Spiagge di Napoli

Un montón de gente en la vereda da la pauta del buen morfi que sirven adentro. Un lugar con más de 80 años brindando un servicio antigourmet del más puro. Pastas por kilo y vecinos fabulosos. Si querés disfrutar de una cena con la flia, Spiagge es un lugar ideal. A comer (y leer) se ha dicho.


Por razones de higiene, se prohibe escupir en el suelo.

Está claro que cualquier lugar para comer en el mundo, que tenga esta aclaración pegada en su pared, se convierte automáticamente en un sitio digno de reseñar para el equipo Antigourmet. Y acá estamos, cumpliendo con nuestra misión.

Con esa chispa de genialidad nos recibieron en las Playas de Nápoles. Un lugar en pleno Boedo que no tiene arena, ni mar, ni palmeras, ni cocos, ni un riacho con 3 piedras, ni nada por el estilo que se parezca a una playa, pero que hace un chillón de años alimenta a un montón de gente.

Pero pisemos la pelota un minuto. En el Antigourmet siempre nos gusta contar TODO lo que vemos. No sólo la comida, sino lo que pasa antes, durante y después en cada lugar que visitamos. Así que habiendo leído el cartel que no nos deja salivar, vamos a pegar media vuelta, abrimos la puerta de entrada y salimos a la calle para contarte algunas vicisitudes durante la llegada y el ingreso a este precioso local gastronómico.

¡CEREEEEEBRO!

Miércoles, 20:45 hs. Hacía frío. Mucho frío. (dato importante para los sucesos posteriores, que siguen a continuación y que van a estar luego de esto que está entre paréntesis, o sea, después de).

Dos integrantes del equipo avisaron que tenían otros compromisos y no iban a llegar para la panzada. En la semana habíamos decidido ir a Spiagge y le preguntamos a JP si había reservado. Nos contestó que NO y que era imposible. ¿Por qué? Porque no hay reservas, claro está.

Arrancamos con fe inquebrantable y llegamos a las 21:30. Un dato fundamental es que tenés 2 hs. de estacionamiento sin cargo en Boedo 645. Metimos el auto. Agarramos las libretas de almacenero pertinentes. Enfilamos a la puerta y…

No te podés dar una idea lo mal que la pasamos.

La cosa es así… Spiagge di Napoli tiene 2 vidrieras en la entrada y las mesas están bien amontonadas. Por lo tanto, desde la vereda podés ver a unas 100 personas comiendo a morir mientras vos estás esperando como un gil en la veredita. Eso no sería un problema, si vos sos el único gil que espera. El tema se pone denso cuando los giles se amontonan.

Éramos un malón. ¡Posta! Había un malón de gente acechando la entrada. ¡De todo eh! Familias, parejas, grupos de amigos, 3 pibas que estaban famélicas y un viejito en ojotas y medias 3/4 de color marrón que te miraba con tanta cara de hambre que daban ganas de ponerte a llorar. Ponele que había unas 25 personas a punto de hacer un fogón y muertos de hambre. Y acá está el punto clave. Estábamos muertos de hambre. Muertos.

Y pasó lo que tenía que pasar: The Walking Dead en Boedo. El despertar de los muertos. Terror en las playas de Nápoles.

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Foto real de la cola para ingresar en Spiagge.

De un momento a otro, nos convertimos en un grupo desastroso de zombies, apiñados contra los vidrios, señalando los platos de los pobres comensales que estaban en las mesas pegadas a la calle, con los ojos desorbitados, la carretilla estirada y la baba tipo hamaca llegando de oreja a oreja. Se escuchaban alaridos, un par de gemidos y se pudo escuchar el clásico: «traeme un pancho o te juro que mato a alguien».

El viejito de ojotas pasó a convertirse en la persona más temida de la cuadra. No se movía y te miraba fijo. No sabíamos si se había congelado, si había entrado en fase larval o si estaba a punto de ahorcarte con las medias 3/4 marrones. No se dan una idea el alivio que provocó cuando lo hicieron pasar al viejo. Todos nos sentimos por demás de aliviados. Incluso, un par de zombies que habían quedado en la puerta, comentaron que el viejo desde adentro los seguía mirando fijo y les hacía señas obscenas. ¡Qué cuiqui!

Era muy gracioso ver cómo se movía el malón cuando el mozo pasaba con un plato. El tipo servía algo en la vidriera derecha y nos íbamos todos para aquél lado a ver qué onda. Y cuando le servía otra cosa a la gente de la vidriera izquierda, a los saltitos llegábamos todos para chusmear. Metimos cantito y todo:

Se mueve paaaara acá, se mueve paaaara allá, esta es la banda más zombie que hay.

De a poco la horda fue bajando en cantidad. Nos hacían pasar bastante seguido, pero aclaramos que tuvimos media hora de espera que fue prácticamente destructiva, gástricamente hablando. Lo único bueno es que tenés pegada la carta en los vidrios, por lo tanto si sos un zombie que sabe leer, te podés entretener eligiendo el plato que vas a pedir al ingresar y aprender un montón sobre pastas (porque los tipos tienen de todo, incluyendo «Sstrechynatty al tuco» o «Vermicelli con estofado»).

Y entramos…

VOLVIENDO A LA VIDA, MUY DE A POCO

Cuando nos tocó el turno de pasar estábamos fusilados. Los 4 antigourmeteros que nos caracterizamos siempre por entrar a los locales como una estampida descontrolada, estábamos totalmente dóciles. Teníamos la tranquilidad de un panda, un perezoso, una tortuga y una foca (porque el Foca seguía siendo el Foca). Muy despacito, nos acomodamos en la mesa y, además de atacar la panera como si fuese una pizza de Güerrín, nos dedicamos a observar el salón.

Spiagge es un lugar fabuloso. TV con fútbol. Dos millones de vinos en los estantes, mapas y fotos de Italia, jamones a rolete, cuatro ventiladores, 2 aires acondicionados, iluminación con fluorescentes y WIFI. Tenés menú light (no sabemos para qué sirve). Línea coca y sifón de plástico.

Los manteles son rojos. Con un «sobremantel» rojo (porque individual no es) y cortinas rojas. Es más, te diríamos que el tipo compró 4 mil metros de tela e hizo todo con lo mismo. Genial la decoración.

Es un lugar de barrio y muy bullicioso. Está siempre lleno. No fue casualidad nuestra espera; los vecinos de mesa nos dijeron que desde hace mil años es así la cosa. Ni se te ocurra primera cita acá. Es más facil conversar siendo arrastrados por un tornado que en Spiagge di Napoli.

Dato jamás visto: alcohol en gel en cada mesa. (hay que desinfectar las manos de los zombies antes de entrarle al morfi).

Dato antigourmetero: pedimos la clave de WIFI y tardó tanto en llegar que era preferible construir un AR-SAT2, lanzarlo y conectarse directamente a través de un satélite propio. Anotala y ahorrá en salud: Giovanni12345.

ENTRADAS

Apareció Jonatan, nuestro mozo, para tomar el pedido. Un pibe muy piola, que nos recomendó muy bien, aunque obviamente no nos pudo dar mucha bola porque tenía un montón de mesas para atender y además, un montón de zombies nuevos en la puerta. Le pedimos…

Rabas: ¡Mamita querida! Qué manera de apilar loco. La bandeja viene re contra hasta las manos. Incluso nos tomamos el laburo de contarlas porque nos pareció un dato clave: 32 rabas. Tiernitas, muy ricas y con 4 rodajas de limón. Flor de entrada antigourmetera para compartir, llevar y regalar.

Jamón crudo y rusa: el precio nos pareció demasiado áspero y estuvimos debatiendo bastante antes de hacerlo marchar. Pero las dudas se dispersaron cuando la vimos llegar. Jonatan apareció con una fuente de la abuela. Esas fuentes bien cascadas a palos de tanto usarse, de buen porte y fabricadas con un metal que no se consigue desde la época de la colonia. Rebalsada la fuente de una ensalada rusa NBA y unas fetas de jamón crudo de excelente calidad. Nos encantó.

VIEJAS TAPIALERAS Y MODELOS DE ALTA COSTURA

Mientras bajábamos la porción de rabas que parecían multiplicarse cada vez que levantabas una de la fuente, nos dedicamos a molestar y charlar con nuestros vecinos de mesa. Porque en el salón tenés las mesas bien juntitas, entonces si parás la oreja escuchás conversaciones fabulosas.

Por ejemplo, atrás nuestro había una pareja de abuelos que si sumábamos los años andaban cerca de los 170. Se pidieron 2 guisos de lentejas. Claro, cuando llegaron los 2 fuentones casi se murieron del susto. Comieron uno y mandaron a «envolver» el otro. Andá a saber cómo se lo llevaron, pero capáz que en una bolsa de dormir entraba justito.

Hay mucha gente del barrio comiendo. Es un ambiente 100% descontracturado. Un grupete de señoras mayores hablaba bajito y nos miraban de reojo cada 5 minutos. Hubiésemos pagado para dejar un grabador en la mesa y registrar el chusmerío que se generaba cada vez que alguno de nosotros decía una pavada, le preguntaba algo al mozo o anotaba en la libretita. Las imaginamos colgadas del tapial meta chusmear sobre cada vecino de la cuadra.

Nos pusimos a charlar con un matrimonio que nos preguntó: ¿Por qué anotan tanto ustedes? Les contamos de qué se trata el Antigourmet y se coparon con la idea. Ellos frecuentan Spiagge desde hace mucho tiempo y nos contaron anécdotas geniales. Por citar alguna de sus historias, se reían al recordar que:

Hace 40 años, eran todas mesas largas, de madera, tipo comedor de un camping. Y cuando te sentabas, el mozo armaba el mantel con las servilletas usadas llenas de tuco. Era increíble.

Otro tipo que estaba solo, comiendo un plato de pastas, cuando se paró pudimos verlo en plenitud: pelo sin peinar desde que nació, camisa a rayas, pantalón corto, medias de lana y pantuflas. ¡Dolce & Gabanna comé eso!

PRINCIPALES

Llamamos a Jonatan para pedirle los platos y que nos recomiende algunas cositas. Un dato que queremos destacar antes de contar los platos, es la velocidad de la cocina. Vos empezás a balbucear algo y antes de terminar de decirlo, ves al mozo que te lo está trayendo. Llegamos a la conclusión de que te leen el pensamiento y te traen el plato antes de pedirlo.

Vamos a lo importante…

Fucciles con estofado: vamos a aclarar un punto fundamental que suma enormemente porotos antigourmeteros. Si tenés una familia numerosa, podés venir y pedir las pastas por kilo. ¡POR KILO! Y te traen una montaña de fideos que podés darle de comer a los pibes durante una semana entera. Vimos una mesa que pidió 1 kilo y cuando se tuvieron que servir estaban más desordenados que cumpleaño de mono.

Matías quiso pedir este clásico plato del lugar con estofado y le dijo a Jonatan: «Che, ¿me podés agregar una albóndiga?». El mozo abrió los ojos un tanto sorprendido y respondió: «¿Pero vos te querés tirar al precipicio?». Ante semejante afirmación, desistimos de anexar la tan anhelada albóndiga. Y lo bien que hicimos…

El plato es muy abundante, la carne del estofado estaba perfecta y los fucciles al dente. El dato de color: la quesera. Tenés que moverla para ver al que está sentado frente tuyo. Montaña de queso para divertirte de lo lindo.

Caracoles: el sr. JP andaba antojado de comer caracoles, porque los leyó en la carta y se la pasó toda la noche tratando de convercer a alguno de que lo acompañara en la epopeya. No consiguió avales de nadie y se los tuvo que pedir solo. Cuando llegó el pedido de la mano de Jonatan el primer comentario fue:

Mozo, ¿el plato trae algún manual de instrucciones?

Nos quedamos todos atónitos sin saber qué carajo hacer con esos bichos. Lo primero que intentamos fue hablarles para ver si salían de su casita. Se escucharon cosas como: «caracoliiito» o «bichi, tenés ganas de salir un ratito?». No hubo caso. Los caracoles no salen solos, hay que sacarlos. ¿Cómo? Andá a saber. Por las dudas usamos los dedos, escarbadientes, tenedores, tenazas y Matías dijo que si hacía palanca con un encendedor te lo sacaba pero tenía miedo de sacarle el ojo a una de las viejas tapialeras.

Lo bueno es que son como un millón. Calculamos que si todos los comensales del lugar piden el mismo plato, los caracoles entran en la lista de especies en peligro de extinción.

Si nos preguntás por el sabor, te podemos decir que es como comer caracú, pero con un gusto más fuerte. Sinceramente, si tenés ganas de sacarte la duda, este es el lugar para probarlos. Pero creemos que JP no los pide nunca más. Fue muy divertido verlo utilizar 100 técnicas distintas para comer los caracoles.

Y algo más… si estás de levante, ni se te ocurra pedirlos con una mina en frente. Es imposible que te vuelva a mandar un mensaje de texto después de verte comiendo caracoles.

Sorrentinos verdes con crema: el Foca sorprendió al equipo con este pedido. Al no solicitar ningún tipo de salsa nos dejó helados. El tema es que Spiagge di Napoli se especializa en pastas y tiene un montón de opciones de salsas para pedir. Pero el tipo, firme en sus decisiones, no dudó un segundo.

La verdad… estaban re contra mil buenos! Y nos refregó en la cara durante toda la noche el platazo que se había pedido. Abundante, eran unos 8 sorrentinos de buen porte, la salsa estaba exquisita y terminamos pidiendo (y ponchando) una panera extra.

Nótese que Román no pidió plato. Eso se debe a las soberanas entradas que pedimos. Sinceramente eran excelentes y optamos por pedir un plato menos y compartirlos.

POSTRES

Flan mixto: si te quedaste con hambre (que lo dudamos) te conviene pedirte otra cosa. Es un flan super casero, pero chiquito. Poroso, aireado como un Milka. Muy rico. Te ponen más crema que dulce de leche. Ojo con eso.

Copa de la Nonna: en las redes sociales avisamos que estábamos en Spiagge y nos recomendaron pedir esto (y compartirla). Un hallazgo genial y muy recomendable. Es la Copa del Mundo, con el mismo peso específico de la Copa del Mundo. La levantás y sos el Diego en el 86.

Viene con canela, chocolate rallado, vainilla, queso marcarpone, postre chocolate, dulce de leche y postre de vainilla. Capa tras capa de sabor. Agarrás la copa y ves cómo se forman los estratos producto de la sedimentación de los distintos ingredientes. Es el cerro de los 7 colores hecho postre.

CONCLUSIÓN

Spiagge di Napoli es un lugar emblemático de Boedo. Tiene como 80 años de historia y miles de anécdotas para contar. La especialidad son las pastas, pero hay de todo y para todos los gustos (incluso vimos pasar una corvina a la vasca).

El tema del ingreso al local es difícil que no te lo fumes. Va tanta gente, todos los días, que es algo común y corriente. No hay problema, ahora que estás avisado, podés llevarte un tupper con alguna empanadita y mitigar la espera. Vale la pena esperar cuando la comida es tan rica y el ambiente es tan cálido.

Si estás por la zona o tenés ganas de meter una salida entre amigos/amigas, es super recomendable. Vecinos del barrio, personajes divertidísimos para chusmear y platos abundantes. Adentro puede ser un caos, pero es un caos muy disfrutable para cualquier persona que tenga un poquito del espíritu antigourmet metido en el cuerpo. Simplemente… mucho cuidado con los zombies.

Gracias Spiagge di Napoli por recibirnos, por tan linda velada y brindamos por muchos años más a salón lleno. ¡Salud!

Estos bodegones forman parte del Club Soy Antigourmet