en todos los detalles.

Crovara, además divide barrios. La Central queda en Villa Insuperable. Si cruzás la calle, ya estás en Villa Madero. Así nos informó luego un parroquiano que supo trabajar en el Correo Argentino. Entonces podemos decir que, luego de esta salida Antigourmetera, pisamos Villa Insuperable y miramos Villa Madero.

21:35 

Recordamos muy bien el horario porque fue exactamente cuando estacionamos la lancha frente a La Central y Matías preguntó: ¿Hicimos la reserva, no? La respuesta que obtuvo fue la siguiente:

Es sin reserva Mati. Pero dijeron que vengamos tranquilos, porque hoy con la lluvia no viene nadie.

¡18 personas haciendo cola para entrar! ¡Dieciocho!

1

El equipo chupando frío

Todas parapetadas abajo de los techitos de los locales contiguos a La Central. La cara de Matías fue elocuente. El tipo venía con hambre y se ve que el golpe visual le pegó duro. Había parejas de unos 50 años, una familia bastante numerosa, dos grupos de amigos y al final, otra familia con sus dos hijos.

Si mirabas un poquito hacia mitad de cuadra, podías ver un hombre mayor, de unos 70 años, apoyado contra un cartel de un negocio. Matías concluyó que estaba momificado a raíz de haber esperado 4 años para entrar. Le dijimos que se calme. No hubo caso.

Para empeorar la situación, nos dimos cuenta que ninguno había traído efectivo. Entre los 3 sumábamos $260 en las billeteras. Así que lo dejaron al delirado cuidando el lugar en la fila, y Martín con Facundo se fueron a buscar un cajero.

Bueno, convengamos que no es una buena idea. La mafia que controla los cajeros automáticos no parece tener buena logística en Villa Insuperable. Estaría siendo un poco complicado la «encontración» geográfica de un sistema de obtención de billetines. No sabemos a ciencia cierta por dónde se metieron, pero los tortolitos estuvieron unos 20 minutos hasta encontrar uno, sacar guita y retornar a La Central.

Para cuando llegaron, Matías estaba lamiendo el puesto de diarios y haciendo vasijita con las manos para tomar un poco de agua de lluvia. Nos contó que la gente lo miraba raro, especialmente cuando abrió la puerta del lugar y pidió un cachito de pan para mojarlo en el huevofrito estampado de la chomba. Desastroso el hambre que cargábamos.

Pero de todo se aprende. A ver, hagamos un breve repaso…

  1. Ir temprano. Es sin reserva y se llena siempre. La gente en Villa Insuperable cena tempranísimo y nos parece perfecto. A las 21 hay que estar en la puerta si no querés clavarte un rato afuera.
  2. Cola. El recambio es bastante rápido, no te vas a clavar 1 hora, pero mejor ir temprano (Ver Punto 1).
  3. Llevar efectivo. La mafia de los cajeros automáticos no tiene buena logística por estos lugares.
  4. No comprar un C5. Es un auto imposible de estacionar; excepto en mar abierto.
  5. Cuidarse del tétanos. Chupar un puesto de diario puede ser peligroso. Si lo hizo, consulte a su médico.

BONDI-SYSTEM: el 126 te deja en la puerta y el 92 en la esquina.

UN SALÓN MINIMALISTA, LA MUJER DE USAIN BOLT Y LAS TÉCNICAS ANTIGOURMETERAS DE APROPIACIÓN DE PLATOS AJENOS.

Cortito y al pie. La Central tiene lugar para 60 comensales. Tiene más pinta de pizzería remodelada que otra cosa, porque tiene una doble barra azulejada, que ocupa la mitad de la pared izquierda y el fondo del salón, pero solamente se despachan pedidos. Es impresionante la cantidad de vecinos que vienen a buscar morfi a La Central, especialmente pizzas.

La decoración es minimalista. Pero hay un detalle importantísimo que nos puede salvar las papas; especialmente a los hombres.

Si te olvidaste de festejar alguna fecha importante, como por ejemplo: el día de la madre, el día del padre o el día de la bandera (en el caso de que seas fan de Manuel Belgrano), en La Central podés festejarlo cualquier día del año. Hay hojas A4 pegadas, vaya uno a saber desde cuando, arengando a la gente para venir a comer en esas fechas. Aprovechá la volteada, comés como un duque y de yapa quedás bien con ese familiar que se te ofendió.

Las mesas son geniales. Están bastante pegadas unas a otras, por lo tanto se presta para entablar conversación con los vecinos, interiorizarse sobre qué pedir, conocer nuevos amigos y de paso… si a la mesa de al lado le trajeron un plato que tiene más pinta que el tuyo… pedir un cachito para probar. Pa’ ver cómo es.

Para ello, los Anti nos valemos de frases tales como:

Usted sabe que yo lo iba a pedir…

Cambié a último momento por los ravioles. Mire usted lo que me perdí.

¡Ahhh bueno! La pinta que tiene eso. Y yo soy tan gil que me pedí un omelette de acelga sin sal.

Si acompañás la frase bajando el mentón, cerrando los ojos y tocándote las cejas (con los dedos pulgar e índice), te aseguramos que no existe una sola persona en el mundo que no se apiade de vos y te convide un cachito de su plato. Pero cuidado, son técnicas milenarias que deben utilizarse en casos de extrema necesidad, extrema hambruna o extrema milanga napolitana depositada en la mesa vecina. Sino, no.

El salón es manejado por los dos mozos del lugar. A nosotros nos alegró la noche Romi, más conocida como «la negra». La verdad es que hacía un montón que no nos atendía una moza y quedamos maravillados. Esta oriunda de González Catán no para un minuto. Las 2 horas y pico que estuvimos, se la pasó en servicio, sin descanso, de punta a punta, de pe a pa. Una verdadera velocista.

Si fuese la mujer de Bolt, podría tranquilamente correr al lado de él los 100 metros y decirle al oído:

Te llamó la contadora Usain, dice que debés 2 meses de Ingresos Brutos, no te cuelgues y tené cuidado con el camarógrafo aquél que maneja el segway como el culo.

Acá la podemos ver en un video. Bolt en el carril 5 y Romi en el 7 llevando un delivery de empanadas.

¡Gracias Romi por la buena onda y querer tanto a tu profesión!

¡LO PEOR ES LA HUMEDÁT!

Ya dijimos que llovía. No tiene nada que ver con lo que viene, pero te lo contamos para que sigas imaginándote el lugar. Afuera, está lloviendo a cántaros. Adentro, la gente come, charla y la pasa bien.

Cuando Romi nos empieza a preparar la mesa, nos trae los platos y los cubiertos mojados. No te decimos que estaban llenos de agua, pero sí con una cierta cantidad de gotas y humedad. O sea, estaban recién lavados.

Un gourmet te diría que es una nueva técnica francesa, a través de la cual se le brinda al comensal la posibilidad de experimentar el proceso de limpieza de platos y tener la plena seguridad que los productos utilizados son los mejores del mercado. Obviamente, este proceso innovador tendría «pasos» y sería algo parecido a esto:

  1. Extracción del plato usado y envío a cocina en bolsa herméticamente sellada.
  2. Eliminación de migas sobrantes sobre tacho de basura abierto.
  3. Enjuagada en bacha con esponja ámbar de Curuzú Cuatiá (últimas en su especie).
  4. Secado, a mano de hombre, con repasador de tela incaica y muy cuadrillé.
  5. Reposición del elemento en salón y certificación de lavado ISO-7001.

Nosotros te decimos que los terminamos de secar con una servilleta y nos preparamos para recibir el morfi. Chochos de la vida.

ENTRADAS

La carta viene en folios. ¡Una verdadera maravilla! Le pegamos una mirada completa, pero optamos por pedirle recomendación a nuestra moza. Así fue como llegaron a la mesa estas entraditas.

RABAS: estábamos hablando con Romina sobre los tamaños de las porciones, Facu le pidió este plato, ella se fue para la cocina y apareció a los 40 segundos con una bandeja llena de rabas. Matías ni siquiera se enteró de que lo habíamos pedido. Fue declarada como la bandeja de rabas más rápida del oeste. Para que se entienda que no exageramos, llegó antes que la panera. La porción es bárbara. Abundante, rabas grandes, carnosas, sabrosas, con limoncitos. Para compartir viene perfecta.

TORTILLA A LA ESPAÑOLA: ¡Enorme y babé! Pero enorme es enorme eh. A nosotros nos costó horrores terminarla y tuvimos que finiquitarla recién después de los platos principales.

Tiene el diámetro de un disco de pasta y la altura de toda la discografía de Osvaldo «Corazón» Gaitán. Viene con jamón, morrón, chorizo colorado, mucha cebolla y una docena de huevos. Martín dijo que en el fondo del local tienen 5 gallinas ponedoras al palo, porque sino es imposible entender de dónde carajo sacan tantos huevos.

El dato: la cebolla viene cruda y te castiga de lo lindo. Te avisamos porque si no te gusta cruda, te vas a tener que llevar la tortilla en el lugar de la rueda de auxilio.

LA SALIDA FAMILIAR Y AGUANTE MASTERCHEF

Mientras estábamos con las rabas, nos pusimos a charlar con la mesa de al lado (cruzando el pasillo). En esa mesa se encontraba la familia Arispe: papá Gabriel, mamá Alicia, y sus hijos Caro y Gonza.

Ellos le estaban dando con todo a un flan mixto, pero nos asombró lo que pidieron como principales y por eso nos cruzamos a charlar un ratito. Se habían pedido: una pizza grande (mitad muzza y mitad especial), una milanesa napolitana y una fuente de ravioles.

Gabriel nos contó que es cliente desde hace un montón de años, que conoce a los dueños y que el lugar se hizo la fama a puro laburo y comida casera. Incluso nos contaron que Romi, de lunes a miércoles se banca solita el salón entero y que cuando arrancó era «así de flaca» (mientras nos muestra el dedo meñique y se ríe porque Romi lo escuchó).

Hay gaseosa grande y los postres son para compartir, eso rinde mucho, nosotros somos 4.

Y es así nomás la cosa. Los precios son muy accesibles, pero además todos los platos son enormes. Vemos que todas las mesas comparten y que el ambiente es totalmente distendido. Incluso un par de veces todo el salón, al unísino, estalló en una carcajada. Es porque en la tele está puesto MasterChef y cada vez que presentan un platos pedorro medio vacío de contenido, acá en La Central alguno tira un chiste y todos se ríen.

PRINCIPALES

BIFE LA CENTRAL: Es una bestialidad. Tiene 3 cm. de cimientos construidos a base de papa. Eso sirve como plataforma para el Sr. Bife. Calculamos 600 gramos y capaz nos quedamos cortos. Para colmo, rodeando a la carne por todos los flancos, encontrás: morrones asados, arvejas, lechuga, dos huevos fritos y mucho jamón (cortado con amoladora).

Si te gusta la exposición, este es tu plato de cabecera. ¿Por qué? Porque te miran todos cuando llega a tu mesa. Incluso te van a pedir sacarle una foto. Nos pasó.

SUPREMA NAPOLITANA: es un duplex. A ver si lo podemos explicar. Viene una suprema de 40 cm., arriba de una fuente bien cascada a palos de tanto uso. La fuente mide 30 cm. así que desde el vamos es como que la carne la envuelve. Arriba de esa suprema… ¡hay otra suprema! Lógica pura. Esta otra era un poco más chica que su compañera del piso de abajo, pero nos sorprendió la duplicidad.

Llegando a la cima de este duplex, accedés por una escalerita a la terraza que está alfombrada con salsa de pizza; así nomás: salsa de pizza. Arriba de la misma, depositado con mucho cariño, vas a encontrar el queso y el jamón (1,5 cm de grosor, medido con instrumental quirúrgico).

Los 2 platos son bombas para compartir. Por si hacía falta aclararlo. Y mientras nos desabrochábamos el cinturón, nos percatamos de que nos estaban mirando.

GLADYS, HUGO Y LOS PROBLEMAS DE TEMPERATURA

Está bien. Nosotros veníamos con mucha hambre y una espera de 30 minutos en la puerta. Por lo tanto, le dimos con todo y después de terminarlos, nos dimos cuenta que en la mesa contigua había dos personas aterradas con el espectáculo que habíamos dado. Era un matrimonio de unos 50 y pico años que se habían conformado con un plato de rabas entre los dos y la señora había sacado un abanico azul para ventilarse.

Recordemos: mes de Julio, llovía, baja temperatura, sin cajeros cercanos.

Matías agarró un escarbadientes, se lo llevó a la boca, tomó la libretita manchada con salsa y dijo:

Buenas noches, tengo una pregunta para la señora. ¿Cómo carajo tiene un abanico en la cartera si estamos en pleno invierno?

Y Hugo, su marido, le contestó:

Olvidate, esta mujer me vino con el termostato roto.

Así fue como empezamos a conocer a nuestros vecinos de mesa.

Esta divertida pareja de San Justo, había llegado a La Central porque se les había cortado la luz en la casa y decidieron salir a comer afuera. Gladys ya nos había clavado los ojos cuando cayó el Bife La Central y como estábamos pegaditos, empezó a mirar la escena: 3 tipos con chombas negras, huevosfritos en el corazón, libretitas para anotar, lapicera en la oreja, comiendo a reventar, preguntándole todo a la moza y pasándonos de mesa para hablar con otros comensales.

Después de explicarle lo que hace el Anti, nos empezaron a bombardear con sugerencias, lugares, platos y nombres de mozos. Igualmente, nos dijeron que La Central es el más Antigourmet de la zona.

Vieron, es impresionante lo bien que se come acá. Voy a tener que salir a correr un ida y vuelta hasta la luna. – tiró Hugo en un rapto de lucidez humorística cuando se dio cuenta que su mujer le miraba un lamparón de aceite que tenía en la camisa.

Nos recomendaron las pastas, pero nosotros ya estábamos liquidados con los cuatro platazos que habíamos pedido. Seguimos charlando hasta que se fueron, pero mientras nos despedíamos… solicitamos un postrecito.

DE UNA CAMINATA NOCTURNA, UN TIPO QUE JUGUETEÓ CON LA MUERTE Y UN POSTRE BIEN ANTIGOURMET

Es rarísimo poner el sustantivo «POSTRE» en singular, pero es la pura verdad. Normalmente nos clavamos 4 postres, pero acá solamente pudimos pedir uno. De todos modos, antes de que llegara a la mesa esta genialidad culinaria, Martín tuvo que salir a la vereda a tomar aire. ¿Cómo?

Sí, señor. Sí, señora. Así como lo leen.

El Dr. Pait, con sus facultades mentales trastocadas, pidió un tiempo muerto y salió a la vereda a tomar aire porque se le estaba complicando la respiración. Facundo lo tildó de amateur, mientras Matías documentaba en la libretita este momento histórico.

El «Excitante Pait», apodo que utilizamos durante los partidos de básquet, dada su exquisita mecánica de tiro desde la línea de 3 puntos, iba y volvía caminando, desde la esquina hasta el puesto de diarios. Lo veíamos por las ventanas del salón y no lo podíamos creer. Pasaba con los brazos en jarra, arriba de la cabeza, refregándose las manos en la cara. ¡Pa’ llorar de risa!

Nunca lo habíamos visto tan complicado. Nunca lo habíamos visto tan falto de aire. Y la preocupación aumentó… cuando lo dejamos de ver.

Nos siven el flan, miramos a la vereda para hacerle señas y el tipo no estaba más. No pasaba más caminando. Ni brazos en jarra, ni nada por el estilo.

Chau. Se desplomó. – dijo Facu, sin despegar la vista del flan.

Matías, un poco más asustado, se levantó, enfiló para la puerta y cuando la abrió, se empezó a reír sin parar y le hacía señas a Facundo para que se sumara. El espectáculo era bochornoso. Martín estaba con la espalda apoyada contra el puesto de diario, boqueando como un pejerrey fuera del agua, con las manos apoyadas sobre las rodillas flojas, los ojos vidriosos, cagado de frío, y solamente atinó a decir:

¿Llegó el flan? ¡Ya entro!

Ese es el espíritu Antigourmet. En estas simples acciones se demuestra la pasta de campeón. Nada de amedrentarse por un postrecito. El tipo volvió, a lo Rocky Balboa. Puede ser que haya jugueteado con la muerte, pero a los pocos segundos ya estaba de vuelta en la mesa, para darle pelea a uno de los peores enemigos que supimos enfrentar. El terrible, Flan Mixto La Central.

FLAN MIXTO: olvidate de las porciones. Son como 300/350 gramos de flan. Martín dijo que eran como 8 potes de Serenito y puede llegar a tener razón. Rebalsado de crema y dulce de leche. Nuestros vecinos nos dijeron que la gallega andaba media jodida y no había venido a laburar, pero que si está atendiendo, pasa con el pote de dulce de leche y te mete un cucharadazo de recarga.

No podemos calcular cuantas personas comen, eso dependerá de los platos principales, pero podemos afirmar que es una verdadera joya antigourmetera.

CONCLUSIÓN

El cocinero es ciego.

Esa es la única forma que tenemos para entender cómo carajo las porciones son tan grandes. Es medio raro que algo de la carta no sea para compartir. Por ahí las pastas te las podés clavar solo si vas con hambre. Pero la verdad es que el tipo no se controla en ningún plato. Lo amamos.

El día que fuimos no estaba la dueña, que promete ser un personaje de antología. No han llegado muchas anécdotas jugosas de la gallega y eso suma tremendamente para darnos ganas de volver. No podemos seguir con esto sin que nos recargue el flan con dulce de leche extra.

No vayas con ninguna pretensión más que una buena comilona. Acá hay que ir con una buena dieta y darle duro a la mandíbula. Los precios son bajos en muchos platos. Nosotros lo anotamos en la categoría más económica (Fin de mes).

Los mozos son serviciales y velocísimos. No se te van a quedar charlando porque no podrían hacer el laburo que hacen, pero son muy copados. Lo de Romi es impresionante; una verdadera moza de profesión.

La Central, en Villa Insuperable, es un lugar que nos sensibilizó el corazón, con todas las letras.
O sea, con la C, la O, una R, la A, la Z, una O con el palito arriba, y una N al final.

Volveremos con efectivo, más temprano y Martín en mejor estado.
Gracias por recibirnos. Aguante La Central.

¡GRACIAS FABIÁN!

Esta reseña va dedicada al genio de Fabián Rubano y su familia.