¿Por qué 100 y no 99?
Porque el número 100 es un número exótico, llama la atención. Quizás porque hace miles de años cuando a alguien se le ocurrió contar pensó que todo terminaba en el 99. Apareció otro y dijo “Cien”. Como cuando te cantan vale cuatro. Se pudrió todo. Cien. Bueno 100 será.
Hace 10 años, allá por el 2013 se nos ocurrió la genial idea, y nunca antes pensada en toda la humanidad, de empezar a juntarnos con algunos amigos a comer. La excusa era vernos, después veíamos cómo y dónde. Eso se transformó en un ritual, en una religión, en una droga que se incorporó a nuestras vidas mensualmente para, durante 10 años, intoxicarnos de felicidad y regalarnos noches inolvidables, como la de ayer.
Para llegar a ayer, hay que volver más atrás. Los equipos se arman de atrás para adelante. Y esta es la historia.
Primero
Un buen arquero y una defensa sólida. Había que bautizarnos.
¿Somos una banda? Sí.
¿De música? No.
¿De qué? Que visita bodegones.
“La Banda del Bodegón” – dijo algún erudito.
Nombre tan original que dice nada diciendo todo. Calzó a la perfección. Todavía los más altos eruditos (algunos bajos también) y escritores nobel están tratando de descifrar el mensaje oculto detrás del nombre.
Segundo
Un medio de contención, nada vistoso, que aguante los trapos, corra, meta, tenga ida y vuelta y se sacrifique por el equipo.
Hagamos un estatuto
¿Un qué?
No sé unas reglas para que esto tenga una guía, algo que nos oriente cuando estamos perdidos. Tipo un evangelio (?)
Y ahí se establecieron los 5 mandamientos:
- Amarás al flan mixto por sobre todas las cosas.
- No tomarás vinos caros en vano.
- Santificarás la juntada mensual.
- Honrarás hasta el final cada plato.
- No repetirás bodegón.
Tercero
Una delantera exquisita. Ahí tiene que estar el glamour. Invitados sorpresas en cada juntada.
Con el equipo en pleno armado, a tan solo un año aproximadamente de su creación, aparece en nuestras vidas un huevo frito. Nos llamó la atención. No era cualquier huevo frito. No sé dónde lo vimos, si en “la interné” o en algún bodegón pegado contra el vidrio, como la ñata de Edmundo Rivero en Cafetín de Buenos Aires.
Primera Profecía
Había un más allá.
No veníamos a esta vida para morir. Había trascendencia, un paraíso nos esperaba. Nuevamente no sabíamos cuándo, ni cómo.
No quisimos esperar. Ansiosos, intentamos rastrear ese huevo frito para entender su significado.
¿Acaso era Narda del futuro profetizando su logo?
Si el paraíso existía lo queríamos ahora, no cuando el colesterol no nos dejara degustar un flan mixto. Y así fue como dimos con unos dementes llamados “Antigourmet”. Con un sencillo blog (las redes no eran lo que son) se identificaban con un huevo frito y daban a conocer los bodegones que visitaban. Todo muy sencillo y divertido a la vez. Bodegón-Reseña. Bodegón-Reseña. El tiki de la gastronomía.
La adrenalina empezó a fluir por nuestras venas y tentados por el demonio decidimos contarles que éramos almas gemelas esperando nunca obtener respuesta, esperando ser olvidados, queriendo quizás ser ignorados. A los 10 minutos teníamos una respuesta por mail. El diablo en persona nos respondía lo siguiente:
“Hola Ignacio. Qué buena onda que anden bodegoneando como nosotros por ahí. Nos encantaría juntarnos algún miércoles (es el día que salimos nosotros) todos a darle duro al diente. Y una cosa más… El 21/3 nos vamos a Rosario al primer Anti-Tour. Son 3 o 4 días a puro morfi (bodegones y una isla). Así que si andan con ganas de viajar… están más que invitados con novias, mujeres, amantes o lo que quieran! Quedamos en contacto y a no aflojarle. Saludos. Mati.
Respuesta que dio lugar al debate:
– No boludo, estos pibes están locos. Si vamos nos sacan el hígado, lo hacen paté y lo venden en la ruta 3. Olvidate.
– Pará ¿y si es posta? ¿Si estos pibes son reales?
– ¿Reales? Pegan huevos fritos en los lugares que comen. Les escribís para contarles de nosotros y sin preguntarte cómo te llamás te invitan a una gira a Rosario a comer todo el fin de semana. Son narcos.
– Nos van a secuestrar.
– ¿Para tanto?
– Olvidate. Haceme caso, en 3 años son tapa de crónica todos esposados. Cayó la banda Antigourmet. Se dedicaban a invitar gente a sus juntadas, los drogaban y después los vendían en empanadas cortadas a cuchillo.
Con el encuentro truncado y ya más aliviados de seguir vivos, el equipo se fue armando y La Banda del Bodegón empezó su recorrido tímidamente, un bodegón por mes, 12 por año, ascendiendo a medida que pasaban los aniversarios. Y como quien no quiere la cosa, apareció el bodegón 50 festejado en, nada más ni nada menos, Cantina Palermo con una juntada colectiva.
Cantina Palermo: Segunda profecía.
Algo del más allá nos estaba conectando nuevamente con ellos. ¿Estarían en el penal de Magdalena? ¿O en Ezeiza? Los años pasaron, la vida también y aquél equipo joven, dinámico, soltero, con explosión se había convertido en una Banda de tipos inmaduros de casi 40 años, casados con hijos y un dudoso éxito profesional. Pero el destino estaba escrito, no encontrábamos la hoja pero estaba escrito. El bodegón 100 se había acercado mucho hasta que una maldita pandemia lo puso en suspenso. Habían pedido VAR. Había que recalcular todo. Volver a pensar cuándo llegaríamos a tal ansiado número.
– Si nos juntamos 3 veces por mes, podemos recuperar los años perdidos y a fin de año estamos brindando con el 100.
– Sí, y también fundidos. ¿3 veces por mes? ¿Qué tenés bitcoins?
Se optó por la prudencia. Ya éramos tipos inmaduros pero con experiencia. El peine nos lo habían dado antes de quedarnos pelados (o eso creíamos). Como un maratonista que sabe que le faltan los últimos 10 kilómetros, cerramos los ojos y nos preparamos para “llegar al 100 cuando podamos, pero llegar al fin”. La vida se encargó de acercárnoslo. Tan cerca que ya podíamos olerlo, degustarlo. Pero faltaban ideas, plata y ganas.
Entonces surgió la propuesta de una gira a Mar del Plata. Sin romper nada. Pero el destino la truncó. Así fue que sin esperanzas de nada, un día la mujer de uno dijo:
– Che, ¿Por qué no le escriben a los de Antigourmet?
– ¿Tas loca? Son estrellas. Esos pibes son famosos. Hicieron radio, viajaron a Europa de arriba, abrieron su restaurante, después la franquicia de su restaurante, los siguen multitudes y conocen a Silvia Süller.
-Bueno, pero al menos no están presos.
Y así fue como en la última jugada, cuando la gente ya se estaba yendo del estadio viendo como su equipo perdía la última chance que tenía de ascender, esa pelota que podría haber picado para un lado picó para el otro, se acomodó limpia en la banda derecha y el 8 empezó a correr solo, como nunca se había animado en el campeonato. Y el 2 dijo “Ya fue yo me mando, total mañana nos rajan a todos”. Y el 8 se animó a más y tiró el centro. Pero no cualquier centro, uno pasado, tan pasado que el 9 que estaba atándose los botines en el punto penal levantó la cabeza y lo metió una mirada de “claro, con centros así ni a tu hermana le hacemos un gol”. La gente seguía yéndose del estadio. Más con ese centro espantoso. El alcanza pelotas ya estaba haciendo la pose de armador de vóley para agarrar la pelota.
Pero la profecía ya estaba escrita, así como hace más de 9 años que no nos hablábamos, así como no habían ido presos, así entró el 2 por el segundo palo y le pegó fuerte, rasante con alma y vida. Tan fuerte que la respuesta a nuestra propuesta de juntarnos a festejar los 100 bodegones fue:
Okey, estamos en sintonía con la chifladura… No se puede dejar pasar. Te paso el celu de Mati así organizan. (Gandalf, el CM del Anti)
La Juntada: Campeones del mundo.
Lo que siguió fue la profecía que estaba preparada para nosotros hecha realidad. Ese elixir que sospechábamos que existía pero lo habíamos negado 3 veces. Habían pasado 8 años y un poquito más. Fueron 2.945 días, 70.680 horas, 4.240.800 minutos desde aquel intercambio fugaz por el blog. El paraíso tenía lugar y fecha: 21/03/2023 en La Esquina del Antigourmet.
La reseña de la juntada es un atributo que no nos permitimos dar. Eso lo dejamos en manos de ellos, los dioses del olimpo, los expertos en reseñas. Como meros seres humanos podemos acotar nuestras impresiones que quizás sirvan como ayuda memoria para su raconto. A modo de atrevimiento podemos decir que lo que vivimos fue una noche realmente inolvidable. Un encuentro donde primó la calidez humana, el respeto por lo sencillo, la humildad hecha tortilla.
El verbo se hizo babé y habitó entre nosotros.
Recibidos por Mati y Fabri, fuimos atravesando todas las etapas previas al paraíso, un purgatorio endulzado por las más ricas variedades de cerveza (producidas por ellos claramente) donde la antigourmet con ese toque de pimienta se llevó todos los paladares. Luego, acompañados por el tibu y Mati fuimos a la mesa para la última cena, donde supuestamente íbamos a ser entrevistados pero los roles se invirtieron y los entrevistados fueron ellos. Nosotros veníamos a ellos, no ellos a nosotros.
Y así fue como mientras Fabri venía y nos traía absolutamente todo lo que tenían en la carta y cuando decimos todo es todo, no es “todo menos eso”, Mati nos hacía descostillar de risa con anécdotas imperdibles de todo tipo y color. Caía una milanga con fritas impresionante y la teníamos que digerir a las carcajadas con cuentos como el del evento con Silvia Suller, los comentarios de Google y el bondi que se quiere comprar Mati.
Aparecía un sándwich de bondiola con papas y nos obligaban a bajarlo con un amargo obrero o un gin tonic con un vaso que alcanzaba para saciar la sed de media matanza. Las risas estallaban, a tal punto que el llamado al SAME siempre estaba a tiro por si lo que estábamos viviendo no era real o uno la quedaba. Era mucho y bueno para ser real.
¿De postre? Una picada.
Sí. El paraíso es así. Nos distrajimos con otras anécdotas como la oferta de un local gastronómico importante para hacer la antihamburguesa, los intentos de franquicia de la esquina, el trabajo solidario de los chicos, la buena onda de la gente que trabaja ahí y el bondi que se quiere comprar Mati.
El cielo y la tierra pasarán, pero el flan mixto no pasará.
Ya casi extasiados, detonados y cansados de la risa y la cantidad de comida, Fabri no tuvo mejor idea que ponerse a explicar cómo le gusta hacer el tinto de verano y las ideas de cambio de menú que tenía en mente mientras traía flanes mixtos y queso y dulce. Nosotros seguíamos exprimiéndolo a Mati para que sacara las perlas escondidas y él nos recitaba de memoria anécdotas del archirrival del anti, una balanza perdida de Narda, un logo copiado y la competencia por el peso de la empanada.
La noche siguió fluyendo hasta que alguien dijo:
Che ustedes deben necesitar cerrar.
Tengo la llave yo, así que despreocupate – dijo Fabri mientras Mati nos repetía que lo que él quería era comprarse un bondi.
Entonces sucedió lo épico. Con un poder de traslocación constante, Mati había desaparecido y aparecido con el santo grial. La famosa remera original del Antigourmet. Pero no cualquier remera. Esa remera. La que dice “Mati” con un marcador casi ilegible en la etiqueta. El santo sudario frente a nosotros. Y como San Pedro abriendo las puertas, nos bendijeron y en un acto de locura la intercambiaron con la remera de nuestro equipo, la del 2 que se la había sacado y la había revoleado a la tribuna, casi vacía, en pleno festejo del 1-1 que nos daba el ascenso. Habíamos llegado. El paraíso era real, las profecías se habían cumplido, la luz al final del túnel existía, todo tan perfecto, todo tan feliz, todo tan babé.
Los abrazos se fundieron, las fotos explotaron.
Juntémosnos más seguido – tiró uno.
Hay que armar la juntada con todos en el próximo bodegón – se aventuró otro.
Algún “te quiero” se escapó por ahí. No sabemos si fueron lágrimas o el aire acondicionado perdía pero la emoción decía presente en un grupo humano hermano de distintos padres, primo de distintos tíos pero nietos de los mismos abuelos. Todas las emociones muy a flor de piel. Felicidad, emoción y alegría por lo vivido, nostalgia y tristeza porque se terminaba.
Nadie estaba seguro de nada, sólo Mati que sabía que quería un bondi.
La Banda del Bodegón
- Ignacio V. Lopez (@nachovlopez)
- Jaime Fernández Casares (@the_beer_sir)
- Fernando Pizarro (@ferpiza85)
- Mariano Pertini (@m.pertini)