EL COSO DEL COSO

Hace unos meses, Facu y Viki se mudaron a Villa del Parque. Vaya uno a saber por qué, pero un día el Dr. Pait fue a visitarlos y salieron a caminar por el barrio. Tenían que hacer un mandado.

Conociendo a los dos integrantes del equipo Antigourmet que más predispuestos están a arreglar cosas y luego de algunas averiguaciones, pudimos confirmar que se habían ido de “shopping” a una ferretería.

Ahhhhhhh… (suspiro enamorado de Facu) … la Ferretería.

Lo escribo y ya sé que el Dr. Pait se pone cachondo. Para muchísimas personas (incluyendo a Facu y Martín) la Ferretería es Disney. Si un día logran descongelar a Walt, seguro que el viejo apenas se despierta se pone una.

En una ferretería hay de todo, con miles de formas, con tamaños distintos, con materiales eclécticos y nadie, absolutamente nadie, sabe los nombres (ni siquiera el ferretero se los sabe todos). Por eso, el factor sorpresa es altísimo y juega un papel fundamental el sentido de la intuición.

—Y bueno, lo llevo, calculo que entra justo.

Frases como: “Ando buscando el coso del cosito que se pone en el coso” se han popularizado y forman parte de nuestra idiosincrasia. Miles de ferreterías bromean con la forma en que tenemos los argentinos de pedir algún repuesto: coso, cosa, cosito, firulo, firulito, zocotroco, pendorcho, pituto, curcunflo, zocotroco.

Pero el ferretero, no solo tiene que lidiar con palabras raras, sino que la cantidad de personas involucradas en la gestión de un negocio de este tipo es impresionante. Fabricantes, proveedores de insumos, distribuidores, proveedores de servicios; revistas, eventos, exposiciones, nuevas herramientas, comerciantes al por menor, al por mayor y además… clientes de toda índole y perfil: técnicos profesionales, semi-profesionales, aprendices, usuarios domésticos y transeúntes ocasionales; gente joven, adultos y abuelos. No hay edad, ni género, ni ocho cuartos. Todo el mundo pasa por una ferretería.

Es por eso que los ferreteros son una excelente fuente de información antigourmetera. – afirma Facundo, como si fuera Santo Biasatti.

Los ferreteros conocen a tanta gente del barrio que saben perfectamente todos los movimientos de los bodegones y dónde se come bien. Junto a los taxistas, los camioneros, los almaceneros, los carniceros y los verduleros, forman la red de comilona argenta más extensa del país. Cada punto del mapa, está relevado. Los farmacéuticos, en cambio, tienen información sensible de los lugares donde no hay que ir. Ambas partes son fundamentales para nuestro mapa bodegonero argentino.

Y una cosa más, que no podemos dejar pasar. Los ferreteros siempre, siempre, siempre… se llaman con nombres simples.

Ningún hijo de famoso de la farándula argentina va a ser ferretero.

Nombres como Benicio, Nicanor, Dante, Valentino, Milo, Thiago, Ciro, Noah, Silvestre, Nilo, Yaco, Romeo, André y Antón, tenemos la plena seguridad de que jamás van a ser ferreteros. Es más, podríamos decir que desde el nacimiento sabemos que no van a agarrar una herramienta en su vida. Ni hablar del hijo de Natalia Oreiro con Mollo: Merlín Atahualpa. Olvidate.

Porque los ferreteros, como dijimos, tienen nombres sencillos y clásicos. Ya suficiente con vender miles de cosas y cositos. Si a eso le agregamos un nombre complicado, el universo colapsaría. Por eso, todos se llaman: Carlos, Juan, Ramón, Luis, José, Pedro y… a lo sumo… se usa un Oscar.

Entonces… nos preguntamos… ¿hay una estrecha relación entre los ferreteros y los reggeatoneros?

Porque Daddy Yankie se llama Ramón. Ozuna es en realidad Juan Carlos. Maluma, al igual que Guerra, es Juan Luis. Y la J de J Balvin viene de José. Esos ritmos pegadizos… ¿tendrán su origen en los ruidos que generan los cosos, cositos y zocotrocos que los cantantes compran en las ferreterías de sus barrios?

Vaya uno a saber. Mientras vos te quedás pensando todo esto, nosotros seguimos con la reseña.

La Segunda es un bodegón que fue encontrado por Facu y el Dr. Pait, mientras caminaban por Villa del Parque buscando una ferretería. Una esquina llena de cuchuflos de entrada, con un coso espectacular, un plato de cositos alucinantes y un pituto para compartir que no sabés lo que es.

Arranca una nueva historia bodegonera.
Pasen y lean, con ustedes, La Segunda.

EFEMÉRIDE AL PASO

El 3 de septiembre es el día del ferretero. Vaya, péguele un abrazo a su ferretero de confianza y pídale algo que tenga nombre complicado pero que sea capaz de pronunciarlo sin fisuras: un termo-contraíble, por ejemplo. Seguro que cuando se lo pida el tipo no va a poder contener las lágrimas.

ABRE LOS OJOS, PEQUEÑO SALTAMONTES

Facu, Román, Mati y el Dr. Pait fueron a ver el partido de Argentinos Juniors vs. Sport Huancayo, por la Copa Sudamericana. Nos acompañaban Thiago (de 11 años) y su papá (un amigo de Facu).

Mientras caminábamos y pasábamos los controles de seguridad en las afueras del Diego Armando Maradona (vaya uno a saber cuándo va a volver el fútbol con normalidad), Mati tuvo tiempo de dejarle una enseñanza Antigourmetera a Thiaguito que andaba con un chupetín todo estrambótico, en el que podía meter el dedo, hacerlo entrar y salir, taparlo, chiflar y vaya uno a saber qué otras cosas más.

¿Qué estás comiendo, Thiago?
Un chupetín.
¿Pero qué chupetín es? Tiene mil cosas.
Sí, está re bueno.
¿Y cómo es el gusto?
Rico, no sé… todavía no encuentro cuál es la diferencia con uno común.
¿Cuánto te salió?
40 pesos.
¿Y cuánto sale uno común?
10 pesos.
Bueno, la diferencia son 30 pesos.

El pibe se lo quedó mirando y pensando: ¡Qué tipo pelotudo!

Pero además, aprendió en un minuto cómo te engaña la Gilada Gourmet. Le vendieron un chupetín bolita adentro de un bodoque de plástico con botoncitos y una cabeza de cocodrilo. Pero la posta es que te comprabas 4 del mismo gusto. El bichito bodegonero fue implantando con éxito y no tenemos dudas de que Thiago será un gran Antigourmetero en unos años.

DOS PASIONES

En el 2019, hicimos nuestra primera serie web: BODEGOLES.

Fueron 12 capítulos donde unimos las 2 pasiones que más nos gustan a los argentinos: el fútbol y el morfi. El programa lo armamos junto a la gente de TNT Sports, Diario Olé, Don Valentín y Toyota. Fue una gran experiencia porque pudimos conocer nuevos bodegones muy ligados a cada club.

El capítulo de Argentinos Juniors lo hicimos en Lo de Tato, una fonda hermosa que queda justo a la vueltita del estadio. Podés ver el programa completo acá. Así que ir a ver el partido también fue la excusa para volver a La Paternal, sentir la energía de uno de los barrios con más identidad de Capital Federal y ver los murales alrededor de la cancha.

Entramos al estadio, vimos el primer tiempo, donde Argentinos tuvo la pelota en todo momento pero faltando 1 minuto para terminar, lo clavaron de contra. Cosas que solo pasan en el fútbol. En el entretiempo nos agarró un hambre infernal y se barajó la posibilidad de comprar algo para comer. Solamente había hamburguesas y salían $200 pe sin nada o $250 con una feta de queso.

¡Olvidate! Prefiero chuparle el codo al que tengo sentado al lado. – dijo Mati, mientras le miraba el codo a un señor pelado que se empezó a poner el buzo.

El resultado fue un empate 1 a 1, pero lo más loco es la historia del Huancayo. Un club fundado en 2008, que ascendió a primera en 2009 y salió tercero en el último campeonato, lo que le valió el pase a la Sudamericana.

En 12 años, tremenda carrera se han mandado. Deben almorzar todos los días las papas a la huancaína de La Conga y por eso el club anda tan bien. Suposiciones anti-deportivas. Nos fuimos todos, con y Thiago incluidos, a comer.

LLEGAMOS SEGUNDOS A LA SEGUNDA

Decimos segundos, porque cuando entramos, ya estaba Nico sacando fotos y filmando. El tipo se llevó un montón de cuchuflos (de alguna ferretería) para documentar todo el bodegón y andaba por todos los rincones haciendo tomas.

La Esquina está muy bien puesta. Tiene una ochava muy pintoresca, mesas en la calle y no pasan muchos autos, así que se puede conversar tranqui.

Nos saludó Diego, el mozo que atiende las mesas de afuera. Entramos.

Como habíamos reservado para 5 personas, nos guardaron una mesa redonda. En el salón hay 3 y son muy cómodas para una comilona entre amigos. Pero como al final fuimos 7, nos mudamos a otra más larga. Mantelería impecable, individuales de cuerina, servilletas blancas, sillas comodísimas.

El piso del lugar es de baldosas que forman un damero. Es decir, un lugar donde Mauro Carrú (amigo de la casa y gran maestro de ajedrez) se sentiría en su salsa. Nos sentamos y en la mesa había una sola carta, ubicada estratégicamente al lado del plato del Dr. Pait. ¡Como si nos conocieran, che!

El Dr. Pait es el encargado de agarrar la carta, leerla completa (suele tomarse un buen tiempo) y elegir los platos que vamos a pedir. En esta oportunidad, lo tuvimos que apurar un poco. Porque manejábamos un nivel de hambre alto. El intento de robo con los patys en el entretiempo nos había dejado mal anímicamente.

Así que el Dr. Pait aceleró el trámite. Llamó al mozo:

¡MOZO! (y sí, cómo mierda lo va a llamar sino).

Cuando el tipo se le hubo acercado, el Dr. le habló susurrándole al oído, le hizo sus preguntas de rigor en un nivel de audición imperceptible hasta para un perro y cuando tuvo todas las respuestas en su mente, dijo: “Bueno, vamos a la cancha.”

UN MOZO ATENTO = UN PUNTO A FAVOR

El Dr. Pait dijo:

“Marchame el mixto de mar, las gambas y las muzzarelitas milanesas.”

Walter, el mozo que atiende el salón, salió disparado a ejecutar la comanda. Pero al toque ya estaba de vuelta para preguntarnos qué íbamos a tomar. No le dimos mucha bola porque en una mesa pegada a la nuestra, estaban todas las entraditas frías a la vista. Buñuelos, aceitunas, mayonesa, etc. Atento a la dirección de nuestras miradas, se percató de que estábamos babeando con la pinta que tenían los buñuelos. Automáticamente agarró uno, se lo sirvió a Román y nos dijo: “A probarlo.”

Un crack. Son estos los detalles que después uno se acuerda de los lugares que visitamos.

Nos pasa a nosotros en la Esquina, cuando algún indeciso nos pide “probar las cervezas”. No tenemos problemas y a veces le damos para que testee las 8 variedades. Entonces el tipo nos dice: “che, creo que me tomé como una pinta ya”. Y bueno… no te hagas drama y elegí tranca palanca que la amabilidad y la cortesía es lo que más disfrutamos.

Es así. Nos gusta ese tipo de servicio. Donde nos sentimos como en casa y el diálogo se construye sin distancias (excepto las reguladas por el coronavirus).

Punto a favor para La Segunda, porque Walter y Diego nos trataron espectacularmente. Walter también nos contó que antes era una parrilla y hace 12 años cambió de dueño. Con la nueva sociedad fueron ampliando la carta, manteniendo la parrilla, pero focalizándose en comida española. Así fue como aparecieron en los pizarrones platos como estos:

  • Gambas al ajillo
  • Gambas empanadas (nunca sabemos si se dice así, o se dice “apanadas”)
  • Chipirones a La Segunda

Pero también mantienen los platos tradicionales como la trucha al limón, el chivito uruguayo, las achuras, las pastas y las minutas. Así que hay para todos los gustos.

PD: hay muchos pizarrones llenos de platos, cosa que nos encanta porque la posta está ahí. Otra de las máximas que nos regaló el Dr. Pait.

ENTRADAS

Mixto de mar: viene una fuente con cornalitos, rabas y calamarettis. Plato para compartir, con unos chipirones espectaculares. Importante: la base era de lechuga, que obviamente no se nos ocurrió tocar. Tendrías que haber estado ahí para ver la precisión quirúrgica del equipo al evitar el más mínimo contacto con el colchón de verdes.

Muzzarelitas: el plato más naif de todos los que pidió el Dr. Pait. ¡Ojo! Estaban muy ricas las milanesitas de queso (especialmente si tenés 8 años y es lo único que comés en un bodegón). Dale Dr. Pait, ponete las pilas o la próxima nos vas a pedir una Cajita Feliz. Queremos morfi posta.

Gambas empanadas: nunca sabemos si se dice “empanadas” o “apanadas”, pero lo que sí sabemos es que con esto el Dr. Pait se redimió. Llegó un platazo que nunca habíamos pedido en nuestra larga recorrida bodegonera. Vinieron un montón de gambitas, con ensalada y salsa tártara. Estaban de rechupete y en este punto se notó el hambre del equipo. Prácticamente el plato no tocó la mesa y fue diezmado en cuestión de segundos.

—Dejen una, manga de hijos de puta —puteaba Nico, cada vez que trataba de filmar una gamba y alguno se la sacaba de foco para ingerirla sin culpa.

Está difícil ser el que saca fotos del equipo. Normalmente te quedás sin comer y sin la imagen que querías obtener. Vamos a ver la paciencia de Nico durante 2020. Ampliaremos.

ABRE LOS OJOS, OTRA VEZ, PEQUEÑO SALTAMONTES

Literalmente, le entramos como sordo al timbre. Solamente quedaban en las fuentes algunos cachitos de gambas, cornalitos y calamarettis. De repente, todos estábamos mirando a Facu, que con una paciencia budista agarraba cada uno de los vestigios y se los comía.

—¡Facu! ¿Por qué te comés eso? —le preguntó Thiago.
—Siempre hay que comer todo. A ver si todavía el plato que viene no está tan bueno.

Le respondió el tipo, categórico. Todos asentimos con la cabeza como si hubiese hablado el Dalai Lama. Y Thiago aprendió la segunda lección Antigourmet del día.

NdR: la pucha, ahora que lo pienso, podríamos poner un colegio. Pedagogía Montessori, Waldorf y Ensalada Waldorf. La anoto como una idea a futuro.

PRINCIPALES

El Dr. Pait se hizo cargo de la carta nuevamente. La ojeó completita, esta vez en la sección Carnes, Pastas y Minutas. Se tomó todo el tiempo del mundo. Estábamos tensionados, hay que blanquearlo. El aire se cortaba con un cuchillo, como cuando Olga Bolado, mi profesora de historia de la secundaria, cuando se ponía los lentes y miraba la lista de alumnos para ver quién pasaba a lección oral. Pait disfrutaba. Se notaba el goce, rozando lo sádico, al leer línea por línea cada uno de los platos ofrecidos.

En un momento llamó al mozo:

“¡MOZO!” (y sí, no hay otra, che, al mozo se le dice mozo).

Con mucha tranquilidad hizo el pedido, sin equivocarse en ninguno de los ¡6 platos! que pidió. El mozo lo miró primero a él, como buscando una re-aprobación. Después a nosotros, como buscando complicidad. Pero nadie le decía nada. Calculamos que se preguntaba si íbamos a comer todo eso. Esperó unos segundos, nadie le dijo ni mú, se dio media vuelta y salió para la cocina.

A nosotros no nos gusta discutir en frente de todo el mundo y hacer papelones. Como buen equipo de básquet, bancamos todo y después nos remilputeamos en el vestuario. Por eso, cuando el mozo se hubo retirado, automáticamente se disparó este cruce de opiniones en la mesa:

Creo que te fuiste a la mierda con los platos — le dijo Román.
No seas cagón — respondió el Dr. Pait.
El último fue el Plato de la Pavada — dijo Nico.
Otro cagón más — se defendía el Dr. Pait a capa y espada.
¿Esto lo paga el bar? — preguntó Mati que siempre anda seco como cañería de pirámide.
Bien pedido, Dr. — le dijo Facu, que seguía buscando debajo de los platos si había algún resto de gambas.
¿Todo eso vamos a comer? — se asustó Thiago.
No, faltan los postres después — le dijo el Dr. Pait, regalándole una nueva lección al purrete.

La discusión siguió durante un largo rato, pero era genial ver la secuencia: cada vez que Walter (el mozo) se acercaba, todos nos callábamos la boca.

Como diría El Tibu: “acá no pasha nada.”

Román aprovechó el ratito para chusmear la carta de vinos. Es excelente. Hay de todo y para todos los precios. Tenés las botellas a la vista en varios lugares del local y con algunas etiquetas que no conocíamos. Por ej.: una que se llamaba “Tucumen” que Facu interpretó como “un vino para el hombre tucumano.”

Hablando de vinos, justo apareció Diego, el otro mozo, y nos hizo la gran “Claudio de Cantina Palermo”. Es decir… la infalible y muy difícil técnica llamada: “te vendo otro vino cuando a mí se me canta el orto.”

La técnica es así:

El Mozo se acerca sigiloso, casi no lo sentís llegar, y de sopetón te dice:

¿Y? ¿Cómo vienen con el vino?

La pregunta, va a acompañada del retiro de la botella vacía (o a la cual le queda un culito de vino a temperatura ambiente).

El tipo te clava la mirada. Un segundo o dos. Como diciendo:

“¡Cagones! ¿Piden otro o qué?”

Por supuesto que te saca re apurado y tu cerebro piensa que vas a quedar deshidratado por el resto de la noche.

Entonces más vale que pedís otro, pero ahí aparece la segunda parte de la técnica:

—Les traigo un “ponga el nombre del vino que tiene que salir acá”. (Por ej: Tucumen)

Puede ser por el stock, por el precio, por la ganancia, por lo que sea. Pero un buen mozo te enchufa el vino que se le canta, en el momento que se le canta. A nosotros nos parece muy bien cuando un mozo hace la jugada, porque habla del compromiso con el local. Encuentra una oportunidad y quiere vender.

Es trabajo del comensal estar atento para que esto suceda conscientemente, porque si no corremos el riesgo de que se dispare la cuenta hasta la mismísima estratósfera. Diego cumplió su objetivo y pedimos otro vino, que llegó junto con los platos que habíamos pedido.

PRINCIPALES

No hace falta que me cambies los platos —le dijo Facu a Walter.
Te los cambio, no vaya a ser cosa que se quede sin trabajo el bachero —le respondió el mozo.

Así da gusto. Hubo cambio de vajilla y cayeron los siguientes platos.

SORRENTINOS NEGROS RELLENOS DE SALMÓN CON SALSA DE LANGOSTINOS: nombre largo pero una locura de bueno. Vaya y pídalo. La salsa la hizo un tipo que sabe mucho, pero mucho mucho mucho de cocina.

MALFATTI: los famosos ñoquis malhechos. Eran de verdura y gratinados. El cacharrito donde vinieron servidos te daban ganas de llevártelo a tu casa. Platazo difícil de hacer.

MIX DE ACHURAS: por si dudaban que lo damos todo en cada reseña. Chinchus, riñones y mollejas. Pero la particularidad: también vienen cachitos de entraña. Muy rica estaba.

SUPREMA A LA SEGUNDA: el plato con el que Thiago se transformó en héroe. Una tremenda milanga de pollo, con salsa mixta, queso y panceta. Estaba realmente impecable. La panceta era para chuparse los dedos.

OJO DE BIFE CON PAPAS, HUEVO Y MAYONESA: este fue el plato que generó la polémica anterior. No sólo porque nos parecía excesivo, sino porque el Dr. Pait… ¡PIDIÓ DOS!

Llegaron dos platos con los bifes (3 en cada uno) y una montaña de papa y huevo. El punto estaba jugoso. En la mesa se debatió intensamente, porque en Junín lo comemos más cocido. Pero bueno, es cuestión de pedirlo como a uno le guste.

Y como tenía que ser… no quedó nada.

El Dr. Pait dijo: “Vieron, manga de cagones, estaba bien el pedido.” Y la verdad que como siempre, hay que darle la derecha. No le pifia normalmente el tipo. Quedamos pipones. Pero todavía faltaba un poquitito más.

DALE BOLA A LOS ¡!

Una vez que se piden los principales, Mati suele agarrar la carta para pispearla en busca de “Alertas Gourmets”. Es decir, un plato que vende humo, que tiene un adjetivo fantasma, que no sea lo suficientemente honesto para los comensales, que se note el ego del chef, etc.

Incluso, este año dice que cuando detecte amenazas caretas, lo va a llamar al dueño para indicarle el problema y que tome cartas en el asunto.

Consultoría Gratuita Antigourmet se va a llamar — dice el demente y todos pensamos que es capaz de hacerlo sin ningún problema.

En esta oportunidad, no encontró ningún indicio de gourmetismo extremo. Pero sí encontró un recurso muy utilizado por los bodegones para resaltar un plato: los signos de exclamación.

Y le indicó al Dr. Pait que la próxima vez esté atento a esto porque, por ejemplo, la carta decía:

“CHIVITO URUGUAYO (IMPERDIBLE!!!!!!!!!)” —y por no darle bola a los 9 signos de exclamación, nos perdimos el imperdible.

Y ese no era el máximo, encontramos un postre que tenía 21. !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Si alguien le pone 21 signos a un plato significa que realmente la cosa pinta bien. Fue así como llegamos a los…

POSTRES

MOUSSE DE CHOCOLATE: Diego, el mozo, nos dijo: “el mousse juega en primera”. Y viniendo de alguien que labura en La Segunda le dimos el valor que correspondía. Una LO-CU-RA. El mejor postre de todos los que pedimos. Un 10 general de toda la mesa, que no suele ocurrir. Como tampoco suele ocurrir que pidamos un mousse. Recomendadísimo.

NATILLA: este redactor no llegó a probarla. Dicen que estaba buena.

VOLCÁN: Thiago se pidió un volcán y Mati le explicó que era una exageración gourmet. Cuanto mucho tendría que llamarse “Hormiguero”, porque para volcán le estaba faltando, como mínimo, unos 1.450 metros de altura. El volcán cumplió el objetivo: Thiago feliz. Lo justo es justo.

FLAN: Diego seguía motivado y nos dijo: “El flan es casero, casero, casero, casero, es casero el flan.” Empleando la figura retórica llamada “Avalanchación”, nos revoleó 5 veces la misma palabra en una sola oración. Claramente, tuvimos que pedirlo. Confirmado: Era casero. ¡Pero llegó sin nada! Grave error del equipo, pensar que el flan siempre sale mixto (al igual que la tortilla siempre sale babé). Pídalo mixto.

CONCLUSIÓN

La Segunda es un flor de lugar para visitar o pedir a domicilio.

Comida de muy buena calidad, especialmente con los mariscos y las pastas.

Hay que saber pedir para que no se vaya la cuenta muy alta, pero los platos son para compartir.

Los mozos y mozas que atienden están siempre atentos. Aceitada y muy esmerada atención de todo el personal. Las recomendaciones siempre fueron acertadas, los platos salieron a tiempo y siempre tuvimos hielo, agua y lo que necesitábamos sobre la mesa.

La carta de vinos es más amplia de lo que suele haber en los bodegones. Úsela con cautela.

Ambiente familiar. Se puede ir en pareja, con la familia, con chicos o a festejar algo.

Las mesas están separadas lo suficiente para poder hablar tranquilamente y guardar la distancia social.

Guarde el celular y disfrute de la velada.

En La Segunda, te atienden de Primera.

Pegamos el huevofrito ante la atenta mirada de nuestras vecinas de mesa y nos fuimos pa’ las casas.

Nos vemos en la próxima reseña.
¡Salud!

Está el OK de los vecinos de mesa!