Veníamos golpeados porque entramos a un lugar llamado: Bodega Donostiarra. Un rompedoro de ocotes absoluto.
Comimos 5 pinchos y tuvimos que dejar un riñón cada uno en parte de pago.
Y para colmo ni siquiera estaban frescos. ¡Qué pedazo de ladrón loco!
Allí fue donde llegamos a una máxima:
No entrar a lugares donde hay poca o nada de gente.
San Sebastián se estaba complicando y ya nos sentíamos un grupo de mandriles. Nos estaban dando durísimo. Y ante el enrojecimiento gluteal que nos estaban propinando, Matías lanzó el plan HIPOGLOS PARA TODOS.
El equipo entró en un círculo vicioso de mala onda, preocupación, falta de sentido común y puteadas contra los pinchos; miles de puteadas contra los pinchos.
Mientras insultábamos también tomábamos algunas acciones al respecto.
El pocaspulgas de Facundo se subió a la camioneta y quería abandonar el país.
El pobre de Román revisaba el home-banking cada 15 segundos.
Y el demente de Matías quería prender fuego un Almacén de Pizzas, y costó un huevo explicarle que acá no existía ninguna sucursal de esa cadena pedorra.
Cuando todo parecía perdido… apareció un héroe inesperado.
Nosotros sabíamos que este pibe tenía futuro. Siempre que lo han criticado por su pasado gourmet y sus constantes recaídas lo hemos salido a bancar. En la radio le armamos el “Confieso que he pecado” para que purifique su alma. Y al fin… llegó el día donde tanta paciencia brindó sus frutos.
JP agarró la batuta, se puso delante de un grupo destruido moralmente y dijo:
Basta de boludeces, vamos a la mejillonera, síganme los buenos.
LA MEJILLONERA
Un oasis con una barra de aluminio de 25 metros y una canaleta abajo para tirar los mejillones que vas comiendo. Un montón de humanos pidiendo morfi, todos juntos, a los gritos y con unos mozos que no le pifian ni una sola vez en los platos que despachan.
El que toma el pedido grita: TIGREEEEE! Y un tipo desde la cocina le grita: VA TIGREEEEE! Gran sistema.
Pedimos todo. Mejillones al vapor, a la vinagreta, a la mayonesa, a la mar negra, a las bravas. Un despelote de rico.
Agarrás un mejillón, tapiado con cebolla y perejil, y te lo llevás al buche como si fuera un avioncito de la papilla del bebé. Aaaaaaaadentro!
Le sumamos papas bravas, calamares, bocatas y un montón de cañas + sangrías.
Había tanta emoción que en un brindis alguno dijo una pavada y a Facu le salió sangría con vestigios de mejillón por la nariz.
El equipo había vuelto a encenderse.
Anti-Datazo: nos enteramos que hay 2 métodos de cultivo de los mejillones: el francés y el holandés. A nosotros nos gustan los dos, básicamente porque no sabemos la diferencia.