Te aclaramos que no hay chance de que no te vayas 3 kilos más gordo de este lugar. Entrada, plato y postre es una combinación letal para cualquier agujero de cinto (si estás en el último, ojo al piojo).

Esta cantina se encuentra en Jufré y Julián Álvarez, rodeada de autos que duermen afuera; es un poco complicado encontrar lugar para estacionar, pero si vas en patineta está más que bien.

Siempre tratá de reservar antes de ir, pero si no lo hacés andá con ganas de comer ahí, porque vas a tener que hacer cola para entrar.

Cuando llegás, te va a recibir Soledad. Es una ídola y te va a acomodar rapidito.

La carta es larguísima y cuesta bastante decidirse, pero a quedarse tranquilo porque los platos son todos abundantes. Igualmente los mozos añejados en roble son espectaculares y recomiendan muy bien.

El equipo del Antigourmet se ubicó en las mesas de la vereda, las cuales se encuentran a resguardo de cualquier maremoto que pudiera sucederse en el lugar. Adentro también se puede comer y si viene el maremoto, capáz es mejor.

Dato Anti-Gourmet: cuando llegás te dan un platito con mortadela y pancito. Eh o no eh.

Y ahora, nos metemos de lleno en lo que más importa…

ENTRADA

Tortilla a la española: a punto, abundante para compartir. Tiene chorizo colorado y/o longaniza, pero faltó el especialista en chacinados y no te lo sabemos definir en un 100%

Berenjenas y Zapallitos rellenos: un poema con 2 estrofas. Fundamental la total ausencia de amargor en la berenjena rellena. Flor de entrada, no deje de pedirla y eso.

PRINCIPALES

Escalopes de lomo al jeréz con papas a la española: buena porción, para compartir (solo si pediste entrada). La salsa es bien suave, ideal si venís dándole duro al tinto, porque el jeréz evita la resaca.

Matambre al verdeo: un matambre estilo Fernando Gago. Demasiado tiernito para el gusto del Antiguormet, no asume riesgos innesarios, pero cumple.

POSTRES

Queso y dulce: un ladrillo. Pesaba 1 kilo limpio y era lindo por donde se lo mire. Así da gusto. El queso un espectáculo y el dulce acompañaba, pero no era una genialidad.

Budín de pan: «ehhhhh, muchachos, necesito ayuda» – dijo Juan Pablo, haciendo clara alusión al tremendo postre. Luego, cinco tenedores se hicieron cargo del mismo y terminó siendo bautizado «El Vesubio» en honor al tremendo volcán.

Don Pedro: whisky puro, tuvimos que pedir otra bocha de helado porque el olor nos tumbaba. A diferencia de la salsa de jeréz, si te clavás uno de estos no podés manejar.

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