MODO DESPERTADOR

Anchoín, el bebé de 5 meses, no durmió en toda la noche. Andaba molesto, se quejaba mucho y se podía escuchar la expresión: “me cago en los cólicos” cada 4 minutos y medio.

Lo que nos dimos cuenta después, con el diario del lunes, fue que no eran gases… eran miedos.

El enano intuía que algo malo iba a pasar. Trató de avisarnos durante toda la noche, pero nosotros lo interpretamos mal.

Anchoín se puso en Modo Despertador y a eso de las 7 AM la empezó a pudrir de una manera asombrosa. Qué pulmones loco!

Así fue como a las 7:03 AM todo el equipo estaba levantado. Con las ojeras por el piso. Un ánimo que necesitaba cafeína. Y mirando al enano con cara de: “callate porque te dejamos en el país vasco”.

PROFESIONAL DEL TETRIS

El trabajo de JP en el baúl ya es considerado (en las altas esferas de los botones de hoteles) como “de culto”. La capacidad del exgourmet para acomodar los bártulos de 9 personas es impresionante.

Valijas, bolsos de mano, mochilas, el carrito de Anchoín y la incipiente proliferación de bolsitas (con contenido alimenticio que vamos recolectando) son manipuladas por el eximio botones del equipo, que blanqueó un pasado como encargado de hotel que desconocíamos.

Después de armar el tetris perfecto, JP tiró una frase:

Gente, los insto a adquirir valijas de mano y a reducir la utilización de bolsitas. Y busquen en Youtube porque hay tutoriales sobre cómo doblar la ropa.

Frase que fue interpretada como “tengo las pelotas por el piso y se pueden meter las bolsas en el culo apenas bajemos de la camioneta”.

PD: la frase fue interpretada por todos, menos por Matías que se quedó trabado en “insto”.

AAAAAACHÍS

A las 9 en punto ya estábamos todos arriba de la camioneta, menos Gaby.

La tipa estaba fumándose un pucho, tranquila, sentadita en el cordón de la vereda y desafiaba la paciencia del resto de la camioneta. Levantarnos temprano trae aparejado que cualquier boludez se transforme en un problema de estado.

Listo, ya terminé – dijo Gaby y ejecutó la siguiente secuencia de acciones.

1) Se subió al vehículo.

2) Cerró la puerta.

3) Se tiró un frasco de perfume encima.

No hay forma de explicar la cantidad de alergias que disparó ese perfume. Un montón de reacciones químicas que prácticamente nos dejó destrozados físicamente.

Los siguientes 80 km. los hicimos a puro estornudo, picazón de garganta, rascamiento de córneas y dolor de huevos (esto último porque Anchoín seguía con sus cólicos, nada que ver con el perfume).

Se calcula que, en los primeros 35 km. consumimos los 6 rollos de cocina que habíamos comprado el día anterior. Un desastre tóxico. El día pintaba mal, pero iba a seguir empeorando.

FRANCIA SIEMPRE ESTUVO CERCA

Está claro que en Europa les sobra la guita para hacer rotondas.

Hay una cada 40 metros y no logramos dar pue con bola en el entendimiento de su señalización.

Por supuesto que salimos mal, pero esta vez nos costó caro el error, porque empezaron a aparecer carteles que decían “Francia”.

¿Qué pasa si hacemos un día en Francia? – propuso Román.

Mientras desayunábamos los restos de un melón y las facturas que había comprado Nico, se decidió pasar la frontera y meternos en territorio enemigo, con el objetivo de llegar a un pueblito llamado Auzat (donde Paula consiguió durante el viaje un lugar para dormir).

¿El camino? Una belleza.

Curva, precipicio, contracurva, cólico, túnel, curva, estornudo, giro en U, contracurva, contractura, giro en H y más rotondas.

Matías le dijo al conductor:

Facu, si encontrás 100 metros rectos, hacelos despacio así se me acomodan los órganos. Se me fue el apéndice arriba de un pulmón.

LA PLATA LA CAGAN LAS MOSCAS (FRANCESAS)

El camino era un quilombo, es cierto. Pero más quilombo tenían los 4 copilotos para guiar a Facundo hacia nuestro destino.

Nos topamos con un peaje. Miramos el precio… € 7,70.

Un francés pelado, desde su garita, nos dio la bienvenida solicitando el pago de unos 130 y pico pesos argentinos.

En el interior del vehículo se puso tenso el ambiente. Nos sentíamos violados con una baguette. Pero todo se fue a la remismísima mierda cuando Román dijo:

No era por acá.

Tuvimos que pegar la vuelta y volver a pagarle € 7,70, al mismo tipo, en la misma garita, del mismo peaje.

Hola de nuevo. – nos dijo el Pelado con una sonrisa. Las ganas de romper todo el peaje que teníamos no la podemos explicar.

Hasta el bebé agarró el sonajero para salir a pegarle al empleado que seguía sonriendo. No habíamos estado ni una hora en Francia y ya extrañábamos España.

BIARRITZ

La ciudad más cheta en 729.679.473 km. a la redonda.

¡CÓMO MIERDA LLEGAMOS ACÁ!

Un frío de cagarse. Para colmo era mediodía y necesitábamos comer algo. Paramos en un localcito que tenía un par de tartas en la vidriera.

Matías entró y salió a los 10 segundos completamente indignado.

No sé como pedir un sanguche de crudo y queso, con un poquito de oliva – confesó mientras lloraba a moco tendido.

Nos fuimos a una panadería y compramos panes. Nos fuimos a un supermercado: compramos fiambre y queso. Armamos un par de sanguches como tentempié, y con eso nos sacamos el hambre y el mal humor que cargábamos.

Se llegó a una primer conclusión:

Queso francés mata melón español.

Hasta el quesito más trucho te produce un tapón de pileta pelopincho. Viste que al tapón de la pileta no lo sacás así nomás y a veces es preferible vaciarla con un balde antes de tomarte el laburo de sacarlo.

Ese tapón cuyo peaje, al momento de pasar la barrera, te cuesta arriba € 7,70 de sangre, sudor y lágrimas.

Acá va un gran consejo: ojota con los quesos.

TODO ES PETIT

Qué calentura loco!

Petit chocolat, petit creme, petit tomates, petit rotondita, petit crêpe, petit champignon.

El único que se sentía como en su casa era el adicto gourmet de JP que, esta vez, no tuvo una simple recaída, sino que directamente se tiró desde un avión, estilo libre y sin paracaídas.

El tipo, haciendo alarde de su poliglotez, entró a una librería … (sí, leíste bien) … a una librería, y se compró un ejemplar de “Le Petit Prince”.

Todavía no entendemos porqué no lo dejamos ahí.

LE GARAGE

Nos fuimos a la mierda de Biarritz, una hermosa ciudad que no pensamos pisar nuevamente en unos 200 años.

En el camino, pasamos por un pueblo que se llamaba Pau. Y Pau quiso entrar a ver qué onda. Ahí fue cuando encontramos a Le Garage y siendo las 14:30 nos agarraron ganas de testearlo.

Motos viejas, carteles de neón, surtidores antiguos, herramientas, rejas, bujías, pistones, una pila de posters motoqueros y piso de cemento.

Es como comer en un taller mecánico, que en lugar de una fosa tiene una barra llena canillas con birra artesanal. Muy buen lugar.

Pedimos hamburguesas, porque la cocina no tenía muchas opciones siendo las 15 hs. y vino una contundente rueda de triciclo de carne picada con cosas arriba y papas fritas.

De todos modos, los problemas de lenguaje (tanto verbal, como no verbal) seguían a la orden del día:

¿Una servilleté? – le pidió Román al mozo, mientras hacía señas con el antebrazo sobre su bozo.

El mozo se la trajo.

O brigado – dijo Román, demostrando que a esta altura del viaje ya tiene el cerebro coagulado.

Nos quedamos estupefactos, porque una cosa es no entender una palabra de francés y otra muy distinta es meter un tercer idioma en la charla. Si a eso le sumamos que Nico nos dice que el danés tiene 16 vocales ya nos estaríamos metiendo en un brete insostenible con Dinamarca.

Terminamos de comer. Pasamos por el tualet.

Pagamos y nos fuimos.

PD: se deja asentado en esta reseña que, al momento de ser retirados los platos, en el de Román había entre 5 y 7 papas fritas que no fueron ingeridas. No podíamos dejarlo pasar.

PUEBLOS, PUEBLITOS Y PUEBLUCHOS

El camino se puso lindo. No sabemos si se transformó porque teníamos las panzas llenas, pero se puso lindo en serio. Uno de los paisajes más lindos que nos tocó ver desde que comenzamos el Anti-Tour.

Un pueblito tras otro.

Bienvenidos a Tarbes, nos decía un cartel. Y a los 3 minutos aparecía un nuevo cartel de Tarbes tachado, que significaba que lo habíamos dejado atrás.

Como dice Landriscina: son todos pueblos de primera, porque si pasás en segunda no los ves.

Pau, Saint Sulpice Sur Léze, Le Fossat, Tarbes, Saint Jean de Vergais y nuestro preferido… Tarascon.

Cómo serán de pequeños que en los carteles de la ciudad, en lugar de indicar la dirección para donde quedan el Obelisco, los Bosques de Palermo o la General Paz, decían cosas como:

Boulangerie –>

<– Coiffeur

Nuestro GPS pasó a estar configurado en Modo Patisserié. Y avanzábamos en nuestro recorrido de panadería en panadería.

Así fue como se nos pasó el día y no llegábamos más a nuestro departamento, en el muy ausente pueblito de Auzat.

Cuando el sol se terminó de ocultar nos empezamos a preocupar un poco. Por suerte estábamos a unos 15 minutos y ahí fue cuando entró en acción nuestra arma secreta.

NICÓ DE LA CHISPÉ

Menos mal que Nico se sumó al viaje, porque sinceramente, sin su presencia, hubiese sido una cosa totalmente distinta.

El tipo habla español, italiano, francés, árabe, latín, danés, haitiano y mapuche. Se comenta que también habla en binario y se sabe el código morse con los ojos.

Por eso, le dimos el celular a él.

Así se comunicaba con el dueño de la casa y nos explicaba cómo llegar. Estacionamos para que Nico llame y escuchamos algo así…

Bonyú. Ouí. Ouí. Deacord. Ouí. OK. Deacord. Ouí. Merci.

Quedamos atónitos. Pensábamos maravillas del tipo. ¡Qué jugador! No lo teníamos en los planes. Menos mal que viajó sino dormíamos en el bosque.

Colgó. Y fue entonces cuando le preguntamos:

Che Nico, para dónde hay que ir entonces?

Mmmmm. Ni idea. Me hablaba en francés.

Pero claaaaaaaaaaro, cómo no nos vamos a dar cuenta de que te hablaba en francés un francés. ¡Qué boludos somos!

Dimos un par de vueltas, totalmente al pedo, porque no sabíamos a dónde ir. Por suerte el tipo se apiadó, nos salió a buscar en su auto y nos encontró seguramente porque algún vecino lo llamó diciendo:

Mirá, creo que los tarados a los que le alquilaste la casa están perdidísimos y dan vueltas alrededor de la iglesia.

Nos llevó a la casa y se entabló la siguiente conversación.

Román: Che, a dónde podemos ir a comer?

Francés: Comer. Oui. No. No. No. No. Comer No.

Facu: Cómo que comer no?

Francés: No. Comer. No. Tarascon.

Matías: Vos me estás diciendo que acá nadie come? Vos me estás queriendo decir que tenemos que volver a Tarascon? Vos me estás insinuando que para ingerir un mínimo alimento tenemos que volver 5 pueblos para atrás? A las 8 de la noche? Por el medio de la montaña? Y con hambre?

Francés: Ouí.

No comenzamos a masticarle un brazo al amigo francés porque somos civilizados.

Todos arriba de la camioneta y a pisar el acelerador.

VIVEN

Se barajó la posibilidad de NO COMER.

El Anti-Tour no solamente corría un riesgo de fracaso total, sino que posiblemente nos íbamos a tener que comer unos a otros, como hicieron los uruguayos que estacionaron mal el avión en los Andes.

Todos miraban a Anchoín, que a esta altura ya era comparado con un cochinillo de Segovia.

Matías, comentó que en estas situaciones lo primero que hay que hacer, además de entrar en pánico y gritar, es hacer un inventario de lo que había para poder racionalizarlo.

Nos pareció una boludez, pero el tipo lo hizo igual. Acá va…

  • Pan (media baguette)
  • Yerba y Azúcar
  • Café (bastante)
  • Mate Cocido (9 sobrecitos)
  • Almendras (las que haya en el piso cuando se cayó el tarro)
  • Pimentón (un tarro)
  • Anchoas (7)
  • Ginebra (una botella, menos una empinada)
  • Nutrilón (una bolsa; Anchoín nos odiaba)

Una tristeza. Una tristeza total en la camioneta.

Había algunas vagas esperanzas, pero todavía estábamos a 3 pueblitos de llegar a Tarascon.

Ahí fue cuando entramos a buscar una luz de esperanza.

O mejor dicho, una luz.

LOS FOCOS Y LOS NATIVOS

Facundo dijo:

Che, allá hay una luz. Vamos a preguntar a ver si es un restaurante.

Así fue como terminamos tocando timbre en un manicomio.

Posta.

Paramos en un manicomio a preguntar si daban de comer.

Vaya uno a saber lo que pensó el sereno del establecimiento, pero seguramente fue el tema de conversación para los loquitos que estaban internados durante esa noche.

Después de este intento frustrado, no nos dimos por vencidos, y también entramos en una fábrica metalúrgica, donde nos deberían haber cagado a tiros por entrar a una propiedad privada.

Por ahí era una fábrica de pollos y nos vendían uno – dijo Facu, mostrando que su pensamiento lateral se potencia cuando tiene la panza vacía.

A lo lejos, se podía ver una persona caminando por una de las callecitas interiores del pueblito.

Un nativo, lo comemos. – se escuchó desde el fondo de la camioneta. Por suerte el tipo se refugió y no logramos ubicarlo más.

Seguimos avanzando y era inminente nuestra llegada a Tarascon.

Abrimos los ojos para encontrar el restaurante del cuál nos había hablado el francés y de repente, la camioneta estalló:

«ES ACÁAAAAAAAAAAAAA»

Gritamos todos. Abrimos la puerta y nos tiramos a la carrera, mientras Facu estacionaba. Así fue como encontramos a nuestro lugar preferido en Francia.

LA MANDOLINE

Max, era el nombre del dueño. Resultó ser mitad francés y mitad armenio. Y tenía una pizzería, estilo italiano, en Tarascon, Francia. Y bueno… donde hay hambre, no hay pan duro.

Pedimos 5 pizzas:

  • Mandoline: tomate, queso, champiñones, roquefort y panceta.
  • Sicilienne: tomate, queso, chorizo y champiñones.
  • Bambino: tomate, muzza, roquefort, emmental y queso de cabra.
  • Catalane: tomate, queso, cebolla, paprika y atún.
  • Arménienne: carne picada, cebolla y pimentón dulce.

Max se puso a amasarlas en el momento y el olorcito nos devolvío la alegría que habíamos perdido por unas 3 horas.

Las pizzas son bieeeen finitas (a nosotros nos gusta la de El Cuartito), y no podés levantarla sin estrolar todos los ingredientes contra la mesa; pero como se podrán imaginar, las devoramos.

Cafecito y algunos postres, como para quedar pipones y retomar el viaje de 5 pueblos hasta nuestra morada.

EQUIPO FORTALECIDO

Por suerte nadie se tuvo que comer a nadie.

Anchoín respiraba aliviado y de a poquito volvía a tener confianza en el resto de la tripulación, regalando un par de sonrisitas.

Esa noche, la falta de la planificación, casi nos cuesta la integridad del proyecto. Por eso decidimos que al otro día, bien temprano, volvíamos a España.

Un país que cierra las persianas tan temprano no debería tener tanta buena fama.

El equipo se fue a dormir con algo en la panza y unidos en la idea de volver a España para terminar el viaje a todo trapo.

CONCLUSIÓN

Así pasó el Día 11 del Anti-Tour.

La expedición a Francia fue durísima, pero logramos zafarla.

Y como siempre, si te gustó la reseña, compartila también.

Salud!