LAS PÉRDIDAS DE PIERRAD
Acá se complica la cuestión. Ya les contamos que Matías, en su primera noche en San Sebastián (o Donostia), perdió su libretita de anotaciones.
Luego de unas cañas reparadoras, hizo el duelo y le afanó a Nico de la Chispa un anotador muy cheto de Van Gogh, el cual hizo suyo y usó para anotar todo lo que se comió a la noche.
El problema es que el reseñador, en un rapto de lucidez, perdió también esa libretita. Claramente a Mati hay que conseguirle libretas con sonajero. O unas que vayan atadas a los calzones. Cualquier método es bueno con tal de no perder más cuadernitos. Las librerías de las ciudades visitadas, chochas. Les salvamos el año.
Así que lo que pasó de acá en más es fruto de nuestra más que afectada memoria y su veracidad está en duda.
SIDRERÍA LIZEAGA
En el Tour, el guía nos dijo que en esta época del año las Sidrerías en general estaban cerradas al público, pero que en Astigarraga había algunas abiertas, entre ellas, Lizeaga, a la cual fuimos.
Luego de perdernos en tres rotondas (la comunicación entre Facu y los cuatro copilotos sigue complicada), llegamos a la casona, con más de 300 años de antigüedad. El lugar está muy bien puesto, con unas barricas enormes de donde, cuentan, la gente toma cuando se mama de lo lindo y termina cantando arriba de las mesas.
No estaba muy concurrido, así que no nos dejaron subirnos a las mesas. ¿Pero mamarnos? Eso sí.
Tiene un pasillo laaaaargo como puteada de tartamudo que te lleva a la bodega propiamente dicha, la cual fue visitada asiduamente por Facundo y Román, con la esperanza de poder entrarle a la bebida sin ser molestados por el resto.
El dueño, José Mari, nos contó que el proceso de producción sigue siendo bastante artesanal, al punto que la graduación alcohólica depende de la cada cosecha. Es decir que te vas poner en pedo más o menos rápido dependiendo de las manzanas que usaron para hacer la sidra. Precioso. A nosotros ese tipo de improvisación nos parece brillante.
Nos sentamos en una mesa grande, al fondo, y marchamos … lo que nos quisieron servir.
Es que nunca trajeron una carta, ni nada.
De entrada vino una ración de txistorra para todos y una tortilla francesa, léase omelette.
Después, la moza nos dijo que ahí se comía tomate, lechuga y chuletones. Que si éramos medio fifís, nos podían traer unas tiras de asado tipo banderita, pero nada más.
Como el Anti no arruga, pero tampoco quiere dejar de probar nada, pedimos todo lo que nos dijo. Por dos.
TOMATE: Sí, era tomate. Pero los tomates que se comen acá no tienen nada que ver con los que solemos encontrar allá. Tienen un sabor impresionante. Y más si le meten ajo y oliva hasta que rebalse. Dos fuentes que volaron.
LECHUGA: ¿En serio? Una ración gigante, con cebolla cruda y oliva. Todo eso va de previa a la carne. Aunque nos dijeron que hay muchos que lo comen como acompañamiento.
CHULETÓN: Es un corte muy ancho de carne cocinado de una forma que no estamos acostumbrados. El secreto está en sacar la carne de la heladera mucho tiempo antes de cocinarla, para que vaya tomando temperatura. Y después se sella por fuera y por dentro queda bien jugosa. Sobre eso le ponen un montón de sal y te lo traen a la mesa. Al principio tuvimos algunas dudas pero en cuanto la probamos, tuvo un aprobado generalizado.
ASADO DE TIRA: Parecido al nuestro en cuanto al corte, lo preparan igual que al chuletón, aunque queda más cocido por una cuestión de tamaño. Fue principalmente deglutido por la platea femenina.
Dos raciones de cada cosa y al rato nos trajeron los postres.
Por las fotos, podemos concluir que eran una especie de habanitos de masa rellenos, queso y dulce de membrillo (el de batata no corre en España; el reseñador cada vez más indignado) y nueces. Una canasta de nueces.
Cuando llegó el momento de pagar se armó un quilombo bárbaro. El equipo no se caracteriza por ser muy bueno en matemáticas (ni en ninguna otra ciencia, llegado el caso), pero cuando Nico pagó, arrancaron una serie de operaciones aritméticas tales como:
JP: “Si me llevo dos de acá, le saco uno al de al lado y lo multiplicamos por la hipotenusa del triángulo, yo creo que nos rompieron el ocote”
FACU: “Si nos van a cobrar esto, que me traigan más sidra”
ROMÁN: “Pasame la clave de wifi que me fijo en el home banking”
MATI: “¿Alguien vio la libretita donde anoto todo?”
El tema fue que Nico hizo una conversión al Yen para luego multiplicarlo por la mitad de lo que cotiza el franco ruandés y nos dijo que nos había salido más de 800 mangos por persona.
Por suerte, a los minutos se rectificó y el resultado daba menos de la mitad.
Bastante adobados, partimos de vuelta para el departamento, no sin antes perdernos por enésima vez en una rotonda.