Nos vinimos hasta el barrio del Torito, más precisamente en la esquina Alberdi y Murguiondo, para conocer una de las pizzerías más emblemáticas de la ciudad.
El salón de El Cedrón tiene la pinta exacta de las viejas pizzerías que tanto añoramos. Hay 3 barras enorrrrmes, de acero inoxidable y azulejos. Todas atendidas a las chapas por el personal del lugar.
Hay dos implementos anti-fiebre-chingonuquia de esos que hacen quemar a las moscas y mosquitos. Tuvimos el honor de escuchar el ptssssss cuando un 747 colisionó con la luminaria. Magia.
Mucha gente del barrio, comiendo pizza en su mayoría. Y por eso… Nosotros pedimos lo siguiente:
2 porciones de anchoas.
2 porciones de espinaca y salsa blanca.
2 porciones de fugazzetta rellena.
Muy pero muy buena la masa. Digamos que El Cedrón tiene 108 años, así que con estos cientoypico pirulos de experiencia algo saben los tipos.
Y después marchamos:
Vacío al horno con papas al horno.
Platazo que lo pusimos en el mismo pedestal que el vacío de Copperfield Perez, de Mi Consuelo.
Una Suprema al roquefort con papas españolas y unos Riñones a la provenzal con puré.
Esto último llegó con una compotera que contenía la provenzal. Exacta proporción de ajo y perejil. Para chuparse los dedos.
Vamos a ver qué nos espera con los postres, pero estamos enteros. Se ve que la destemporada que hicimos en febrero nos vino al pelo.
Ampliaremos.
Salud!