El tema de las comilonas tiene una historia con siglos de antigüedad; sino fíjese que ya en el Antiguo Testamento encontramos testimonios sobre banquetes memorables.
Repasando el libro de Job, o el de Ester, o el de Amós, por mencionar algunos, uno ve que el pueblo de Dios, que atravesó grandes padecimientos, no perdía la memoria acerca de cómo pasarlo bien. Cuando las circunstancias lo permitían, se entregaban a la chunga y el pitorreo.
ITALIA
A Julio César –el que la fue de emperador en Roma– se le ocurrió que la toma de Pompeya ameritaba una cuchipanda con toda la muchachada que había colaborado en el asunto.
Y, lista va, lista viene, que ‘este sí’, que ‘este no’, decidió invitar ‘nada más que a los íntimos’ (como aclaran hoy los novios que hacen listado de 600 invitados para el casamiento, ante la mirada congelada de los padres paganinis).
Me fui por las ramas. Pero acá vuelvo.
Don Julio, les contaba, terminó rodeando su mesa con ¡200.000 invitados! En este punto es donde me surgen dudas:
¿Cómo se llamaba a la gente a la mesa?
¿Había un grito del tipo: ¡muchachooos los choris están listos!?
¿Cómo pedías una ensalada mixta?
¿Cuántas paneras se necesitaron?
Vaya uno a saber… vamos con otro caso.
INGLATERRA
En 1837, Ricardo II andaba medio embolado y resolvió juntar a la ‘gente como uno’ de la época. Es decir, a los 2.000 barones más ricos de su reino.
Don Ricardo le habría tapado la boca a todos con el menú que prepararon sus 200 cocineros con los siguientes ingredientes: 11.000 huevos; 720 gallinas; 1400 bueyes; 200 conejos y 120 cabezas de carnero.
(¿No es increíble que se conserve esta precisa información en los archivos de la época?)
Pero no todo ha sido frivolidad. El cocinero del Reform Club de Londres decidió homenajear a 22.000 pobres de esta ciudad, a fines del siglo XIX. Y en esta suerte de ‘comedor popular’ se sirvieron 4.000 kilos de carne asada; 300 pasteles de conejo, cordero y cerdo; 1500 kilos de papas; 2.000 kilos de pudding de ciruelas; enormes cantidades de frutos secos, naranjas, té, café, pasteles varios y más de 1.000 litros de cerveza negra.
Una anotación añade a todo esto un buey (donado por la compañía de gas de Londres).
FRANCIA
En septiembre de 1900, al entonces Presidente de Francia, Émile Loubet, le pareció que había que festejar como correspondía el aniversario 108° de la proclamación de la República.
Nuevamente empezaron las listas de invitados, con agregados de último
momento, alguna tachadura, y finalmente, resolvieron ‘apretarse’ convocando a 22.295 escogidos
(¿Se imagina a la Primera Dama de entonces diciéndole al marido ‘a éste no me lo invitás porque la mujer es una chirusa?).
Le encargaron el servicio a lo mejor de la época que era la casa Potet et Chabot, que puso en las mesas: ostras, caviar del Mar Negro, faisanes, helados, vinos de altísima gama que incluían un Morgon cosecha de 1887 y obviamente champagne para beber hasta saciarse.
Los organizadores debieron recurrir a 1.600 maîtres y 3.600 camareros, más 300 lavacopas, que por su parte tuvieron que ocuparse de fregar 95.000 copas, 250.000 platos y 5.000 docenas de cubiertos.
A las lavanderas no les fue mejor, porque tuvieron que hacerse cargo de lavar y planchar 8.000 manteles y 30.000 servilletas.
CONCLUSIÓN
Antes que un miembro de esta página me haga notar que salté etapas de la historia gastronómica de manera un poco veloz, le digo que tampoco estoy escribiendo un tratado filosofal de ‘cenas antiguas’, sino que mi deseo es compartir y disfrutar con ustedes estas curiosidades culinarias.
Al fin y al cabo, como decía Borges:
Tenemos todo el pasado por delante.
Espero que les haya gustado.
Hasta la próxima.