Apenas nos levantamos salimos rumbo al Museo del Jamón. Nos habían dicho muchísimos antigourmeteros que teníamos que pasar, así que no podíamos defraudar.
Visualmente, para un Antigourmet entrar acá es como entrar a Disney. Ojo, es un impacto más visual que otra cosa, porque a veces los tipos se zarpan con el precio. Un punto a favor es que la variedad es tremenda. Hay que pasar, persignarse, comprar algo y seguir.
Nosotros nos pedimos un lindo sanguche de crudo para cada uno y volvimos a la calle.