Se vino la moda del sushi hace años.

Entonces los porteños salimos corriendo a comer sushi porque era canchero y nos juraron que era saludable.

Claro, no nos contó nadie que esta comida usaba mucho salmón rosado. Luego aparecieron los agoreros que nunca falta y dijeron: no es salmón, no es rosado (cambian el color de la carne alimentando a los pobres bichos con betacarotenos) y lo peor de todo es que los inundan de antibióticos que luego se depositan en nuestros cuerpos.

Conclusión: no coma salmón rosado chileno.

Pero el asunto tiene otro costado muy, pero muy tentador: la ortodoxia manda que se coma con palillos como se hace en China, al igual que lo hacen actores jóvenes de series norteamericanas cuando mandan a pedir al delivery de comida china: invariablemente se hace los habituados a comer con estos artefactos infernales. Se gana cuando mi chica advierte que soy ducho con los palillos.

Para comenzar por algún lado, podría decir que hay dos cosas que hermanan a toda China: el consumo de arroz y el uso de palillos para comer.

Hábito que logró exportar solo a algunos vecinos del barrio geográfico como Corea o Japón, uso que ni siquiera en toda China es generalizado, considerando que etnias o pueblos como los mongoles, tibetanos o uygures utilizan el cuchillo para sus comidas.

El asunto pasa por la tradición de su población que estuvo masivamente orientada a la agricultura, por lo que su preferencia alimenticia, en líneas generales, se ha focalizado en el consumo de granos y vegetales, añadiendo a sus platos la carne siempre cortada en pequeños trozos o tiras.

Otros atribuyen el origen de su uso a las enseñanzas de Confucio sobre la no violencia, que habría considerado que utilizar el cuchillo como una costumbre potencialmente agresiva. Se sabe que don Confucio prestaba servicios a la nobleza, que vivía esperando que la plebe un día se hartara, se calentara y los pasara a todos a cuchillo. Que además atado a una caña se convertía en temible lanza. Elija la versión que desee, ya que hay para todos los gustos.

El origen de estos instrumentos se ubica en la dinastía Shang que reinó entre los siglos XVI y XI antes de Cristo, pero su difusión se dio en la dinastía Han que va del año 206 AC al 24 DC.

Así que, palito va, palito viene, estos utensilios pueden contar una historia de 3500 años. Y como “palillos” los bautizaron durante la dinastía Song que regentearon China entre los años 960 y 1279 de nuestra era.

Los hay hechos de todo tipo de materiales: bambú, madera, de marfil, oro y los preferidos de los emperadores eran los de plata, porque siempre se le atribuyó a este metal la aptitud de detectar los venenos en las comidas. Aún más a su favor, recientes investigaciones dicen que su uso estimula la actividad cerebral.

Hay muchas liturgias en torno al uso de los palillos. Por ejemplo, si caen al suelo es mala suerte; si al separarlos queda una parte de la unión más grande que la otra, problemas de pareja; si se cruzan, quiere decir que se terminó de comer; si se golpea un cuenco con ellos es un horror total, porque esa es práctica de mendigos; y claro, ¡no se le ocurra chuparlos! Ya ve, un asunto para no tomárselo a la ligera.

Lo que es maravilloso es ver cocinar con los palillos. Los cocineros hacen con ellos casi de todo. Ponen y sacan albóndigas del agua, maniobran frituras, baten huevos. En general tienen un tamaño un poco más grande, como los que se suelen usar para servir si se tienen visitas a la mesa.

Prohibido usar los palillos propios para servir (al fin y al cabo, sería palillos chupeteados, lo que es medio un asquete).

¿Qué hacer si viene un pedazo de carne o pescado medio grandecito? Lo corta con sus dientes tomando el pedazo con sus manos si los palillos se ponen resbalosos.

De paso le recuerdo: cuando el tallarín viene largo, nada de cortarlo con los dientes ni con nada, es mala suerte. Así que succione el tallarín con intensidad, pero justo al final pare para que no vaya la gotita fatal a pegarle al porqué de su existencia, sentado enfrente.

Conclusión: cancheree lo que quiera con los palillos y con quien usted quiera enamorar, pero sepa que en esos dos pedazos de madera o lo que sea, hay mucha, pero mucha historia.